Nadie mejor que Vladimir Putin simboliza al oso ruso: brutal, astuto, salvaje. En Rusia ha aplastado a sus rivales y a quienes han revelado sus “pecadillos”. A nivel mundial busca restaurar el lustre perdido de la Unión Soviética engullendo a países vecinos que alguna vez fueron parte del imperio comunista. Lo ha hecho sin pedir disculpas y ante la sorpresa e ineficacia de Occidente. La guerra de hoy con Ucrania no es nueva pero sí puede ser un camino de no retorno.
Hasta 1991, año en que se disuelve la Unión Soviética, la vida de Vladimir Putin era la de un burócrata común, que trabajaba en la KGB, el equivalente de la CIA norteamericana. Había nacido en Leningrado, hoy San Petersburgo, en 1952. El hijo de un marino y una obrera, perdió a dos hermanos de pequeño y creció como único vástago en la familia.
Nunca se incorporó al partido comunista siendo niño ni joven por su carácter pendenciero y su costumbre de resolver las cosas a golpes. En la universidad, donde se graduó en Ciencias Internacionales, finalmente ingresó al partido y después a la KGB. Ahí pasó 16 años. Tras la caída del URSS, por su conocimiento de idiomas, se vinculó con el alcalde de San Petersburgo, como concejal.
El alcalde fue encargado de la transferencia de activos de la Unión Soviética a Rusia y Putin lo acompañó a Moscú. Sus viejas artimañas de espía le permitieron tejer una red de contactos y acercarse al gobernante Boris Yeltsin, quien lo nombró director de la agencia de Inteligencia que reemplazó a la KGB. Después, como el rey Midas, convirtió en oro político todo lo que tocó.
Como jefe de la nueva agencia de inteligencia, descubrió (¿o fabricó?) escándalos de posibles rivales políticos, hasta llegar a ser primer ministro. En contraste con Yeltsin, un anciano incoherente, borracho y enfermo, Putin exhibía un porte atlético y fuerza física y mental. Llegó a ser ministro de gobierno y luego presidente.
A través de una serie de reportajes, Vistazo alertó cómo se erigía Putin y sus pretensiones de intervenir en la política internacional e invadir los países que antes eran parte del imperio soviético.
Lo primero que hizo Putin como presidente fue restaurar el servicio militar obligatorio, y en paralelo desarrollar una carrera armamentista que ahora vemos desplegada en la guerra con Ucrania.
Parte de su estrategia también fue eliminar a quienes tenían influencia y poder fuera del Estado. Dos de los hombres más ricos terminaron en el extranjero. Otros, como el magnate petrolero Mikhail Khodorkovsky estuvieron presos por ocho años, con acusaciones supuestamente prefabricadas. Esto ha llevado a algunos analistas a decir que Putin sufre de pleonexia, palabra griega que define el deseo insaciable de tener lo que le pertenece a otro, aunque esto, en el caso de Putin, pase a manos del Estado, que por supuesto él controla.
Al año de su gestión, las tres cadenas de televisión privadas se habían convertido en públicas. Los programas de investigación periodística que florecieron en la época de Yeltsin fueron gradualmente cancelados y los periodistas más inquisidores terminaron o en el exilio como Andrei Babitsky, corresponsal de Radio Liberty, y Nataly Gevorkyan; o muertos como Anna Politkóvskaya. Babitsky había realizado varias historias sobre chechenos.
Según el libro “El Plan Maestro de Putin”, escrito por el norteamericano Douglas Schoen, Putin busca fracturar la relación trasatlántica entre Estados Unidos y sus aliados europeos. “Minando y si es posible destruyendo la OTAN para establecer su hegemonía en Europa, para que se sujete comercialmente a los intereses rusos”.
Añade que Putin sueña con un nuevo orden mundial, donde sea jugador de primera línea. Por ello, vaticina que continuará colaborando con “los peores autócratas y tiranos para aislar al mundo occidental”. Desde 2008, “los vecinos de Rusia, especialmente Ucrania y Georgia, han sufrido por este plan maestro. Rusia ha provocado guerras y crisis, para anexar regiones como Osetia y Crimea. Otros países, como los estados Bálticos han enfrentado ataques electrónicos, violaciones del espacio aéreo”. Y sus ambiciones están aún en países lejanos como Siria, donde ha logrado mantener en el poder a Bashar al Assad, un individuo que ha cometido crímenes de lesa humanidad.
La ambición de Putin no tiene límites. En Estados Unidos, el exfiscal Robert Mueller inició una investigación de conspiración contra la democracia estadounidense, a través del uso de una agencia de trolls –Internet Research Agency– ubicada en San Petersburgo. Ni Alemania ni Francia ni Inglaterra se han librado de sus ataques electorales. Algunos le atribuyen injerencia en el Brexit, con lo cual debilita a Europa.
Los planes de China, con Xi Jinping también son preocupantes. Según la revista The Economist: “La China de Xi Jinping es un dragón mercantilista bajo el estricto control del Partido Comunista, que usa el poder vasto de sus mercados para ordeñar y cooptar a capitalistas rivales, para doblegar y romper las leyes y sacar a los Estados Unidos del área del Pacífico Asiático”. Esta expansión señala la revista ha sido “a expensas de la soberanía de otros. Su desarrollo está basado en el robo de propiedad intelectual y el espionaje económico, para crear biomedicina, robótica y vehículos eléctricos”.
Putin nunca creyó en la democracia ni tampoco en ser parte de la Unión Europea, pues esto significaría ajustarse a leyes comunes, a renovación política y una supuesta decadencia. “Europa está muriendo, la raza blanca está en peligro: matrimonios gays, pederastas, las mujeres no pueden encontrar hombres. Europa va a matar a Rusia y para salvarla hay que crear Eurasia. Es su misión mesiánica”, argumentan seguidores de la filosofía de Ivan Ilyn, un ruso que vivó exiliado en la Alemania de Hitler. Ilyn diseñó el rol que jugaría Rusia en el mundo y que ahora lo quiere hacer realidad Putin a cualquier precio.
Entre los países que deben conformar Eurasia están Bielorrusia y Ucrania. Bielorrusia se alineó sin problemas con Putin, pero Ucrania no lo hizo. Putin comenzó a intervenir tras bastidores en la política de Ucrania desde que llegó al poder.
Putin llegó para quedarse y es impredecible lo que pueda pasar si la invasión a Ucrania supone la intervención de otras potencias como EE.UU. y China. Putin cambió la Constitución en 2018 para gobernar hasta 2024. Si su salud es perfecta y llega a 2024, será el ruso que más tiempo ha gobernado en la historia del país.
“El autoritarismo comienza cuando no podemos diferenciar entre la verdad y lo atrayente. Al mismo tiempo, el cínico que decide qué no es verdad y el ciudadano común que vota por él conducen a la tiranía. Cuando la desigualdad es demasiado grande, la verdad es demasiado para el miserable y demasiado pequeña para el privilegiado”, escribe el historiador Timothy Snyder en su libro “The road to unfreedom: Russia, Europe, America (La ruta hacia la falta de libertad: Rusia, Europa y América)”.
Dicen que la historia la escriben los vencedores, pero las tragedias las han ejecutado los autócratas. Los efectos estalinistas y maoístas no solo ensombrecieron el panorama soviético y chino, sino que afectaron a sus países vecinos. La mano de hierro de Putin ha causado dolor y sufrimiento en otros países como Ucrania y Georgia.