¿Qué significa el ponerle fin a la iniciativa pública de generación de innovación más grande de nuestra historia?
En el mes de abril del 2014, el presidente de aquel entonces, Rafael Correa, daba por inaugurada la Ciudad del Conocimiento Yachay en Urcuquí, provincia de Imbabura. En su discurso, nos decía que a través del proyecto se empezaba la nueva era de conocimiento, que duraría para siempre, al ser el talento humano un producto ilimitado.
Así nacía la primera ciudad planificada del Ecuador. En esta se buscaba que, hasta el 2045, cerca de 120 mil personas vivieran en un espacio de alrededor de 4500 hectáreas. Dolorosamente, este proyecto fue politizado, cayendo en un ciclo de fallos que fueron ampliamente viralizados, dejando a un lado los pocos logros obtenidos, especialmente por la Universidad Yachay Tech. Entre los peores escándalos estuvo en el 2017 la supuesta inversión de $3.000 millones que iba a llegar por parte de la empresa Red Tech Niktesla CORP, cuyos representantes habrían mencionado que tenían conexiones con la gigante Tesla. Esta iniciativa no rendió un solo fruto.
Ya en el gobierno de Lenin Moreno, el denominado “Silicon Valley de los Andes” empezó su decadencia. El entonces presidente anunció su política de austeridad, por lo cual se paró la construcción de al menos 5 edificios de la fase inicial del proyecto, en donde además se abrieron dos exámenes especiales de la Contraloría General por supuestas irregularidades.
En aquel entonces, la iniciativa había enfocado su visión en el sector de “Agrotech” y ya existían 7 empresas laborando en distintos proyectos, dando trabajo a cientos de personas, convirtiéndose así en uno de los pocos clústeres planificados. A pesar de todo, Moreno decidió cerrarlo en mayo del 2019. Desde aquel entonces, la Ciudad del Conocimiento estuvo prácticamente en el limbo hasta la decisión de ponerle fin por el actual mandatario.
Quienes nos hemos especializado en estudiar el desarrollo de espacios de innovación, conocemos que todos los proyectos planificados para ciencia, tecnología e innovación han recibido en sus fases iniciales importantísimas inversiones del sector público para poder hacerlas realidad.
Inclusive hay libros enteros que han documentado claramente este fenómeno, como es el caso del libro “El Estado Emprendedor” de Professor Mariana Mazzucatto, quien es la directora del Instituto de Innovación y Política Pública del University College London, institución líder en esta materia a nivel global. Ningún proyecto se escapa de esta lógica, incluido el aclamado “Silicon Valley” en cuya área (previo a su desarrollo) se cosechaban mayoritariamente naranjas. Además, dichas iniciativas han tenido también problemas, pero la perseverancia ha primado para darles éxito.
A pesar de toda la información técnica y académica, para la clase política de muchos países en desarrollo, estos proyectos son “Elefantes Blancos”. Para calificarlos de esa forma, priman las visiones cortoplacistas, el odio a sus predecesores, así como también las filosofías políticas llenas de cualquier cosa, menos resultados basados en evidencia, conocimientos contemporáneos sobre desarrollo o en el impacto positivo que pueden llegar a tener para sus sociedades.
Queda en las nuevas generaciones recoger las cenizas que deje el gobierno de turno, para que ojalá, más temprano que tarde, se logre refundar un espacio de innovación en el país, que nos permita catapultarnos hacia las lógicas modernas de las sociedades del conocimiento, inclusivas y sostenibles.