Frente a un diminuto espejo y a una cámara, un frágil y solitario perico caretirrojo de tan solo semanas de nacido se observa lentamente, creyendo que está acompañado de otra ave, mientras emite los sonidos que atraerían a su madre, de la que fue separado para siempre cuando las ramas que sostenían su nido colapsaron al ser cortadas.
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La caída del nido tuvo como testigo a un ciudadano que rondaba por el Parque Samanes de la ciudad de Guayaquil, quien, minutos antes, según cuentan rescatistas, increpó a trabajadores municipales debido a que estaban llevando a cabo una tala de árboles a gran escala sin haber realizado una socialización en el sector.
Al desplomarse el nido, dos crías de la especie nativa conocida como aratinga de Guayaquil, incluida en el 2019 dentro de la Lista Roja de Aves del Ecuador por su vulnerabilidad, fueron las que cayeron al suelo. No obstante, solo una pudo sobreponerse a sus heridas y consecuentes colapsos de salud, pese a que el hombre referido rescató y cobijó a ambas.
Poco después del incidente, acontecido a mediados de mayo de este año, el perico fue llevado al centro médico de Proyecto Sacha, la única organización de conservación de fauna silvestre de la provincia del Guayas. Uno de sus biólogos, Abel Gallo, cuenta que la tala inadecuada de árboles es una de las causas más comunes por las que ingresan aves heridas.
Al observar su reflejo dentro de una termocuna, según explica el especialista, el perico cree que aún está acompañado de otro y se percibe a sí mismo como un ave. De esta forma, los expertos que lo cuidan lo mantienen encaminado a una potencial liberación. Para ello, aún debe reponerse y superar el desafío de adquirir las habilidades que su madre le hubiera enseñado, como volar y encontrar comida por su cuenta.
Dentro del centro médico, biólogos y veterinarios celebran que la pequeña ave vocalice tal como lo haría si estuviera en libertad. La especie, al ser tan inteligente, cuenta Gallo, simula los sonidos del ser con el que se quiere comunicar, por ejemplo, frases de personas. Al no hacerlo demuestra que no se ha acostumbrado al trato de los humanos, lo cual es fundamental para que sobreviva si es reinsertado y un signo de buena salud.
Lo vivido por esta aratinga de Guayaquil corresponde únicamente a un caso de una cantidad incalculable de afectaciones a las aves de esa ciudad portuaria, no solo debido a árboles que son talados sin una revisión previa, sino también a la depredación progresiva de los remanentes de sus ecosistemas originales, que por lo general pasan a ser terrenos llanos sobre los que se erigen edificios o urbanizaciones.
Ante ello, hay especies como las garzas, también nativas de la urbe portuaria, que “chocan” con la ciudadanía en varios sectores ribereños, como Puerto Santa Ana y Urdesa.
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Estas largas aves siempre regresarán al lugar en donde nacieron, debido a su instinto que las hace anidar en estos espacios que décadas atrás estaban repletos de manglares y humedales, y que hoy han sido recubiertos en su mayoría por cemento. Hoy es común ver en Guayaquil cómo estas aves se asientan a descansar, casi abarrotadas, en unos pocos árboles.
Gallo profundiza al respecto explicando que, ante la falta de cobertura boscosa, estas aves comienzan a hacer nidos sobre aires acondicionados expuestos, techos, o al interior de patios o en árboles aislados en parterres. El biólogo destaca que, en estos casos, las crías que están aprendiendo a volar se impactan sobre la calzada, ya no en monte, por ejemplo.
“Son atacadas por perros, por gatos, o las personas quieren cogerlas para tomarse una foto, quizás para llevárselas a tu casa, pero ya viene el tema del tráfico y esto disminuye las posibilidades de que ese polluelo llegue a su etapa adulta”, comenta, destacando que estos problemas no solo afectan a garzas de los sectores mencionados, sino también a otras especies en más lugares, como sirirís colorados en ciudadelas del cantón Samborondón.
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No solo las crías de las numerosas garzas afectadas son las que se encuentran en peligro. Frecuentemente se registran casos de aves adultas maltratadas en entornos urbanos por ciudadanos que las perciben como un riesgo o una molestia, ya sea porque desconocen que son una especie inofensiva, o por el hecho de que generan ruido y dejan excrementos.
La docente investigadora de la Escuela de Ciencias Ambientales de la Universidad Espíritu Santo, Natalia Molina, considera que el problema no radica en que Guayaquil -que dentro de sus confines alberga “islas” de bosques que concentran cientos de especies de aves-, siga expandiéndose horizontalmente, sino en que la planificación urbana “no deja espacio para las áreas verdes”.
La experta señala que el modelo de crecimiento urbano de las últimas décadas ha llevado a que los pocos remanentes de bosques urbanos se conviertan en “pequeños lunares aún mal manejados”, refiriendo como ejemplo al Parque Lineal de Kennedy Norte, comúnmente frecuentado por los guayaquileños.
“Hacen un camino para vincular a la gente, pero delante de los manglares que son nuestra identidad le ponen palmeras, y encima lo convierten en casas de gatos. Los gatos son predadores de las aves. Entonces, tratamos de solucionar un problema y lo agravamos más”, explica Molina.
Además, dice la docente investigadora, la introducción a gran escala de especies de árboles no nativos en la ciudad, sumada a prácticas incorrectas de cuidado por parte de las autoridades -como prescindir del mejoramiento del suelo y utilizar químicos en demasía-, deviene en que el arbolado urbano, ahogado por concreto y hollín, desarrolle una gran predisposición a plagas como la de la cochinilla.
Comenzar a remediar la situación mediante talas adecuadas, la restauración de ecosistemas y un ajuste a la planificación urbana, reduciendo los riesgos que enfrentan día a día las aves de la ciudad, “se reduce a voluntad política”, concluye, haciendo énfasis en que expertos en el campo de sostenibilidad ya han entregado herramientas al cabildo portuario, como diagnósticos de consultorías y guías precisas.
En lo referente a la introducción de especies nativas de flora dentro de la ciudad, Fundación La Iguana, una oenegé de conservación ambiental aliada con el Municipio de Guayaquil, ha inaugurado dos “bosques urbanos” en los que predominan este tipo de plantas, con el objetivo de comenzar a remediar esta vulnerabilidad.
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Una forma de asistir a aves y a otros animales afectados por estas problemáticas es donando. “No solo dinero, sino también recursos. Todos los días nosotros publicamos cuáles son las necesidades”, explica Eliana Molineros, fundadora de la Fundación Proyecto Sacha. Estas deben ser llevadas a la clínica veterinaria Mansión Mascota, ubicada en el sector Urdesa de Guayaquil, en la avenida Rodrigo Chávez 110A.
“Recibimos cientos de animales y cada uno tiene una condición por la que entra, un tratamiento especial, una nutrición especial. Recibimos mamíferos, primates, felinos, reptiles, aves de todo tipo, cada uno con sus necesidades”, agregó Gallo cuando Vistazo abordó la historia de la ocelote Meg, separada de su madre al quedar atrapada en una quema de canteros.
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Dentro de los productos que la Fundación recibe como donaciones se incluyen protectores de cama, baby dog milk, lentejas, pedialyte, DIP Suspensión, jeringuillas (de 3, 5, 10 y 20 mililitros), guantes de nitrilo, batas quirúrgicas, almendras, quinua, avena, soya, frijoles y harina de trigo.
Para contribuciones económicas, estos son los datos de la cuenta bancaria habilitada:
Banco Internacional: Fundación Proyecto Sacha
Cuenta corriente #1400625249
Ruc: 0993242721001