El corazón se ha asociado a los eventos tristes o aquellos que generan gran conmoción. “Me rompió el corazón” al hablar de una ruptura sentimental o “se me sale el corazón”, frente a una situación que provoca gran angustia.
En estos tiempos de pandemia que han significado pérdidas de todo tipo y estrés para gran parte de la población, las consecuencias de estos eventos en el plano de la salud cardíaca tienen mucha importancia.
Es que el órgano de las emociones intensas paga un alto costo por serlo. Más allá de las metáforas y las frases evocativas, el corazón puede afectarse severamente por las situaciones estresantes o por vivir emociones extremas.
Es el caso de quienes tienen el síndrome del corazón roto, también conocido como cardiomiopatía por estrés o cardiomiopatía de Takotsubo.
Este nombre se lo adjudicaron a un grupo de científicos japoneses que detectaron el síndrome en 88 pacientes en quienes descubrieron que el corazón había adoptado la forma de las vasijas que usan los pescadores para capturar pulpos, llamadas Takotsuboen idioma japonés.
En la investigación titulada “Cardiomiopatía de Takotsubo, el gran imitador del infarto agudo del miocardio”, sus autores Sara Rojas y Sebastián Lopera de la Pontificia Universidad Bolivariana de Colombia, definen que este síndrome puede durar horas o semanas, con un patrón de movimiento único, anormal y no explicable como una disfunción izquierdo transitoria del ventrículo por enfermedades como isquemia coronaria, lesión dela válvula aórtica o miocarditis, entre otras.
Ser mujer, tener más de 50 años y haber padecido trastornos mentales previos como depresión y ansiedad se consideran factores de riesgo para desarrollar el síndrome.
Aparece como un dolor repentino de pecho y afecta una parte del corazón, llegando a interrumpir temporalmente su función de bombeo.
SIN OBSTRUCCIÓN
Es el caso de un paciente que llega a la emergencia del hospital con un dolor fuerte en el pecho. En el electrocardiograma y en las pruebas de laboratorio muestra las señales características de un infarto al miocardio.
Cuando se realiza el cateterismo para determinar el grado de obstrucción de sus arterias coronarias y cuál será el procedimiento que se realizará para tratar la zona obstruida, el equipo encuentra que las arterias están limpias. ¡No hay obstrucción!
Al conversar con el paciente, el cardiólogo le pregunta si ha ocurrido algún evento importante que lo haya impactado emocionalmente. Responde que un mes atrás fue despedido de la empresa en la que había trabajo toda la vida.
En este caso, el paciente fue al centro médico desde el primer momento en que empezó el dolor de pecho por lo que fue posible intervenir a tiempo. Aunque no tiene ningún problema anatómico ni fisiológico en el corazón, pasa a ser un paciente que requiere atención cardiológica.
“La sobrevida de estos pacientes depende de un diagnóstico y terapia precoz. Generalmente la evolución de estos casos es buena si la persona concurre a la emergencia en las primeras dos o tres horas después del inicio de los síntomas”, explica el médico cardiólogo Fernando Aguirre.
Pero aclara que pueden morir si no tienen el diagnóstico apropiado porque pueden llegar a la insuficiencia cardíaca o a formar trombos en la punta del corazón. Por otra parte, si no reciben el tratamiento correcto pueden desarrollar arritmias o bloqueos.
“Estamos frente a un paciente con infarto aunque sus causas sean diferentes a las de otros pacientes que tienen sus arterias obstruidas con calcio, grasa o colesterol.
En este caso las arterias están limpias pero se cierran por la acción de las catecolaminas, que son hormonas que se liberan frente al estrés, como reacción a un evento o a lo que se percibe como amenaza”, sostiene el especialista.
De acuerdo a Ilan Wittstein, cardiólogo y profesor en Johns Hopkins, más del 70 por ciento de los pacientes con el síndrome del corazón roto presenta niveles de catecolaminas elevados en la sangre, en un rango entre siete a 34 por ciento veces más altos que lo normal.
Se estima que alrededor del dos porciento de los pacientes que ingresa a emergencia por sospecha de infarto, se debe al síndrome del corazón roto y la tasa de complicaciones es de alrededor del 19 por ciento y ocurre durante la fase aguda de la enfermedad.
Es necesario aclarar que la afectación cardiovascular no solo ocurre por noticias o eventos que suceden de un momento a otro. Las personas que viven con un estrés permanente por años, por ejemplo, por tener un familiar con enfermedad con alto riesgo de morir, también verán afectada su salud cardiovascular.
“Quien está sometido a un estrés permanente se va a enfermar porque probablemente también tenga insomnio, angustia y ansiedad, porque su cerebro produce una cantidad exagerada de cortisol que incrementará su presión arterial y le provocará un deterioro vascular intenso.
Estas personas bajo estrés permanente envejecen precozmente, lo que uno ve por fuera está ocurriendo en la microvasculatura de esa persona interiormente”, dice el doctor Aguirre.
SU CORAZÓN ESTÁ BIEN
La frustración de otro paciente fue grande cuando los tres cardiólogos no le encontraron nada malo en el corazón. A sus 47 años, sentía claramente que iba a morir, el dolor en el pecho, angustia extrema, sudor helado y sobre todo esa sensación de que se le iba la vida.
Uno de los cardiólogos que visitó le recomendó consultar con un psiquiatra porque intuía que se trataba de ataques de pánico. Los identificó porque percibió la batalla mental que estaba ocurriendo en el cerebro de ese paciente por la sensación inminente de que algo malo va a pasar.
El psiquiatra confirmó el diagnóstico y le explicó al paciente que lo que sentía era real pero que su corazón no era el problema sino la forma en que estaba enfrentando el estrés que le provocaba su situación laboral.
Aunque son dos cuadros diferentes, tanto el síndrome del corazón roto como los ataques de pánico son algunas de las formasen las que el organismo reacciona ante el desborde de las emociones no procesadas de manera adecuada y que también pueden afectar otros sistemas como el digestivo, con gastritis y úlceras, o el músculo esquelético, con dolores cervicales.
El cardiólogo debe hacer uso de sus habilidades y empatía con el paciente para conectarse a solas y sugerirle que sospecha que hay algo muy delicado que está pasando en su vida y que puede ser el causante de su tema cardiológico.
Ahí aparecen el divorcio de un hijo, el juicio pendiente ola pérdida de trabajo. Pero hay otros casos en los que ni la familia ni el paciente cuentan al médico la situación que está viviendo. Se mantiene un silencio hermético sobre lo que sucede.
“He constatado que hay información valiosa que se omite por cuidar el secreto que han decidido guardar sin saber que el disparador de todo el cataclismo en su organismo es el problema personal que está atravesando”, expresa el doctor Aguirre.
Agrega que es necesario que el paciente comprenda que esas circunstancias que oculta son estresores y que el médico debe conocerlas porque así puede prescribir medicación antidepresiva, inductores de sueño, ansiolíticos o los fármacos que requiera y pueden conversar para tratar de encontrar una salida para ese estrés permanente.
Es necesario que culturalmente se acepten las muestras de vulnerabilidad frente a los hechos duros que presenta la vida y el derecho a pedir ayuda profesional dejando atrás los estigmas relacionados con la Psiquiatría y la Psicología.
El doctor Aguirre enfatiza por ejemplo, que muchas personas durante la etapa de la pandemia tuvieron que enterrar a sus familiares sin poder estar con ellos, “esta situación puede producir un luto prolongado que requiere atención especializada, la constatación de que todo está físicamente bien pero también con la supervisión de un profesional que maneje el tema psicológico o psiquiátrico si requiere medicación”.
Frente a una gran oferta de caminos, técnicas y herramientas para mantener el equilibrio mental y espiritual, ¿cuál es el que ha demostrado ser más efectivo? “Aquí no aplica el one size fits all (una sola talla para todos). El médico por su experiencia puede saber cuál es el mejor camino para su paciente”, dice el especialista. Sostiene que lo mejor es proponer una visita al psiquiatra, pero que habrá pacientes que dirán que prefieren intentar también con terapias complementarias. Todo se trata de: ¿en qué cree ese individuo en concreto?
Considera que tenemos que ser humildes para aceptar cuando cargamos con algo muy fuerte que nos está afectando y entregar esa carga a un especialista que nos enseñe cómo hacerlo.
“La lucha mental de cada ser humano individual. Hay quienes están más preparados que otros para salir adelante con ese ataque del propio subconsciente. El 95 por ciento de los temores son fabricados por la misma persona”, dice el doctor Aguirre.
EL ENEMIGO INVISIBLE
El estrés postraumático es uno de los trastornos que se está viendo con mayor frecuencia en la consulta, de acuerdo al doctor Ricardo Morla, médico psiquiatra.
Destaca que la humanidad está enfrentando a un enemigo que no puede ver, que no es visible como los enemigos en una guerra tradicional por ejemplo. Eso hace que el virus deje de ser el único elemento que genere temor sino también las personas cercanas que pueden ser un foco de contagio.
“El otro se vuelve la peor amenaza, ya sea familia o lejanos. Eso empieza a crear una especie de cueva, porque el primer síntoma del estrés postraumático es el aislamiento, imaginariamente todos se convierten en el enemigo. Siguen los sueños repetitivos, un despertar inquietante pensando en que la amenaza está cerca y luego aparecen los síntomas característicos de la ansiedad con la sensación subjetiva de presión en el pecho, taquicardia, falta de aire, entre otros síntomas. Es lógico que en el inicio se confunda con síntomas cardíacos”, dice Morla.
Destaca que lo más importante es que ese paciente sea evaluado en su salud física. “Ante síntomas que pueden resultar confusos, cree que debe pasar primero por el internista, el clínico y el cardiólogo o por un médico que pueda asegurar que descarte cualquier problema en el sistema cardiovascular”, con esa certeza el paciente debería pasar a recibir atención en su salud mental.
“Analizando el síntoma y su circunstancia, ¿cuándo aparece?, ¿ante qué situaciones?”. Esa escucha guiada es la que puede llevara descubrir qué hay detrás de lo que está ocurriendo en la mente y se ha empezado a manifestar como síntomas físicos.