Roberto se debate entre mencionar en la oficina que siente que está al límite con su carga de trabajo o tratar de seguir hasta que algo pase.
La primera opción le parece una muestra de debilidad que sabe que le traerá consecuencias frente a sus jefes y la segunda una irresponsabilidad con respecto a su salud, que también sabe que traerá consecuencias.
Su dilema no es aislado. Muchas personas sienten la presión por sobresalir con su desempeño, y esperan lograrlo, cueste lo que cueste.
No se trata únicamente de personas que trabajan para otros, la autoexigencia con el negocio propio también puede ser despiadada.
Estos factores han sido considerados desde hace algún tiempo por los expertos en salud mental, tanto así que la Organización Mundial de la Salud, OMS, considera el estrés laboral como uno de los principales problemas de salud para los colaboradores y para el buen funcionamiento de las entidades para las que trabajan.
A mediados de este año, ya lo incorporó en la Clasificación Internacional de Enfermedades, ICD 11 (International Classificattion of Diseases), como “un síndrome que se conceptualiza como el resultado de estrés crónico en el lugar de trabajo que no ha sido manejado eficientemente”.
“No tiene nada”
El cardiólogo mueve la cabeza en señal de negación. Mario cree que es por la gravedad de su estado, pero lo que el especialista está negando con su gesto es la existencia de algo malo en el corazón de este ejecutivo.
Ya ha realizado todo tipo de exámenes y la respuesta, para la frustración de Mario, es que no hay nada malo con su corazón.
“Entonces, ¿Por qué me siento tan mal, me duele el pecho, siento la respiración agitada? Me parece que me voy a morir y no ha sido una sola vez, son varias. Este no es el primer especialista que consulta, pero ninguno atina a darle un diagnóstico que lo tranquilice y le permita seguir un tratamiento.
Pero esta vez, el cardiólogo le pregunta sobre cómo se siente en su trabajo y la verdad sale a la luz: burnout laboral. La presión lo está ahogando, literalmente.
El consejo del cardiólogo no es fácil de seguir para Mario: debe empezar a tomar las cosas con calma y adoptar una serie de medidas concretas para bajar el nivel de estrés, entre las cuales están menos horas en la oficina, física y mentalmente, aclara.
Le señala lo que Mario ya sabe, que de nada sirve salir antes si va a seguir involucrado mentalmente en los procesos que maneja desde su escritorio. ¿Es eso posible se pregunta internamente? Sabe que hacerlo puede significar perder competitividad dentro de la empresa y lo que eso implica.
Entonces, el círculo vicioso empieza a girar, se imagina cómo afrontaría los gastos familiares sin el bono por resultados extraordinarios que espera para fin de año y cómo sería el futuro sin el ascenso que cree que prácticamente ya es suyo pero que puede perder si “suelta” y deja de esforzarse ahora. Dice estar entre la espada y la pared, y su cuerpo lo sabe.
Justamente, como el cuerpo lo sabe, será el que ofrezca un camino para mejorar la situación.
“Cuando aparezca el primer síntoma orgánico, buscará el especialista que lo trate y le otorgue unos días de licencia para hacer una pausa. Si el colon es el afectado, el médico que lo esté tratando emitirá el permiso médico para descanso. Probablemente él detecte que hay algo más detrás de su problema orgánico y le recomendará consultar con un profesional en salud mental, pero el burnout y el tema que generó todo quedará tapado bajo el diagnóstico de colon irritable”, explica el psiquiatra Ricardo Morla.
Considera que así se pierde la conciencia de lo que significa el burnout y las consecuencias que puede acarrear.
En el lado emocional, el burnout puede producir una depresión como respuesta al estrés sostenido por mucho tiempo.
“En este caso, la depresión se manifiesta de manera atípica. En lugar de provocar insomnio, aparecen ganas de dormir mucho. En vez de pérdida del apetito, causa aumento de apetito. No hay cansancio, sino mucha actividad”, señala el especialista.
Menciona que lo que sí resulta notorio es la sensación de tristeza y abatimiento. “El tratamiento de este síndrome requiere descanso y medicación. Ayuda la meditación y el cambio de escenario hacia algún lugar tranquilo donde la persona pueda relajarse”.
Al consultarle sobre cuánto suele requerir una persona con burnout para recuperarse, señala que entre dos semanas a un mes marcan una gran diferencia en el estado del individuo.
Destaca que en los países del primer mundo, los colaboradores pueden solicitar a sus superiores unos días para descansar porque siente que están bordeando el límite de su capacidad para manejar el estrés, sin que eso signifique alguna descalificación como profesionales. Creo que ese es un paso que deberíamos dar como sociedad por el bienestar de los colaboradores y también de las empresas.