Cultura

Sting hizo un regalo a Ecuador: Lo mejor de 50 años de su carrera con The Police y como solista

La voz de Sting, quien fue vocalista de la mítica banda The Police, inundó en Cuenca a una muchedumbre de más de 10.000 personas en el estadio Alejandro Serrano Aguilar.

domingo, 2 marzo 2025 - 17:52
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Sting tiene 73 años y su silueta de adolescente parece irreal. El inglés de Newcastle nunca dejó de escribir, componer y dar conciertos desde finales de los 70.

El bajista y cantautor que se presentó en la capital azuaya es sencillamente una leyenda viva de la música. Gordon Summer ha ganado 17 Premios Grammy, un Globo de Oro, un Premio Emmy y cuatro nominaciones a los Premios Oscar por Mejor Canción. Como si fuera poco ha vendido 100 millones de discos físicos y sus royalties diarios representan una fortuna difícil de cuantificar.

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¿Y qué hace Sting con esta fortuna? Sigue girando a través del mundo renaciendo en cada concierto con versiones distintas de sus hits. Sting nació punk, siguió con el rock, el jazz, el pop, la música clásica, el reggae. Colaboró con artistas árabes, europeos, asiáticos. Ha escrito himnos solidarios, canciones de amor y de despecho, gritos políticos y sociales. Sus melodías y punchlines hacen parte de la cultura popular y sigue describiendo el mundo con ojos de filósofo cargado de humanidad.

Verlo en Cuenca fue como vivir un sueño despierto. Apareció a las 20h08 en el escenario del estadio Alejandro Serrano Aguilar. Un set sencillo con sus dos compañeros músicos, el guitarrista Dominic Miller y el baterista Chris Maas, un trio que se parecía a The Police pero como me comentó Sting en una entrevista: “He creado muchos grupos después de The Police. Todos me aportaron y me enseñaron. Ningún grupo ni gira será igual”.

$!Sting junto al guitarrista Dominic Teller y el baterista Chris Maas.

Allí estaba Sting con su bajo Fender 51 con la madera desgastada. Sus dos brazos fibrosos parecían cuerdas adicionales del instrumento. Cuando las luces se atenuaron y los primeros acordes de “Message in a Bottle” empezaron a vibrar rompió el silencio y el estadio se convirtió en la sala de una iglesia musical.

El sonido era impecable. La banda, ajustada con la precisión de un reloj suizo dejó claro que esta gira, “Sting 3.0”, era más que un repaso de su carrera; era una reinvención. El bajo de Sting, protagonista en cada canción, tenía el mismo peso melódico que en sus días con The Police, pero con una madurez que solo los años y la experiencia íntegra del genio Sting pueden brindarnos.

En el público, niños, adolescentes y adultos escuchaban con un respeto casi religioso. La voz de Sting inundaba la muchedumbre de más de 10.000 personas con su manto celestial. A lo largo de dos horas se sucedieron canciones de nuestras vidas desde “Englishman In New York” hasta “Fields of Gold”, “So Lonely” y “Every Breath You Take”. La voz era cristalina, ligeramente ronca como si el rockero había aprendido a dosificar la magia de unas cuerdas vocales.

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“Shape of My Heart” fue un momento mágico recordando al público que los primeros acordes de la canción fueron creados por Dominic, presente en el escenario. Sting se animó a decir algunas frases en español: “Cuenca, Ecuador. Estamos muy felices de estar aquí”. Para luego decir en inglés: “Eso es todo el español que sé”. De repente sonó “Regatta De Blanc” y el bajista rogó al público corear una de las primeras canciones de su carrera con un “Por favor” que desató una verdadera locura en el público.

Todos tenemos nuestra canción favorita de Sting pero cuando el artista salió del escenario sin entonar “Roxanne”, todo el estadio la pidió a gritos. Sting regresó con una sonrisa, volvió a tomar su Fender y no solo compartió ese éxito sino que cambió a una guitarra acústica para despedirse con “Fragile”, una balada sobre la fragilidad de la vida humana y el impacto duradero de la violencia.

Solo los grandes cierran un concierto con una balada y Sting es un ‘monstruo’ que duerme de día y canta de noche para recordarnos “cuán frágil somos”.

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