La costumbre señala construir covachas con ramas de árboles en las aceras donde se coloca al monigote, más conocido como 'el viejo', mientras a su alrededor se reúnen familiares y vecinos durante varias horas para despedir el año viejo y recibir al nuevo.
Pero la inseguridad ha limitado en los últimos años esa costumbre, a la que se suma el toque de humor que dan 'las viudas', que son -por lo general- hombres con largas pelucas, provocativas minifaldas, amplios escotes y maquillaje que se ve a distancia.
Las 'viudas' se acercan a los transeúntes o frenan el paso de los vehículos, en medio del 'llanto' por la muerte del 'viejo'. Nadie pasa a menos que entreguen una 'caridad', que generalmente son monedas, aunque unos pocos también dejan dulces.
Marta Hinojosa lleva 30 de sus 72 años vendiendo monigotes en Quito. Leo Messi, Mario Bros, el expresidente Guillermo Lasso, el actual gobernante, Daniel Noboa, así como el muñeco de Chucky, de payasos, del Chavo del 8, o elefantes, dinosaurios y pequeños carros, entre otros, hechos en cartón y con colores llamativos, ocupan la acera que usa cada diciembre para su negocio.
Hinojosa calcula que hasta el momento ha invertido entre 12.000 y 15.000 dólares en los monigotes, que compra en Guayaquil y traslada en camiones hasta Quito por 300 o 400 dólares cada flete.
Ha perdido la cuenta de los monigotes vendidos, pero asegura que la mayoría de clientes piden los que representan a políticos "porque no les pueden ni ver y quieren quemarlos".
Entre 5 y 200 dólares pueden costar sus monigotes, la mayoría hecho de cartón y huecos por dentro. Pero también hay unos rellenos de papel y con caretas de políticos o de simples rostros anónimos.
A pocos metros de Hinojosa, Wilme Ugsha se apura rellenando pequeños monigotes con papel periódico, mientras se queja por la falta de materia prima. "Cada vez es más difícil encontrar papel", dice quien también vende monigotes rellenos con viruta de madera.
Su compañero de trabajo, un hombre de avanzada edad, interrumpe el lamento de Ugsha. "Hemos buscado papel durante cuatro meses. Lo que en años pasados compraba en 10 dólares, ahora me dan a 60, y eso cuando hay porque ya se imprimen pocos periódicos", se quejó.
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Algunos monigotes son tan bien elaborados que cuesta echarlos a las llamas, por lo que el estadounidense Michael Hanrahan ha decidido coleccionarlos.
A las malas aprendió que no debía dejarse conquistar por monigotes grandes, pues el Tiranosaurio Rex que compró en 2022 casi no cabe en su apartamento, por lo que ahora adquirió un dinosaurio pequeño.
Lejos de su natal California, Hanrahan goza de la tradición de los monigotes: "Me encantan las fogatas en las calles y hay que saltarlas para tener buena suerte en el nuevo año".
Además, le parece "muy chévere" la costumbre ecuatoriana de quemar los monigotes que representan a los políticos. "Ojalá que hubiese una costumbre como esa en Estados Unidos, hay varios políticos" que se podría incluir en la lista, dice entre risas.
Hanrahan, que se jubiló hace cinco años, viajó por varios países de la región y se enamoró de Ecuador, está también encantado con la tradición de las 'viudas' y su humor. "Siempre hay que tener muchas moneditas", dice risueño junto a Damián Valarezo, un ecuatoriano que lo acompañó al parque La Carolina, a comprar su dinosaurio.
Valarezo contó que cumple la tradición de quemar 'el viejo' a la medianoche del 31 de diciembre, y aunque no suele lanzar a la hoguera a monigotes de políticos, entiende que unos lo hagan "para que no vuelvan a hacer lo mismo y otros para que darles buena suerte: quemar lo malo y que ahora resurjan con lo bueno".
Relata que pasa en familia y a la medianoche del 31 viste ropa interior amarilla "para atraer la buena suerte" en el nuevo año.
Además, da fe de que correr alrededor de la cuadra con una maleta al sonar las doce campanadas, abre la posibilidad de viajar. "Me ha dado resultado", señala quien vivió varios años en EE.UU.