Desde Boston, Jamil Mahuad habla con Vistazo, a 20 años de la vigencia de la dolarización, como la medida drástica que terminó con décadas de inestabilidad económica. Y reconoce el error que cometió en el manejo de la hecatombe económica que marcó el fin del siglo y el milenio para el país.
5 de diciembre de 1998. Luego de una corrida de toros, el diestro español Julián López, El Juli, de 16 años, y el entonces presidente ecuatoriano Jamil Mahuad, fueron paseados a hombros por la plaza Monumental de Quito.
Nunca antes un presidente ecuatoriano había paseado por el ruedo, en medio del aplauso y los vítores de los aficionados a las corridas taurinas. El Juli, el torero más joven del mundo, para la época triunfador en las jornadas quiteñas Jesús del Gran Poder; y Mahuad, el presidente que acababa de firmar la paz con el Perú, salieron por la puerta grande.
De la gloria al infierno. Los siguientes 12 meses el país atravesó por la más grave crisis económica desde el regreso a la democracia: fue la suma del colapso financiero, monetario, cambiario y fiscal.
El sucre como moneda se devaluó; en dos momentos el país rozó la hiperinflación. En marzo de 1999 fue el primero: los dólares se desangraban de la economía; la gente perdió confianza en el sucre y transformaba sus sueldos en divisas, subiendo su cotización a los cielos. La respuesta fue el feriado bancario con el posterior congelamiento de depósitos: los ahorros en las cuentas bancarias quedaron congelados por meses en el sistema financiero, al tiempo que empezaban auditorías internacionales que, en julio de ese año, concluirían que ciertos bancos habían maquillado cifras. Esto provocó el cierre definitivo de algunas entidades, y la angustia de los ahorristas por recuperar sus dineros, a través de la Agencia de Garantía de Depósitos. Hubo pánico; suicidios; empezó un éxodo de ecuatorianos que migraron a buscar trabajo en Estados Unidos, España, Italia y otros destinos.
El déficit fiscal era enorme. El precio del barril de petróleo bajó a 7 dólares; el Gobierno intentó subir los precios de los combustibles, causando virulentas reacciones de los transportistas, sindicatos y sectores de izquierda. Buscó un aliado en el Fondo Monetario Internacional, pero no consiguió créditos y para septiembre de 1999 el país dejó de pagar deuda: entró en default. El nuevo brote hiperinflacionario se produjo a fines de ese año e inicios del nuevo siglo. Se pronosticó una inflación de tres dígitos.
“Se abrió un hueco que succionó la economía del país”, dice a Vistazo Mahuad dos décadas más tarde, desde Boston, donde reside, exiliado después de que el correísmo iniciara un proceso penal en su contra por peculado. Sus detractores lo acusan de usar recursos públicos para salvar bancos privados. Más aún, de gobernar a favor del dueño del Banco del Progreso, cuyo propietario, Fernando Aspiazu, demostró la copia de un cheque por 3 millones de dólares, que aportó a la campaña presidencial. “Si hubiera protegido a ese banquero no habría terminado preso, su banco cerrado por malos manejos. Nunca conocí del aporte económico, porque el manejo estaba en manos del equipo de campaña, pero de haberlo conocido tampoco me hubiera condicionado para apoyar a ese banquero”.
La dolarización solo fue posible, cuando el bloqueo político terminó: los votos socialcristianos en el Congreso de la época viabilizaron la posibilidad de destituir a los miembros del directorio del Banco Central que se oponían a dolarizar. Ni los técnicos del BCE apoyaban. En el directorio se necesitaba una mayoría; eran cinco votos y uno de los vocales había cambiado de criterio, aduciendo que era la medida adecuada con el gobierno equivocado, dejando la mayoría sin piso. Solo la víspera del 9 de enero, los votos socialcristianos en el Congreso fueron asegurados para destituir y censurar a los integrantes del directorio del BCE que persistieran en bloquear la decisión.
El anuncio de Mahuad en cadena, la noche de ese domingo, tranquilizó los mercados. La ironía: días más tarde (el 21 de enero del mismo año), fue derrocado por una alianza entre dirigentes indígenas de la Conaie y un sector de la oficialidad militar, liderado por el coronel Lucio Gutiérrez. Un fugaz triunvirato gobernó por horas, antes de dar paso a la sucesión, a cargo del vicepresidente Gustavo Noboa. A Vistazo revela que el golpe estaba planificado con anticipación, no fue un hecho espontáneo tras la marcha del 21 de enero el que produjo su derrocamiento y posterior exilio.
Este enero se cumplen 20 años de estos hechos. “De la dolarización aparecieron muchos padres y madres ahora que se cumplen 20 años de su vigencia. Que yo recuerde muchos de ellos cantaban el himno de la dolarización, pero no entendían ni siquiera la letra”.
P: ¿Por qué no enfrentó el toro por los cuernos desde el principio?
R: La pregunta sería: ¿cuál es el toro, la paz con el Perú ante la inminencia de una guerra que iba a comenzar a cuatro días de que asumiera el mandato, o la crisis económica? Si el toro es la economía, la mejor manera de arreglar la economía es la paz. Los gastos en defensa consumían el 3,5 por ciento del PIB, yo enfrenté el problema limítrofe apenas asumí el mandato presidencial, en agosto de 1998. Tuvimos información de Inteligencia según la cual estaba por empezar un conflicto bélico. Le dije al director del FMI de la época (Stanley Fischer) que no podía tomar medidas económicas y dividir al país al borde de una guerra. Tuvimos una suma de factores, los efectos del fenómeno del Niño que arrasó cultivos y afectó exportaciones. El 81 por ciento de divisas ingresaba por la exportación de petróleo, banano, camarón y pescado. Las crisis financieras rusa, asiática y brasileña afectaron los mercados internacionales.
P: ¿Esto no implica rehuir responsabilidades?
R: Como Presidente fui parte de las élites de la época, y sin duda tengo responsabilidad. La diferencia es que yo no tenía a quién reclamar. Termina el proceso de paz con Perú (octubre de 1998) y yo empiezo a visitar todos los medios de comunicación para advertirles de la gravedad de lo que venía. Ya veíamos un presupuesto desfinanciado, el Congreso sobreestimó los ingresos por petróleo. Ideó la imagen del Titanic, pero para mi desencanto y sorpresa esa idea fue caricaturizada.
P: Vistazo publicó que antes del feriado bancario (del 8 de marzo de 1999) usted analizó tomar plenos poderes, cerrar el Congreso, a lo Fujimori en Perú. ¿Fue así?
R: Había un bloqueo y una paralización en el país, esto duró por días. Me dicen que Gustavo Noboa sacó un libro y escribió que Mahuad pensó declararse dictador. Jamás lo consideré por mi convicción democrática. Así como nadie habla de la paz como un hecho económico, nadie habla de la dolarización adoptada en democracia, eso significa que yo respeté al Congreso y la institucionalidad. Años más tarde, he escuchado que el país le ha reclamado a un presidente (Correa) porque logró respaldo, pero lo hizo a palos. Tuve el peor Congreso de la historia pero respeté la institucionalidad y logré apoyo internacional.
P: Sin embargo no llegaba un dólar en préstamos.
R: Se requerían entre 400 y 500 millones de dólares, que no es nada en relación a los montos que manejó Correa durante su gobierno. La dolarización es la solución a 20 años de problemas desde el regreso a la democracia, no es la solución al último año del problema que me tocó vivir. La inflación, el endeudamiento y la devaluación eran parte de la crisis. Es como un río que viene caudaloso y al final termina en una cascada, alguien puede decir que pusieron una represa por la catarata, pero la represa la pusieron por el río.
P: Se le reclama que desde febrero 1999 debió optar por la dolarización. Que en última instancia le faltó liderazgo.
R: Para esa época todavía no había una corriente generalizada a la dolarización. Había opiniones a favor y en contra. Solo cuando se transparentó la situación de la banca privada, en julio de 1999, pudimos empezar a estudiar a profundidad los escenarios para dolarizar. Con bancos enfermos no podíamos hacerlo. Luego, encontramos bloqueo en el legislativo, ni el Banco Central de la época era favorable a dolarizar. Se suele mencionar que un presidente no hace caso. Cuando escucha a dos opiniones contrarias, y toma la decisión que va en una de las dos direcciones, la tendencia de la que no fue escuchada busca decir que se le perjudicó.
P: Más aún, se dice que el presidente está gobernando a favor de un grupo, y a usted se le acusó de gobernar a favor de la banca. ¿Cómo responde?
R: Yo quisiera que me demuestren cómo lo hice.
P: El feriado bancario y el congelamiento de depósitos en marzo de 1999 son interpretados como medidas para favorecer a instituciones privadas.
R: La Superintendencia de Bancos decía que no había problemas con la banca. Mire, 20 años sin que yo pueda defenderme se usaron para repetir una mentira miles de veces. Yo soy el presidente que auditó a todos los bancos y le dijo al país en cadena nacional cuáles eran los resultados. Los criterios para evaluar a los bancos se publicaron en la prensa antes de empezar las auditorías, para que se vea que no había intención de favorecer a uno u otro. Dejé un país con un sistema financiero saneado, además de la firma de la paz con Perú y la herencia de la dolarización.
P: ¿En qué se equivocó?
R: Sabía que venía algo complicadísimo pero me quedé corto en las previsiones. Llega un momento en que hay que escoger entre el bienestar personal y el colectivo. Hay que escoger entre comer bien y dormir bien, lo segundo se logra cuando los actos se alinean con el GPS moral.
P: ¿Usted duerme bien?
R: Gracias a Dios así es. Si no hubiera tomado alguna decisión por miedo político, por temor a perder el capital político que tuve, ahora estaría muy arrepentido. Créame, duermo bien, he encontrado la paz.