Si usted hace compras en el Mi Comisariato del centro comercial El Dorado de Samborondón, seguramente ya conoce a Heydi Vergara Goya. Ella se encarga de la reposición de productos en los pasillos y vuelve a ubicar todos los carritos de compra a la entrada del supermercado. Heydi se considera una empleada más, pero no lo es...
Hace quince años caminaba con su mamá por la acera cerca de su casa en la parroquia Victoria del Monte, vía Salitre, cuando de repente escuchó el ruido ensordecedor de las llantas de un vehículo que intentaba evitarlas. No recuerda nada más.
Se despertó en el hospital con dolores intolerables y una noticia que esta mujer de 25 años todavía recuerda con lágrimas en los ojos: “Me anunciaron que mi mami había muerto. Ella tenía 27 años, yo 9. Me dijeron que me habían tenido que sacar inconsciente de debajo del carro”. Heydi tuvo que ser intervenida un sinnúmero de veces. “Me tuvieron que suturar puntos en la cabeza, tenía hemorragia en la barriga y dolor en el brazo y la pierna”.
Hoy Heydi vive sin su brazo derecho y con una pierna muy debilitada. No culpa a nadie. Dice que estuvo en el lugar equivocado mientras un conductor perdió los frenos y no pudo evitar el accidente.
La joven guayaquileña vive con su abuelita Irma en el Recinto Santa Lucía, es el sostén de su casa. Dice que le gusta su trabajo. “Tengo 4 años trabajando acá, mis compañeros son muy buenos y hay muchos clientes que me felicitan, me dicen que soy una guerrera”.
Heydi no se siente menos que nadie, estudió tres años de Administración de Empresas y quiere ser una buena profesional. Confiesa que a veces se deprime, pero que se le pasa rápido. “Me gusta ir a la playa o al cine con amigos”.
Mientras hablo con Heydi sus compañeras del trabajo se acercan, le dicen que se saque la mascarilla para la foto. Ella es querida y muy tímida. No se siente cómoda con tantas miradas. Aunque la sociedad insiste en decirle que es vulnerable, ella da lo mejor de sí, lo da todo de hecho, y con una sonrisa en el rostro.
Le pregunto qué quisiera a futuro. “Siempre soñé con ser doctora pero es difícil trabajar y estudiar al mismo tiempo”.
Heydi es parte de esa población con algún tipo de discapacidad que busca las oportunidades de salir adelante.
En Ecuador la pandemia del coronavirus también golpeó a esta población. A febrero de 2020 el país contaba con 68.688 personas con discapacidad laboralmente activas, pero a septiembre de 2021 esa cifra bajó a 62.298, es decir que más de 6.000 perdieron sus empleos.
Esto pese a que el Código del Trabajo demanda que el porcentaje obligatorio de contratación de personal con discapacidad sea del 4% en empresas que cuenten con más de 25 empleados.
La situación laboral de las personas con alguna discapacidad es más precaria cuando se trata de mujeres. La brecha laboral está dividida así: 64,38% son hombres y apenas un 35,52% son mujeres.
La empresa en la que Heydi trabaja es una de las que ha dado paso a esta inclusión, pero al país le falta despejar caminos para que más personas con discapacidad puedan contar con nuevas oportunidades.