Que Ecuador y Estados Unidos fijen un intercambio comercial de largo plazo resume la inestable política de comercio exterior del país. Ya son más de 16 años desde que Ecuador se sentó, junto a Perú y Colombia, a negociar el famoso Tratado de Libre Comercio (TLC).
Arrancó en 2004, en el gobierno de Lucio Gutiérrez, y terminó en 2006, en el período de Alfredo Palacio. Luego con Rafael Correa, la relación fue muy áspera.
Al final,
tanto Colombia como Perú firmaron el acuerdo mientras Ecuador nunca pudo sentarse en una mesa de diálogo sin ideologías políticas de por medio. Desenlace atípico por las coincidencias entre ambos países, entre esas la migración: EE.UU. es el principal destino para nuestros migrantes. Es el país que da más remesas al Ecuador: 1.600 millones de dólares en promedio por año.
Coincidencias también en lo comercial:
es el principal destino para las exportaciones ecuatorianas, tanto las petroleras (crudo y derivados) como las no petroleras (banano, camarón, etc.). Con esta última, de enero a septiembre 2020, generó 2.500 millones de dólares, un crecimiento del 23 por ciento en el mismo período de 2019.
Las exportaciones no petroleras a EE.UU., que es un mercado con 330 millones de habitantes, representan el mismo porcentaje que las ventas a todo el bloque de la Unión Europea, que tiene 500 millones de personas en 28 países. Vende el mismo volumen a menos compradores”.
¿Podrían mejorar las ventas ecuatorianas a Estados Unidos?
“Sin duda”, asegura Eduardo Egas, presidente ejecutivo de la Corporación de Promoción de Exportaciones e Inversiones (Corpei). “No solo crecerían las exportaciones sino que daría certidumbre en otros aspectos”.
Uno de esos, agrega, es la atracción de inversión.
Entre 2018 y 2019, por ejemplo, desde EE.UU. han ingresado 200 millones de dólares en inversiones en el país, sobre todo en el sector agrícola y comercial. Mientras Colombia recibió, solo en 2019, más de 2.600 millones en ese rubro.
“Los verdaderos frutos de un acuerdo comercial se dan también con la oportunidad de mejorar la capacidad productiva, hacer alianzas para nuevos proyectos, potenciar la logística, la transferencia tecnológica...”, explica Egas.
Lo ejemplariza
con los programas de apoyo a las Mipymes (micro, pequeñas y medianas empresas), financiados con recursos de la Unión Europea como parte del Acuerdo Comercial firmado en 2017. “Permitió a los empresarios ecuatorianos, que tenían poca o ninguna experiencia en exportación, perder el miedo a hacerlo, mejorar su producción, ir a ferias e incluso sacar certificaciones de calidad que ahora les sirve para vender a cualquier destino del mundo”.
De 287 mil dólares que exportaban las Mipymes a la Unión Europea en 2016, pasaron a un acumulado a la fecha superior a los 13 millones (cifras de la Federación Ecuatoriana de Exportadores).
Perder el miedo “Ojalá el acuerdo con EE.UU. llegue rápido”, dice esperanzado Marcos Zhindón, gerente general de Productos Man-Zhi, Alimentos Industrializados. Exportan congelados derivados del plátano (maduro, patacones, etc.) a ese país, al igual que a otros mercados, entre esos a la Unión Europea.
Él es uno de los beneficiados de ese Acuerdo con la Unión Europea, ya que
duplicó sus envíos a España, uno de los países que integran ese bloque económico.
Algo que
está seguro que lograría si se firma un acuerdo similar con Estados Unidos, ya que allá mandan más del 80 por ciento de sus exportaciones.
Hoy Ecuador tiene un inestable beneficio para el ingreso de sus productos en suelo estadounidense con el Sistema General de Preferencias Arancelarias (antes existía otro mecanismo llamado ATPDEA). “Siempre estamos a expensas de que se renueve”, reconoce Zhindón, ya que cada fin de año EE.UU. analiza su renovación.
Para el Grupo Vilaseca, propietario de Chivería y Facundo,
la falta de un acuerdo comercial los ha llevado a depender de esos sistemas temporales. “Sin eso tendríamos que pagar 14,9 por ciento de arancel para exportarles brócoli congelado, 11,5 por ciento por el gandul enlatado, 14,5 por ciento en frutas tropicales... Eso complicaría entrar a ese mercado, sobre todo con competidores como Perú, que tienen costos más bajos”, reconoce Carolina Kourroski, presidenta ejecutiva de Semvra, la Unidad de Alimentos de ese grupo.
A través de Semvra Food Solutions proveen alimentos congelados, conservas y pulpas de fruta asépticas para empresas en EE.UU. como Goya, Kings Crown, Costco y Walmart. “Alrededor del 52 por ciento de nuestras exportaciones van a ese destino”. En parte por “la gran influencia latina, que da oportunidades para productos étnicos”.
Sí es cierto que
un acuerdo comercial también incluye riesgos por el lado de las importaciones. Riesgos hacia la industria nacional, en desventaja competitiva frente a las industrias y comercios estadounidenses. Pero también no tener un acuerdo implica una afectación en el precio hacia el consumidor ecuatoriano, que debe acceder a productos más caros de ese origen o adquirir a través de contrabando.
Por eso Eduardo Egas, hoy en la Corpei pero que fue parte del equipo negociador en su momento del Acuerdo Comercial con la Unión Europea, cree que no se puede repetir el error que se tuvo en las charlas de 2004 para el TLC con EE.UU. siguió: exclusión de beneficios arancelarios en varias decenas de productos agrícolas; períodos de desgravación arancelaria de hasta 10 años; “e incluso la opción de poner protección en algún producto si es que por el ingreso de un artículo europeo, una industria nacional tiene problemas”.
Por el contrario, Felipe Ribadeneira, presidente de la Federación Ecuatoriana de Exportadores (Fedexpor), asegura que
hay oportunidades de exportación incluso en sectores denominados sensibles. “Los productos agrícolas pueden ampliar su presencia por el alto poder adquisitivo en EE.UU.”.
Esto, agrega, también se aplica para productos como elaborados de madera, por ejemplo.
Actualmente Ecuador le vende un poco más de 100 millones de dólares en madera y derivados a EE.UU., pero en total ese país compra 17.800 millones más en esos productos a otros países.
¿Cambio de ruta?
En 2019, más de 1.100 empresas ecuatorianas exportaron productos a EE.UU. (no se incluyen en ese número las que venden petróleo), según Fedexpor. Esto significó
2.700 millones de dólares en ingresos para el país, menos de la mitad de lo exportado (sin ncluir petróleo y derivados) por Colombia y Perú.
Hace dos años, en una reunión del Consejo de Comercio e Inversiones con los Estados Unidos (TIC, por sus siglas en inglés), se crearon las mesas técnicas para dialogar sobre la relación comercial entre ambos países. Este proceso avanzó hasta ahora con la firma de un acuerdo comercial fase 1, que incluye diálogos sobre las buenas prácticas regulatorias, los beneficios para las Mipymes, la facilitación al comercio y las acciones para combatir la corrupción en el comercio internacional.
¿Qué significa este avance?
Para Iván Ontaneda, Ministro de Producción y Comercio Exterior, es aumentar las exportaciones no petroleras y, por ende, las fuentes de empleo. "Hoy son cerca de medio millón de empleos generados por empresas que exportan a ese país".
También, agrega, significa que Mipymes gocen de una reducción y simplificación de procesos aduaneros.
Uno de los escollos será la voluntad política, mucho más en época de elecciones presidenciales. “Siempre las posturas ideológicas pueden afectar los procesos comerciales del país”, menciona Egas.
Si existe voluntad de avanzar en este camino, cree que
el próximo año se podría concretar el acuerdo. “Esa voluntad no se reflejará
hasta agosto o septiembre, que es un tiempo prudente desde la llegada del nuevo Gobierno”.
Queda tiempo para resolver los temas incómodos que han retrasado este acuerdo. Incómodos como la incertidumbre del sector exportador e importador del país de contar con reglas claras y a largo plazo. Es la historia de un desacuerdo entre países que “hablan” el mismo idioma, sin tener la misma nacionalidad.