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Esteban Santos

Nicaragua: el país condenado a convivir con dictadores

lunes, 8 noviembre 2021 - 17:55
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    De Somoza a Ortega, hablamos de un país que pasó de ser una dictadura de derecha (1937-1979) a una de izquierda por los entonces héroes sandinistas que los derrocaron pero que luego se aferraron al poder. Hablamos por ende y sin sorpresas, de uno de los países más pobres de toda la región, con una población por encima de los 6 millones ½ de habitantes, donde el 52% de ellos no cree ya que la democracia sea el mejor sistema de gobierno; y cómo hacerlo, si luego de más de tres décadas de Ortega en el poder, hay nuevas generaciones, que como en el caso venezolano, no conocen de otro sistema de gobierno.

    Un régimen que bien se dice, mutó a un sultanato, a vista y paciencia de sus habitantes y de la comunidad internacional, que ha gobernado de 1979 a 1990 y luego desde 2007 hasta la actualidad. Pero fue en 2017 el momento que aceleró esta kafkiana metamorfosis, cuando el Sr. Ortega decidió nombrar como vicepresidente a un personaje que se ha ganado ya un espacio muy oscuro en los libros de historia, su inefable, déspota y sanguinaria esposa Rosario Murillo, en unas elecciones de muy dudosa legitimidad como lo fue en el caso boliviano.

    Para estas elecciones de noviembre de 2021, ya no se guardaron si quiera las formas, el matrimonio Ortega-Murillo se encargó de encarcelar a 159 presos políticos, 7 de ellos aspirantes a la presidencia de la República. Sin oposición, hoy en día el sandinismo lo controla todo, empezando por el Consejo Supremo Electoral, por lo que no permitieron ningún tipo de observación internacional, ni se otorgó derecho de acreditación a la prensa independiente.

    Este señor, ahora sí con todas las letras ‘Dictador’, está próximo a cumplir 76 años a finales de noviembre, busca su quinto mandato, su cuarto consecutivo. Afirmo, con absoluta certeza, que será proclamado como vencedor (lo digo sin tener un ápice de duda) y el que se publique este artículo antes de la proclamación oficial de los resultados este 15 de noviembre, será una buena fe de aquello. A partir de esta fecha, Nicaragua pasará a ser una estado paria, con una condena unánime de parte de todas las democracias serias signatarias de la carta de Naciones Unidas, se espera por ende una escalada de sanciones internacionales y el aislacionismo de su clase gobernante.

    Finalmente, en la otra orilla se espera también una nueva explosión de la migración por la falta de oportunidades e inseguridad a causa de la crisis interna en lo económico y social, que terminará de estallar. Sin instituciones, prensa libre u oposición política, me decanto a creer que la iglesia católica pasa a tener, sin haberlo pedido, un rol en extremo protagónico. Recordemos que más del 90% de los nicaragüenses se definen como cristianos y católicos practicantes, por lo que celebro y aplaudo el constatar las declaraciones de varios párrocos instando a sus fieles a no ser parte de este circo de elección y mantenerse fuertes para salir adelante en esta adversidad.

    Una nueva crónica de caos anunciado se avecina, mi profunda solidaridad y saludo fraterno al pueblo nicaragüense.

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