Carlos Rojas Araujo

El estatus político de los narcos

viernes, 4 agosto 2023 - 20:25
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    Puede haber cien maneras de asimilar el estallido de violencia que vive el país, pero los ecuatorianos hemos escogido la peor: normalizar el narcotráfico y su miserable actividad. Le hemos dotado de estatus político pese a su capacidad agresiva de quitarle a la sociedad valores, libertad y autoestima.

    La descomposición parte de una ecuación cínica e incompleta. El correísmo, que exhibe las cifras más bajas de asesinatos violentos, acusa a Moreno y a Lasso de haber desmantelado el Estado durante seis años, permitiendo el descontrol de las mafias.

    Los anticorreístas, en cambio, dicen que los aportes de las FARC a la primera campaña de Alianza PAIS, la salida de la Base de Manta en 2009 y el concubinato entre narcos, jueces y políticos de la Revolución Ciudadana maceró un coctel de chantaje y complicidad que dio tranquilidad al país hasta que llegaron los sucesores.

    Por eso, las masacres en cárceles y ciudades se desatan cada vez que la política o las elecciones necesitan un distractor que sumerja a los ecuatorianos en el miedo y los inmovilice.

    ¿Quién tiene la razón? La discusión se volvió bizantina pues la rabia de la gente ya no encuentra consuelo en un pésame aturdido por esa cantaleta.

    Lo vivido estos días es la constatación de que Ecuador tocó fondo porque tiene que llorar, como en México o en Colombia, los crímenes más brutales. Y porque luego de cada disparo, el país se acostumbró a pisotear y escupir a un Estado inoperante y no a repudiar a los terroristas y asesinos. Despreciamos (quizá con razón) el trabajo de policías y militares, pero pulula el morbo por saber cómo los narcos urden sus fechorías. De los jueces ni nos acordamos. Sabemos y asumimos que muchos son corruptos, pero toleramos su asquerosa gestión.

    Así de ruin es nuestra política: el sábado 22 de julio empezó el enésimo amotinamiento en la Penitenciaría del Litoral y el domingo 23 asesinaron al alcalde Agustín Intriago. El luto generalizado se llenó de reproches: correístas contra lassistas, intriaguistas contra correístas. En el medio, un gobierno zombi sin voluntad ni iniciativa.

    Se viralizaron, entonces, las torpes declaraciones de Andrés Arauz de que en un eventual gobierno correísta habrá que conversar con los 10 más buscados. Y mientras la campaña de Luisa González trataba de frenar la bola de nieve, el terror regresaba a Guayaquil y Esmeraldas para que luego apareciera en las redes alias “Fito”, tan amigo de ciertos políticos y ciertos periodistas, hablando de tregua y paz. Un video oportuno para que la Revolución Ciudadana acuñara una nueva hipótesis: quien transa con los criminales es Lasso...

    Los narcos, sin rechazo colectivo y funcionales a cualquier político que urja sus servicios, se nos ríen en la cara y sus canciones envenenan a nuestros jóvenes a través de TikTok.

    El debate nacional es una opereta de mal gusto, porque las élites y el pueblo les permitimos llegar demasiado lejos. Nadie es capaz de lanzarles un grito de dignidad ni de convocar, por ejemplo, a una gran movilización para decirles ¡basta! Sí, una gran movilización como las que acostumbramos hacer y apoyar cada vez que nos suben la gasolina para arrinconar a este Estado parapléjico que solo sirve para pagar subsidios.

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