El principal indicador de inseguridad en un país es su tasa de muertes violentas, asegura la Organización de Naciones Unidas (ONU). En Ecuador, esa cifra es liderada a escala nacional por la provincia del Guayas, según datos de la Policía Nacional.
En lo que va del 2020, se han registrado 641 muertes violentas en Guayas; de las cuales 469 fueron en Guayaquil. Le siguen provincias como Manabí con 153 muertes violentas y Los Ríos con 114.
En Guayas, la tasa de homicidios es mayor que la de estados como Sinaloa, en México, conocido por ser la cuna de grandes capos y un área de frecuentes enfrentamientos entre carteles de la droga, según un análisis del investigador y analista de datos, Carlos Oporto.
Para su reporte, Oporto hizo una comparación de la tasa de homicidios por cada 100.000 habitantes entre Guayas y Sinaloa, y también entre las ciudades más pobladas de cada provincia y estado respectivamente. Según el especialista en datos, para llegar a su conclusión ocupó los datos de las instituciones oficiales de cada país.
Entre sus resultados encontró que en Guayas la tasa de homicidios es de 17,1; mientras que en Sinaloa es de 16,3, alrededor de un punto por debajo de la provincia ecuatoriana. A nivel de ciudades tampoco hay mucha diferencia, en Guayaquil, la tasa es de 21.00, mientras que Sinaloa es de 22.9, según Oporto.
El experto también hizo una comparación con otras ciudades del mundo a las que Guayaquil supera ampliamente. Miami, por ejemplo, tiene una tasa de 8,7; en Nueva York es de 2,5; Barcelona 0,6 y Madrid 0,35.
Sin embargo, otras ciudades como Tijuana (78,7), Ciudad del Cabo (48), Fortaleza (46,5), Detroit (34,3), Tegucigalpa (33,4), Guatemala (31,8), Cali (28,17) y San Salvador (26,6) superan a las cifras del Guayaquil.
¿QUÉ OPINAN LOS EXPERTOS?
Daniel Pontón, decano de la Escuela de Seguridad y Defensa del Instituto de Altos Estudios Nacionales, considera que el problema de la inseguridad en el país, profundizado en Guayas, se debe a un “relajamiento del Estado”.
“Hemos perdido la capacidad de hacer política pública. No es cierto que se ha negociado con las bandas y ahora estamos cosechando la violencia porque, si bien es cierto, existe una representación de las muertes por microtráfico, esta no es mayúscula en la sumatoria total de homicidios porque la gente es asesinada por diferentes motivos: riñas, disputas personales, sicariato”, señala.
Pontón describe que la violencia es como “la fiebre”. Si las cifras de violencia son altas, quiere decir que algo está descompuesto, señala.
El arreglo de ese mal tiene que ver con diversos factores, apunta: punitivos y de control en combinación con otros como consumo de alcohol y drogas, explica.
Además, el experto recuerda que la violencia es “una espiral”, que se acumula. “Se dice que por cada muerte existe 1,5 homicidios más, y es ahí dónde tampoco se ha podido controlar. Por ejemplo, un dato importante es el porcentaje de muertes resueltas que lo da la Dinased (Dirección Nacional de Delitos contra la Vida, Muertes Violentas, Desapariciones, Extorsión y Secuestro), que ha ido bajando. En años pasados tenía entre 30 y hasta 40 %, ahora no tiene más de 20 %, entonces, así es imposible que el Estado entienda lo que está pasando y actúe”, señala.
Por su parte, Abraham Correa, exgeneral de la Policía Nacional, piensa que el problema de violencia en las calles se debe a que no hay una estrategia conjunta para combatir la inseguridad.
“Ha sido como una bola de nieve que ha ido en incremento. Poco o nada se ha hecho por involucrar a todos los sectores y organismos que tienen que ver con esta problemática. No ha intervenido directamente el Ministerio de Gobierno, de Educación y Trabajo. Han dejado huérfana a la Policía Nacional y a la Justicia”, afirma.
Según Correa, al contrario de lo que piensa Pontón, la inseguridad tiene relación, principalmente, con lo que sucede en las cárceles. Apunta a la falta de rehabilitación. “No hay rehabilitación de los internos para poder lograr un orden. Son seres humanos enjaulados sin actividad, guía, ni nada. No hay expertos para manejar los perfiles de cada uno de los privados de la libertad”, menciona.
Al no haber esta rehabilitación, continúa, las bandas siguen dando órdenes en las calles para delinquir y la violencia sigue creciendo. “El Estado está perdiendo el control de las cárceles y de los presos”, asegura.