Ni la tragedia los detiene. Pese a las noticias de muertos y desaparecidos, miles de ecuatorianos se arriesgan a cruzar ilegalmente las fronteras con el objetivo de llegar a Estados Unidos. Las cifras oficiales y ocultas dan cuenta de que este año el país alcanzará un pico de migración: fácilmente superará las 100 mil personas que abandonaron el país buscando mejores oportunidades.
Le dijeron que todo estaba seguro, que desde Nicaragua era cuestión de un par de semanas para llegar a Estados Unidos. Verónica Toaquiza logró cruzar hasta Monterrey, México, con un grupo de migrantes de varias nacionalidades a quienes no conocía. La joven de 23 años estaba muy cerca de la frontera. Enviaba mensajes a sus familiares todos los días contándoles los detalles de dónde se hospedaba y con quién conversaba. Les decía que faltaba poco para coronar el sueño americano y poder enviar dinero para la familia, especialmente para su hija de siete años, quien ahora quedó huérfana.
Diecinueve días después de haber emprendido el viaje, el 11 de noviembre, el vehículo en el que viajaba Verónica con otros 11 migrantes se estrelló. “Ese día nos mandó el último mensaje y empezó esta pesadilla”, dice su hermano, Wilson Toaquiza, quien atiende una frutería en el sur de Quito. Son una familia de comerciantes que llegó desde Pujilí, Cotopaxi, hasta la Capital en busca de mejores días. Pero con la situación del país, cargar y vender papas y frutas no es suficiente, reflexiona Wilson. Por eso su hermana buscaba un mejor futuro, a pesar de los riesgos.
Como Verónica, en lo que va del año, solo 500 de los más de 30 mil ecuatorianos que han volado hasta Nicaragua, retornaron al país. Van con la excusa de hacer turismo, pero con el evidente objetivo de llegar a Estados Unidos de manera ilegal. Estos datos se desprenden de la estadística migratoria del Ministerio de Gobierno, que dan cuenta de un nuevo aumento de la migración. En 2021 ya se vivió este fenómeno: más de 127 mil ecuatorianos salieron a México, de los cuales retornaron solo 57 mil. Es decir, el saldo migratorio fue de 70 mil compatriotas que seguramente intentaron cruzar a Estados Unidos. Eso obligó a que México exigiera visa a los ecuatorianos a mediados de agosto de 2021, con lo que se redujo el flujo migratorio. No obstante, en los últimos meses vuelve a crecer por otras rutas de Centroamérica y enfrentándose a más riesgos.
El último hecho lamentable fue el naufragio de una lancha en las costas mexicanas que llevaba a 30 migrantes, entre ecuatorianos y cubanos. Tras el accidente se confirmó la muerte de una niña ecuatoriana y la desaparición de otros siete compatriotas. Las noticias trágicas empiezan a multiplicarse. ¿Hay una nueva ola migratoria?
Nadie sabe cuántos se han ido. Según el registro migratorio, entre enero y octubre de este año, más de 86 mil ecuatorianos que salieron del país por aeropuertos, puertos o pasos fronterizos, es decir, por vías legales, no han retornado. Eso es lo que se denomina saldo migratorio. En 2021 fueron menos: 81 mil. Pero esa cifra se podría quedar corta porque hay muchos que están saliendo por vías irregulares para cruzar la selva del Darién en Panamá, una ruta en la cual han muerto cientos de migrantes.
Por esta travesía se embarcaron los hermanos Henry y Jack Chup, oriundos de una comunidad shuar de Morona Santiago. Un amigo les habría ofrecido un trabajo en EE.UU. Los hermanos de 29 y 20 años se fueron solos, según narra un familiar. Pero una semana y media después, Henry no pudo atravesar un río en medio del Darién; fue arrastrado por la corriente. Jack logró llegar hasta Costa Rica y pedir ayuda al Consulado de Ecuador. Retornó al país, pero siguen a la espera de poder repatriar el cadáver de su hermano. Henry era síndico de la Comunidad Shuar San Miguel del cantón Tiwintza, la cual emitió un comunicado de condolencias el 20 de octubre pasado.
Los hermanos Chup fueron parte de los más de 15 mil ecuatorianos que, desde enero a octubre, transitaron ilegalmente por el Darién, según datos del Servicio Nacional de Migración de Panamá. No se sabe cuántos de ellos murieron, muchos casos no se conocen ni son expuestos a la prensa. Sin embargo, según datos oficiales de migración, solo 6.000 ecuatorianos han salido a Colombia. Es decir, la mayoría de estos 15 mil que pasaron el Darién se fueron por pasos irregulares hacia Colombia y luego a Panamá. Son las cifras ocultas.
“Lamentablemente la mayoría de los coyotes no deja rastro”. Muchos no pasan por un aeropuerto o cruce fronterizo, “entonces no tenemos un registro migratorio (de todos los que han salido). Es migración irregular y no podemos tener certeza de las cifras”, dice el viceministro de Relaciones Exteriores, Luis Vayas.
Aunque muchos consideran que la principal causa es la situación económica del país, Vayas dice que el primer problema es la existencia de redes y mafias criminales que se dedican al tráfico y trata de personas. Para ello, asegura, Cancillería y el gobierno en general han hecho campañas de información en las zonas donde hay más migración. También menciona que se realizan programas con el Ministerio de Producción para promover la economía en estos cantones deprimidos. Evidentemente, estos esfuerzos se quedan cortos frente a la necesidad y deseo de mejores oportunidades.
Todo apunta a que el flujo migratorio no se va a detener. En los primeros nueve meses de este año, la oficina de Aduanas y Protección de Fronteras de EE.UU. detuvo a más de 22 mil ecuatorianos y solo en octubre fueron 7.011. La oficina aún no reporta los datos de noviembre, pero se estima que será una cifra mayor, lo que daría cuenta de un nuevo repunte. Para William Murillo, de la organización 1800 Migrante, los datos guardan relación con las noticias cada vez más frecuentes de accidentes, muertes y desapariciones de migrantes ecuatorianos. “Es trágico y doloroso. La situación económica y la violencia empujan a que la gente prefiera arriesgarse. La mayoría son de sectores rurales donde ni siquiera hay servicios básicos”, lamenta.
Muchos de los detenidos en México y Estados Unidos son cooptados por las redes de coyoteros en esos países que les ofrecen algún estatus migratorio para no ser deportados, y mantener la esperanza del sueño americano. “Pero eso es una estafa”, dice el vicecanciller Vayas. “Así les tienen meses y hasta un año para sacarles más dinero. Por eso es importante que los migrantes y los familiares se contacten con los consulados o las direcciones zonales para brindarles ayuda”. Según Cancillería, 3.011 ecuatorianos han sido deportados este año.
Parece que ni las trágicas noticias que demuestran los riesgos de la migración irregular van a detener este éxodo. Hace más de un año, cuando se vivía un pico de migración, quizá similar al de ahora, Christian Barbecho Quezada, un joven de 15 años, oriundo de Cuenca, murió en el desierto de Sonora. Iba con su padre, quien ya había cruzado la frontera hace años y regresó por su hijo. Los dos fueron abandonados por los coyoteros. Christian no soportó el calor; su padre sobrevivió. La noticia se corrió por todo el Austro, pero la memoria es frágil y probablemente no pasará mucho tiempo para que se escuche un caso similar.
“La gente debe pensarlo dos veces, por más que digan que no habrá ningún riesgo”, dice Alicia Calle, quien todavía guarda la esperanza de que sus dos hermanos y su cuñada lleguen a casa. Sus tres familiares salieron desde Azogues, provincia de Cañar, a un crucero por las Bahamas. Al menos esa era la fachada “segura” para evitar el desierto. Una conocida había hecho la ruta meses atrás y les dijo que no había de qué preocuparse. Sus hermanos hipotecaron sus casas e hicieron préstamos a un banco para costear el viaje. Desaparecieron en las Bahamas y hasta ahora no saben qué pasó.
“Las casas se perdieron por las hipotecas, pero mi mamá sigue pagando el préstamo al banco. No hay un papel que diga que mi hermano está muerto para presentar en el banco y que ya no nos cobren el préstamo”, lamenta Alicia. Entre 15 y 20 mil dólares cobran los coyotes por la travesía. Incluso, ofrecen hasta dos y tres intentos si son detenidos en las fronteras, pero muchos lo arriesgan todo porque ya no tienen nada que perder.
Ecuador vive una tercera ola de migración. La primera inició en la década de 1960, cuando entró en crisis el mercado de los sombreros de paja toquilla, base de la economía de las provincias de Cañar y Azuay. Muchos artesanos y campesinos de estas zonas abrieron las primeras rutas terrestres hacia Estados Unidos. Esas fueron las prematuras experiencias clandestinas de migración. Así lo describe una investigación denominada “Análisis de las políticas públicas en torno a la trata de personas y el tráfico de migrantes en Ecuador”, de Save the Children International.
La segunda ola fue en la década de 2000, tras la crisis financiera; en ese entonces el destino no solo fue Estados Unidos, sino, sobre todo, España e Italia que no pedían visa. Entre 2000 y 2004, un promedio de 150 mil ecuatorianos abandonaba el país anualmente. A partir de 2009, el éxodo ecuatoriano se detuvo e incluso retornaron miles con programas en favor de los migrantes. Pero en 2014, cuando se derrumbaron los precios del petróleo, los ecuatorianos volvieron a buscar oportunidades en otros países. Ese año fueron 8.000 ecuatorianos los que migraron y la cifra empezó nuevamente a ascender sin que hasta ahora baje. En 2017 fueron 41 mil y quizá este año sean más de 100 mil, si solo se cuentan a los que abandonaron el país por vías regulares.
La paradoja de toda esta tragedia es que mientras más compatriotas abandonan el país por la situación económica, más remesas llegan y le inyectan liquidez a la economía. Según cifras del Banco Central, en los primeros seis meses de este año, Ecuador recibió más de 2.250 millones de dólares en remesas. Teniendo en cuenta que, a finales de año, es cuando más remesas llegan, el 2022 tranquilamente superará la cifra del año anterior que fue poco más de 4.000 millones de dólares. Tragedia y paradoja.
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