“Recomiendo a la Junta que imparta órdenes a los internos de guardia para que diariamente se recete, gratuitamente, a los pobres que vienen en demanda de este servicio y que nuestras boticas despachen dichas recetas sin costo alguno”, escribía en 1905 Alejandro Mann, exdirector de la Junta de Beneficencia de Guayaquil.
Dieciocho años antes había germinado la idea. A medida que crecía la ciudad, al municipio se le hacía más difícil la administración de los centros de salud y otras labores de asistencia social. Por ello, el alcalde de entonces, Francisco Campos Coello pidió al Legislativo una reforma que le permitiese delegar a entidades privadas de beneficencia su administración. Esa Ley estuvo lista en agosto de 1887. El mismo Campos Coello se encargó de motivar a profesionales y empresarios de la urbe para conformar lo que en enero de 1888 se llamó Junta Municipal de Beneficencia de Guayaquil. El primer director fue el panameño Eduardo Arosemena Merino, cuyo legado incluye haber tenido hijo y nieto presidentes del Ecuador.
Desde sus inicios, la principal fuente de financiamiento de la Junta fue la Lotería. A ello se sumaron algunos fondos de donaciones. Una Ley posterior otorgó a la Lotería, exclusividad en todo el territorio nacional.
A su cargo hoy están cuatro hospitales, cuatro hogares de acogida, dos cementerios y dos unidades educativas. Su accionar acompaña al habitante de Guayaquil y sus alrededores, desde antes del nacimiento, hasta su descanso eterno. “La entidad de larga data ha sido gestionada por ciudadanos prestantes de Guayaquil, bajo la tradición del voluntariado. Su papel es reconocido a lo largo de la historia”, se leía en un editorial de diario El Comercio de Quito, en 2010.
“La lotería estuvo tres meses sin ingresos”
Juan Xavier Cordovés es el director de la Junta de Beneficencia de Guayaquil. Especializado en finanzas. Acuicultor y palmicultor. Fue presidente de la Cámara Nacional de Acuacultura, vicepresidente financiero de la Cemento Nacional y presidente de Fundación Natura.
P: ¿Qué significado tiene la Junta?
R: Beneficencia, apoyo, solidaridad, empatía por los que vivimos en el Ecuador. Es una tradición guayaquileña de lo que identifica a la ciudad que es dejar el destino en manos de los propios guayaquileños. Hemos sido siempre una ciudad de emprendedores y se ha buscado mucho el apoyo del sector privado. Somos transparentes en el manejo de los activos que tenemos y los servicios que damos.
P: ¿Cómo se vinculó a la Junta?
R: Siempre me ha gustado el trabajo comunitario. Cuando estuve en Fundación Natura me involucré en temas ambientales. Uno tiene ese deseo de ayudar y de encontrar el mejor camino para hacer lo que se quiere. Eso me vinculó a la Junta hace más de seis años. Esta es una institución que cada día me maravilla más por el alcance y el poder que tiene de solucionar problemas sociales. Mi sueño es que la huella sea cada vez más grande. Son 1,7 millones de guayaquileños los que han nacido en la Junta de Beneficencia.
P: ¿Incluido usted?
R: No, yo nací en Quito. Soy uno de los tres directores no nacidos en Gua-yaquil (Eduardo Arosemena Merino en Panamá y Luis Vernaza en Antofagasta). Sin embargo, vine a Guayaquil a los tres años. Soy un guayaquileño más luchando por esta ciudad, pero mi visión es siempre nacional.
P: Haber sido nombrado director, en medio de una pandemia, no debe haber sido fácil.
R: Definitivamente nos llenó de muchísima preocupación coger la Junta en medio de unas perspectivas terribles. Llenos de optimismo entramos y empezamos cambios interesantes. Estamos llenos de gente muy capacitada, muy entregada. Buena parte de ellos están hoy con un sueldo reducido, pero con un sentido de apoyo a la institución. Una de mis primeras preocupaciones es recuperar eso en pocos meses. Este es el momento más crítico de la historia financiera de la Junta.
P: ¿Cómo van las deudas?
R: Hoy en día hay un acercamiento con el presidente de la República. Hemos iniciado un proceso de saldar cuentas. Todos los otros ingresos habituales están mermados. La Lotería estuvo tres meses sin ingresos y ese es nuestro principal sustento. Gestionando las cobranzas y mejorando el uso de los recursos, confiamos que lograremos restablecer los suel- dos completos lo antes posible.
P: ¿Qué lecciones han quedado?
R: Una es haber palpado cómo la filantropía está presente en el país cuando tenemos que estar juntos para salir adelante. Esa sensación de unidad, de querer ayudar al que menos tiene, es algo que emociona y nos compromete más. Tuvimos personal de hospitales e incluso del cementerio que falleció porque estaba en primera línea. Sobre todo, en una primera etapa en donde poco se sabía del virus. Pasamos momentos muy duros.
P: ¿Cuáles son las fuentes de ingreso principales?
R: La Lotería es el 50 por ciento. Las contribuciones por impuestos suman ocho por ciento. La gestión de los hospitales genera un 20 por ciento. Los cementerios ayudan con otro 15 por ciento.
P: ¿Los pasivos han disminuido?
R: Han aumentado. Cuando llegamos no había ni para los sueldos de ese mes. Hemos tenido una gran solidaridad de los bancos. Afortunadamente estamos cumpliendo cada una de las cosas que propusimos. La autogestión está mejorando. El gobierno ha tenido apertura para solucionar un problema que llevaba 10 años.
P: ¿Cómo ve todo en cinco años?
R: Queremos repotenciar las fuentes de ingreso. Hemos hecho un trabajo que va a tomar algunos meses y es hacer más eficiente a nuestra institución. Queremos reabrir el colegio Santa Luisa de Marillac. Tenemos muchos sueños por delante…