En 28 cumbres iberoamericanas ha pasado de todo: desde rabietas hasta reprimendas, desde sustos por fuertes temblores, pasando por discursos interminables, hasta algunas fructíferas conclusiones.
Es un foro que une dos continentes. Nació tras el fin de la Guerra Fría y mientras empezaban a redoblar los tambores por los 500 años del descubrimiento de América. La idea fue de Felipe González y Juan Carlos I, en España, pero aupada y tomada como propia por Carlos Salinas de Gortari en México. Al inicio, lo de "Iberoamericana" no convenció a Portugal, que se sintió excluido y pretendía que se le agregara el gentilicio “luso”, propio de ellos. El apoyo de Brasil, bajo el liderazgo de Fernando Collor, al plan iberoamericano aplacó los celos de Lisboa. Tras bastidores, el cubano Fidel Castro celebró el nacimiento de un espacio multilateral donde nadie iba a ser excluido.
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Así, en julio de 1991, nació “El fuego nuevo”, como se denominó la primera cumbre en alusión al mural “El hombre de fuego”, de Orozco, que adorna la cúpula bajo la cual deliberaron 21 jefes de Estado en el Hospicio Cabañas, un patrimonio de la humanidad en Guadalajara. Por el Ecuador estuvo Rodrigo Borja. Las siguientes citas fueron anuales hasta 2014, cuando se volvieron bianuales, con excepción de 2020 por la pandemia. La de 2021, en Andorra, fue virtual. La última fue en República Dominicana, en 2023.
En cuanto a la asistencia de los jefes de Estado, la línea de tendencia en 33 años es decreciente. Una de las más bajas fue en 2016, en Cartagena, donde acudieron 12 jefes de Estado. Pero en las siguientes, la tendencia se fue recuperando: estuvieron 14 en Guatemala; 16 en Andorra (fue virtual); y 17 en Santo Domingo, en marzo de 2023.
La Cumbre 29 le tocó a Ecuador, que era uno de los tres países que no la había organizado. Faltan solo Honduras y Nicaragua. El testigo lo tomó el gobierno de Guillermo Lasso, y en teoría, debería haberse fijado la cumbre en Quito para marzo o abril de 2025. Eso hubiera coincidido con la segunda vuelta electoral, y consideraron que era mejor “el baño de popularidad” antes de la primera vuelta.
Pero, como nadie sabe para quién trabaja, el gobierno de Lasso se suicidó y llegó Daniel Noboa, quien antes de asumir el mandato fue a España a hablar con el rey Felipe VI, el virtual dueño de la fiesta. Con su venia, se cambió la sede a Cuenca.
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Lamentablemente, las fechas coinciden con otras dos cumbres presidenciales. Primero será, del 10 al 16 de noviembre, el foro de la Cooperación Económica Asia-Pacífico, en Lima. En él convergen 21 países, incluidos México, Chile y Perú. Y solo dos días después, empezará en Brasil la reunión del G-20, que además del anfitrión, espera contar con Argentina, México y, como invitados, Uruguay y Paraguay. Varios de esos países terminarán enviando a Cuenca delegaciones de segundo o tercer orden.
Si las previsiones de la canciller Gabriela Sommerfeld se cumplen, estarán no más de once jefes de Estado, y por tanto, sería la cumbre de más baja asistencia.
Otro agravante para la asistencia a Cuenca son las malas relaciones que han surgido entre mandatarios o por roces diplomáticos entre los países.
El investigador principal para América Latina del Real Instituto Elcano de España, Carlos Malamud, escribió como columnista invitado en el diario Clarín de Buenos Aires: “En América Latina, la creciente fragmentación impide alcanzar los más mínimos consensos tanto en la agenda global como en la regional, erosionando directamente el proyecto iberoamericano. Las malas relaciones interpersonales entre los presidentes lo complican todo. Los insultos entre unos y otros han traspasado demasiadas líneas rojas y el debido respeto se perdió hace rato”.
La novel presidenta de México, Claudia Sheinbaum, ha insinuado que no enviará ninguna delegación a Ecuador. Su antecesor, López Obrador, ya había tomado distancia del foro iberoamericano debido a sus diferencias con el reino de España, a quien solicitó disculpas por los excesos de la conquista.
Tampoco se espera al presidente de Brasil, Lula Da Silva, quien además de prepararse para el G-20, tuvo un accidente tras el cual los médicos le recomendaron no viajar. Mientras que el argentino Javier Milei preferirá ir a Florida a verse con el mandatario estadounidense electo, Donald Trump. Tampoco estará presente el presidente del gobierno español Pedro Sánchez quien está centrado en aliviar las consecuencias del desastre desatado en Valencia por las inundaciones. En cuanto al colombiano Gustavo Petro, se supo que viajará a Azerbaiyán a la COP29.
Aunque históricamente algunos presidentes han aparecido o desaparecido a última hora en las cumbres, si se confirma la inasistencia de los mandatarios de México, Brasil, Venezuela, Chile y Perú, el 60 por ciento de la población latinoamericana no estaría representada al máximo nivel. La siguiente Cumbre será en España, “cualquier esfuerzo para preservar su futuro sería muy valorado”, añadió Malamud.