Unos 32 niños constan entre las 125 personas que murieron el fin de semana en Indonesia en una de las peores catástrofes de la historia del fútbol, cuando las fuerzas de seguridad dispararon gas lacrimógeno en un estadio repleto y se desató una estampida.
"Fueron escenas de guerra. Vimos personas morir en el vestuario". Así define a Efe los momentos de terror en el estadio Kanjuruhan el portero brasileño Adilson dos Santos, quien milita en el club Arema de Indonesia y fue testigo de lo ocurrido.
"Era un verdadero campo de batalla, eran escenas de guerra. Parecía la guerra entre Ucrania y Rusia y no un campo de fútbol. Solo había caos y pánico", resume conmocionado el jugador en una entrevista telefónica con Efe, concedida desde la ciudad indonesia de Malang -que el sábado fue el escenario de la tragedia.
La espiral de violencia arrancó cuando unos 3.000 aficionados del equipo anfitrión, Arema, irrumpieron en la cancha tras una derrota 2-3 ante su rival de patio Persebaya Surabaya y chocaron contras las fuerzas de seguridad, que respondieron con bombas de gas lacrimógeno, cundiendo el pánico entre los espectadores.
"Empezaron a traer algunos de los heridos más graves para el interior del vestuario. Vimos personas muriendo, yo entré en completa desesperación", recuerda Santos en la isla de Java.
Nada más sonar el pitido final, cuando comenzaba la confusión, los jugadores, miembros de la comisión técnica y árbitros del partido rápidamente se dirigieron al vestuario, donde estuvieron confinados durante unas cinco horas hasta que la situación estuvo bajo control.
"Al principio sólo escuchábamos el ruido de las bombas (de gas lacrimógeno), de los golpes, gritos, el llanto y la gente rompiéndolo todo. Pero luego empezaron a traer a los heridos, algunos ya muertos. Muchos estaban azules por la falta de oxígeno y se morían delante de nosotros", rememora.
La tragedia alcanzó su ápice cuando los hinchas "mataron a uno de los policías", lo que llevó a una "dura respuesta" de los agentes.
"De repente, una nube de aquel humo tóxico se apoderó de todo el lugar. Y ahí se desató el caos. Muchas personas se cayeron, desmayaron, fueron pisoteadas, inhalaron todo ese humo", dice Santos.
"No teníamos a dónde escapar, estábamos esperando al momento en el que (los hinchas) vendrían a por nosotros. Fueron las peores horas de mi vida", agrega el futbolista, oriundo del sureño estado de Paraná y quien, a sus 32 años, defiende al club indonesio desde hace casi dos.
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Cuando finalmente pudieron abandonar el vestuario de forma segura, aunque escoltados, los jugadores se encontraron con un "escenario brutal de caos total".
"Salimos y vimos todo el estadio damnificado, las personas ensangrentadas, otras en 'shock', otras intoxicadas atragantándose. Había muchos heridos, cuerpos tirados, autos quemados. Yo solo quería salir vivo", matiza Santos.
Las imágenes de los graves disturbios ocurridos en el estadio de Kanjuruhan dieron la vuelta al mundo y generaron una ola de conmoción global, así como llamamientos contra la violencia en el deporte.
Asimismo, testigos y supervivientes han denunciado el uso desmedido de la fuerza por parte de la policía, por lo que el gobierno indonesio anunció este lunes una investigación independiente para escrutar la presunta brutalidad de los agentes de seguridad.
Las autoridades también anunciaron una serie de medidas para evaluar las reglas para la celebración de los partidos de fútbol e intensificar la seguridad en los estadios del país, conocido por la fuerte rivalidad entre los clubes y donde los brotes de violencia no son casos aislados.
Este lunes se produjeron las primeras sanciones: el jefe de la policía de la ciudad de Malang, Ferli Hidayat, fue destituido, y nueve agentes fueron suspendidos.