El sector camaronero ecuatoriano cerró el 2019 con 3.890 millones de dólares por concepto de exportaciones. Este año, la industria posiblemente alcanzará una cifra similar, pero haciendo grandes esfuerzos, debido a los efectos del COVID-19 tanto en los mercados internacionales como en la cadena productiva.
Cifras de la
Cámara Nacional de Acuacultura (CNA) demuestran que, entre enero y agosto de este año salieron del país 980.657 libras de camarón, es decir, 53.209 más que en 2019. Pero, a pesar del arduo trabajo del sector por generar mayor volumen de venta, esto no se reflejó en la facturación.
El presidente ejecutivo de la CNA, José Antonio Camposano, señala que, debido a los bajos precios del crustáceo producto de la caída de la demanda internacional, los ingresos se vieron afectados, por lo que el país dejó de percibir entre 150 y 200 millones durante este periodo.
“El sector proyectaba un crecimiento cercano al 18 y 20 por ciento, pero en agosto creció solo un seis por ciento, es el menor crecimiento que ha tenido la actividad en los últimos ocho años. Hay mucho volumen que dejó de producirse y de exportarse debido a las condiciones del mercado y al ajuste que ha hecho la cadena camaronera para no afectar aún más el precio”, asegura el directivo.
Y es que
las medidas de restricción de movilidad por el COVID-19 impactaron al consumo de camarón de los diferentes destinos compradores. Alfredo Ziade, gerente general de
Cofimar, cuenta que algunos países inclusive cerraron sus puertos, lo cual provocó que los precios bajen aún más, por lo que toda la oferta que se enviaba a Europa se terminó vendiendo a China, que continuó comprando, pero con precio castigado.
“Actualmente los asiáticos tienen bastante inventario de producto, se estoquearon los primeros meses del año, lo cual hace difícil que este mercado pueda aceptar precios altos de camarón al corto plazo”, manifiesta.
Reducir gastos
Para hacerle frente a los altos costos de producción y la baja demanda, las camaroneras han realizado ajustes en toda su operación. La reducción del cultivo y de los gastos por concepto de insumos han sido los primeros pasos.
La CNA estima una disminución en las densidades de siembra de entre un 5 y 10 por ciento, pero en cada finca la realidad es distinta.
Camarimpe, ubicada en la isla Puná, por ejemplo, se vio en la necesidad de bajar sus densidades entre un 30 y 40 por ciento con el objetivo de consumir menos alimento en sus 111,19 hectáreas de cultivo. Su propietario, Franklin Contreras, explica que también ha debido hacer cambios en la dieta para rebajar los costos, al alimento habitual de sus animales le ha implementado un balanceado predigerido, hecho a base de soya y derivados de arroz.
Los cerca de 1.200 medianos y pequeños camaroneros de El Oro también han tenido que hacer sacrificios para no desaparecer. El presidente de la Cámara de Productores de Camarón de la provincia, Segundo Calderón, señala que en las fincas se ha bajado al mínimo los gastos de personal, insumos, vitaminas y probióticos, pues los costos ya no dan para seguir produciendo.
Esta industria, que hasta el año pasado cubría el 35 por ciento de la oferta exportable a nivel nacional, en abril pasado empezó a bajar sus densidades de siembra, pues las plantas procesadoras ya no querían comprar el camarón, es así que los productores que se mantuvieron en el negocio pasaron de manejar 3.000 a 4.000 libras por hectárea a 2.500 y 2.000.
Una camaronera que por estrategia no redujo sus densidades fue
Cofimar.
Para contrarrestar el efecto China, esta empresa las incrementó en un 20 por ciento con el objetivo de obtener una mayor biomasa en tallas de camarón más pequeñas, hasta 16 gramos.
“En planta, no ha variado la producción de libras procesadas. Lo que sí ha variado es el número de libras exportadas, debido a que ahora nuestro mercado más importante es el europeo y este consume camarón de valor agregado (pelado y desvenado), que en peso es un 45 por ciento menos que si lo exportas entero”, detalla Alfredo Ziade.
Recuperación de precios
Si bien este año el camarón ha registrado los precios más bajos de los últimos años, se espera que a medida que los países empiecen a modificar sus medidas restrictivas el consumo se recupere. En septiembre pasado, los precios de la libra de camarón presentaron una leve alza.
“Como empresa creemos en nuestro negocio. Los precios han subido 30 centavos en promedio por cada talla, aspiramos a recuperar los precios en unos meses, este año va a ser muy duro, esperamos a que el próximo sea mejor”, manifiesta Franklin Contreras de Camarimpe.
José Antonio Camposano es más cauto en dar proyecciones y afirma que en lo que resta del año el crecimiento va a ser mínimo, debido al lucro cesante que deja el COVID-19.
“Lo más probable es que el sector, con mucho esfuerzo, repita la facturación del año pasado o incluso una leve contracción. Pero en el volumen de camarón que salga del Ecuador, sin duda, el segundo semestre mostrará una contracción importante”, asegura.
El directivo prevé que en los próximos meses el sector promediará los 100 millones de libras o menos de exportación, lo que significaría una caída del 20 por ciento frente a los promedios de los años anteriores.
Más información en el especial de Acuacultura de Enfoque