En la Roma Imperial, cuando un general regresaba victorioso de sus batallas y era aclamado por las multitudes, se acostumbraba a que un soldado le susurre al oído: “Recuerda, eres tan solo un hombre”. No importaba cuán grande había sido su logro ni la admiración que le tuvieran los demás, debía aplacar su vanidad. Esta le hace olvidar su condición humana.
Guillermo Lasso ha ganado una batalla mayor: la Presidencia de la República. Es el más alto honor que puede aspirar un ciudadano. No obstante, está consciente que la vanidad y el poder pueden separarle de los demás, por eso quiere que le sigan llamando Guillermo. “Después del 11 de abril, el nombre en mi cédula de identidad sigue igual: Guillermo Lasso Mendoza”. Sostiene que la voz que le susurra al oído y que lo ha hecho siempre es la de su esposa: “María de Lourdes es mi mayor crítica”. Salvo en los casos que el protocolo lo requiera, tampoco usará la banda presidencial para no sufrir la enfermedad de “bandaitis”, como le aconsejó un presidente amigo.
Liderará “un gobierno democrático y republicano, donde el ciudadano tenga claro que quien está en Carondelet es el primer servidor público, un empleado suyo”. Añade: “En mi experiencia administrativa en el campo privado, los organigramas se dibujan como una pirámide, donde el más importante está arriba. Me fue mucho mejor en la vida cuando invertí esa pirámide, donde el más importante está abajo, al que tenía que servir. Las reverencias serán a los ciudadanos y no a Guillermo Lasso”.
LAS BATALLAS
Luego de 10 años de visitar todos los cantones y provincias del país, de superar la decepción de tres derrotas en las elecciones presidenciales de 2013 y 2017 y la primera vuelta en 2021, el triunfo de Guillermo Lasso es el resultado de la planificación, el trabajo sin descanso y la resiliencia para llegar a esa meta.
Hasta cuando dejó el Banco Guayaquil, las finanzas bancarias fueron su norte, con breves interludios de participación política, como gobernador del Guayas, y superministro de Economía en el gobierno de Jamil Mahuad; embajador itinerante en el gobierno de Lucio Gutiérrez y gestor de proyectos municipales en la Alcaldía de Jaime Nebot. En 2006 y 2009, Lucio Gutiérrez le ofreció que sea candidato presidencial de Sociedad Patriótica, pero no aceptó porque no estaba listo para abandonar el Banco Guayaquil. Había iniciado el proyecto del Banco del Barrio que le permitió conocer el Ecuador y que lo conozcan a él.
Transcurrieron tres años para que la idea de llegar a la Presidencia tome cuerpo. “Cambié la banca por política por amor al Ecuador y por el cansancio con las prácticas vigentes. Creo que se puede ser decente en política y manejar con pulcritud y ética la cosa pública”, sostiene. Para iniciar su tarea creó la Fundación Ecuador Libre, que elaboraría el plan de gobierno. “A César Monge le encargué la formación del partido. Comencé a recorrer el país: primero dos días a la semana, después tres y en campaña siete días”. Profundamente católico, todas sus campañas las inició y terminó en el santuario de la Virgen del Quinche, en Pichincha.
En 2013 dio su primera batalla política. Se enfrentó a Rafael Correa, quien buscaba la reelección y estaba en la cúspide de su popularidad, pues el país vivía una bonanza económica sin precedentes. Correa ganó en una sola vuelta, Lasso fue segundo a distancia, pero se convirtió en una alternativa para la oposición al modelo del Socialismo del Siglo XXI. A las pocas semanas, en la búsqueda de fe para consolidar su ideal político, hizo la peregrinación del camino a Santiago de Compostela, donde sufrió un accidente que casi le cuesta la vida y al cual le debe su dificultad para caminar.
Batalló con más éxito en los comicios de 2017 llegando a la segunda vuelta. Fue elegido Lenín Moreno, pero quedó la duda de un fraude, tras un apagón informático de los servidores del CNE. Dice: “Viré la página y decidí que lo intentaría por tercera vez en 2021, con la convicción de que sería mi última campaña electoral, aunque si perdía no me retiraría de la política”.
Sin embargo, la primera vuelta de 2021 se transformó en una gran decepción. Logró menos votos que en 2017 y casi no llega a ser finalista en la segunda vuelta, pues su estrategia electoral no fue efectiva. “Tuve una gran frustración conmigo mismo porque me había desconectado de los ciudadanos”. Necesitó acudir a su resiliencia para, en corto tiempo, volver a la batalla, reconectarse y demostrar que no es un hombre distante: “Siempre he sido sensible, entendiendo las causas de otros, como los derechos de la mujer, la exclusión de los grupos LGBT, el medio ambiente, el interés por los animales. Comencé a usar la ropa que utilizo en familia, saqué del clóset unos zapatos rojos”, manifiesta.
Igualmente, buscó reconectarse con dos personas que se había distanciado y que fueron claves para su triunfo.
Con Jaime Nebot Saadi superó las diferencias políticas que tuvo en 2017 e hizo una alianza formal. “Es un gran aliado que me ha apoyado con decisión y compromiso, soy testigo del gran valor de tenerlo en la campaña y espero conversar con él de manera permanente, por su experiencia y conocimiento político”.
El otro se llama también Jaime. Se trata de Durán Barba, el gurú político ecuatoriano que ha llevado a varios políticos latinoamericanos a la Presidencia y quien fue responsable del viraje de su campaña. Lo llamó: “Ecuador te necesita a mi lado en esta campaña. Él aceptó”.
Con los cambios en la estrategia electoral, Lasso se acercó a los ciudadanos y conseguió lo que parecía un imposible: remontar una diferencia de 20 puntos que le llevaba su rival Andrés Arauz.
Se concentró, principalmente, en atraer el voto indígena que había respaldado a Yaku Pérez: “Estuve en los páramos de Chimborazo, Tungurahua y Cotopaxi, para conversar con las comunidades. Entre lluvia y lodo, me esperaban cubiertos con plástico para escucharme”.
“Comprendí que mi mensaje había sido recibido y supe que iba a ganar al ver en la noche anterior a la elección un video de una caravana indígena en Zumbahua, comunidad en la cual Rafael Correa hizo un año de voluntariado católico. Unas mil personas pedían votar por mí. Había carteles con la frase: ‘Lasso es nuestro líder’. Lloré, sentí la emoción y el peso del compromiso”.
EL PODER
El poder, según Lasso, es la capacidad para hacer algo por los demás. “En el campo privado, como banquero, el poder económico me permitió apoyar emprendimientos, solucionar problemas de empresas en crisis. El poder político, en cambio, me concederá la facultad para resolver los problemas de los ciudadanos”. Entiende a quienes le cuestionan porque es un inconveniente que una persona, como es su caso, concentre poder económico y político. “La gente tiene derecho a dudar y yo tengo la obligación de demostrar con los hechos y los actos que no es así y desvanecer esas dudas”.
De lo que no tiene dudas es que para servir necesita de cercanía con sentido de urgencia, eficiencia e integridad. “Tengo muchos sueños: que vivamos en un ambiente de democracia y ética; que no exista la desnutrición crónica infantil; que se reduzca a cero, aunque parezca un imposible, el femicidio; que no haya ciudadanos excluidos; que los jóvenes estudien y trabajen; que exista desarrollo económico y Ecuador atraiga inversión extranjera. Hay una gran oportunidad pues somos un país dolarizado”.
Concluye: “El poder debe servirme para reactivar a la sociedad civil. Como gobierno se puede hacer un gran esfuerzo y lograr pocos resultados. En cambio, juntos gobierno y sociedad civil tendremos la fórmula del éxito. Me encantaría que al retirarme la gente piense: ¡Guillermo Lasso me ha sorprendido! Supo escuchar, fue decente en hacer política, trabajó y manejó con pulcritud y ética la cosa pública para beneficio de los 17 millones de ecuatorianos”. Ese es el desafío, ahora que le corresponde librar la madre de todas las batallas.