Medio siglo después, el comandante Rodrigo Rivadeneira, entonces edecán del presidente José María Velasco Ibarra, cuenta detalles inéditos de cómo realmente se vivió, día a día, el fin del quinto velasquismo y se inició la última dictadura militar del siglo XX. Era febrero de 1972.
Empezaba 1972. Velasco Ibarra estaba en su quinto mandato. Dos hechos importantes estaban previstos para mediados de año: Las elecciones presidenciales y el inicio de las exportaciones de petróleo. El debate nacional se alternaba entre la incertidumbre por el muy probable triunfo de Asaad Bucaram, de Concentración de Fuerzas Populares y; el destino que tendrían los nuevos ingresos petroleros. Otro país estaba por venir.
En público todo era armonía. El presidente Velasco y el jefe del Comando Conjunto Guillermo Rodríguez brindaban juntos por el nuevo año. Bucaram estaba virtualmente fuera de juego. Con pruebas –que resultaron falsas- se lo acusó de ser extranjero. Pero en los primeros días de febrero, ya en los cuarteles era “secreto a voces” que en Carnaval, se daría un golpe de Estado.
Uno de sus actores, el jefe militar de la Casa Presidencial y edecán naval, capitán de fragata Rodrigo Rivadeneira Suárez, cuenta por primera vez, los últimos días de Velasco en el poder.
VIERNES ANTES DE CARNAVAL
Solicité hablar con el comandante general de Marina, contralmirante Reinaldo Vallejo Vivas y le dije: “Mi Almirante, es de mi conocimiento que en este Carnaval, las Fuerzas Armadas (FFAA) van a asumir el poder, así que solicito me dé instrucciones sobre qué debo hacer con el señor Presidente y su esposa, pues es de mi responsabilidad velar por ellos”.
El Almirante me dijo: “Comandante Rivadeneira, le hemos pedido al Ministro de Defensa que consiga una reunión entre el Presidente y el Alto Mando para conocer qué podemos hacer por su total seguridad, pero él se niega a recibirnos o tal vez el Ministro no le haya dicho nada, por lo que usted vaya y dígale que nos reciba”.
A lo cual yo le respondí. “Mi Almirante eso es función del Ministro de Defensa”, a lo cual el Almirante me dijo: “Comandante ante la situación en que estamos, tómelo como una orden mía”.
Me reuní con el edecán militar, mayor Jorge Vaca y el edecán de la FAE, el teniente coronel Héctor Vascones. Les expuse que tenía la orden de hablar con el señor Presidente, para informarle que las FFAA iban a hacerse cargo del Gobierno y que el Alto Mando quería, de ser posible, reunirse con él. Fuimos a hablar con el secretario particular, el doctor Jaime Acosta Espinosa quien nos indicó que él tenía la misma información y que estaba de acuerdo que debíamos comunicárselo al señor Presidente quien nos recibiría a las 07H00 del día siguiente.
SÁBADO, VISPERA DE CARNAVAL
A las 07H00 estuvimos puntuales los tres edecanes. Debo admitir que a esa hora y con el frío que hacía en los pasillos del Palacio, no me sentía muy feliz. El Presidente no se hizo presente.
A las 07H30 salió con su esposa, listo para viajar.
Partimos para la Base Aérea y volamos primero a Ambato, donde desembarcó la señora Corina. Continuamos al Oriente, donde estuvimos participando en las ceremonias por el 12 de Febrero (Día del descubrimiento del Amazonas). A las 16H30 regresamos a Ambato. El Presidente y doña Corina se alojaron en la casa de la señora Toya Samaniego con quien les unía una gran amistad.
DOMINGO DE CARNAVAL
Para mí fue un día de sorpresas. El programa del Presidente para ese día era, a las 10H00 entregar un número de casas construidas por una entidad del Estado y a las 12H00 asistir a la coronación de la Reina de Ambato en la Plaza de Toros. Yo estaba muy preocupado de tener al Presidente en un lugar cerrado, rodeado de una multitud en una posición superior a la nuestra, de los cuales muchos no serían simpatizantes suyos y con pocas posibilidades de escape en caso de algo desagradable.
A las 12H00 estaba previsto que ingresaría el Presidente a la Plaza pero para mi sorpresa no lo hizo. Él era reconocido por su gran puntualidad. A las 13H00 llegó e ingresó a la Plaza en medio de una gran rechifla.
Coronó a la Reina y comenzó su discurso en términos duros para los asistentes. Luego fue cambiando, recordándoles que eran descendientes de los tres Juanes, sus virtudes y las grandezas de Ambato, terminando con grandes aplausos. Al salir, poco faltó para que nos saquen en hombros como a los toreros. El Presidente demostró su genialidad y su gran capacidad para el manejo de masas.
A las 14H00 la señora Toya me indicó que el Presidente deseaba salir a ver cómo estaba la carretera Ambato-Guaranda. Recorrimos unos diez kilómetros de carretera y esta se terminó, lo que disgustó al Presidente; más aún cuando la señora Corina le dijo: “José María, ¿ves cómo te mienten y te engañan?”.
Retornamos y se bajó disgustadísimo. Minutos después doña Toya nos dijo: “El Presidente les espera en la sala principal”. Esto me cayó como un bombazo, yo sabía que era el peor momento para hablar con él. Parado frente a la chimenea y dirigiéndose a los tres edecanes nos dijo: “Señores querían hablar conmigo, hablemos”.
Al ser el más antiguo de los edecanes le dije: “Lamento venir con malas noticias pero lo hago en cumplimiento de una orden del señor comandante general de Marina, para decirle que en estos días de Carnaval las FFAA se van a hacer cargo del gobierno y le solicitan una reunión con el Alto Mando para conocer qué medidas o acciones quiere que se tome para su seguridad y la de su esposa”.
Vi nuevamente en su rostro un gran enojo. Me dijo: “Comandante, soy el Presidente Constitucional, elegido por votación popular y no puedo entregar el poder. Le pido que hable con ese general Rodríguez y le diga que si quiere el poder, que venga a quitármelo y yo me iré protestando”.
LUNES DE CARNAVAL
A las 04H00, un soldado me despertó para decirme: “Comandante, el señor Presidente dice que le han informado que en Quito hay un movimiento de tropas y que quiere regresar de inmediato”. Salimos de Ambato a las 06h00 y llegamos a Quito a las 09H00. Luego de pedir información, determiné que no había tal novedad.
MARTES DE CARNAVAL
Siendo las 08H00 recibí una llamada: “El señor Presidente ha decidido viajar a Guayaquil así que véngase de inmediato”. Cuando llegué vi que estaba con algunos ministros, amigos y dirigentes velasquistas.
Tras llegar a Guayaquil, el doctor Velasco pidió que le llevaran al Canal 10, donde le sentaron en un set, solo frente a una cámara, un aparato sin personalidad para una persona acostumbrada a hablar ante multitudes. No pudo hablar. Salió y pidió que le permitan volver en una hora.
Al llegar a la Casa Presidencial de Los Ceibos, se encontró que ya había disposiciones del Alto Mando de llevarle al aeropuerto y volar a Panamá. Al Istmo llegó a las 18h00. Había sido depuesto.
El Presidente, cuando salía de su oficina, aquel martes por la mañana, se volvió hacia mí y me dijo: “Comandante, lo más querido, lo más preciado para mí, mi esposa, dejo en sus manos”, a lo cual le agradecí el honor que me hacía y le dije: “Vaya tranquilo que yo velaré por ella”. Cuando le vi salir de la Presidencia, se me vino a la mente aquellas frases que tan sabiamente dijo la señora Corina: “José María ves cómo te mienten y te engañan”.
A las 12H00, me llamó el general Guillermo Rodríguez Lara para decirme: “Comandante Rivadeneira, conozco que usted se ha quedado en la Presidencia con la señora Corina, lo que me parece muy bien. Tiene hasta 19H00 para trasladar a la señora fuera del Palacio”. A lo que le repliqué: “Mi general, deme instrucciones, sobre lo que se va a hacer con la señora”. A lo que me respondió: “No lo sé, ese es problema suyo”.
Aproveché para decirle: “Mi general, ayúdeme, mi problema es sacar las pertenencias del Presidente y de su señora. ¿Puede disponer que me envíen un bus del Ejército?”. A lo que me respondió: “perfecto, daré las disposiciones”.
Cuando llegó el bus, procedimos a sacar las pertenecías. Fueron pocas, unas cuantas cajas de libros (le gustaban los libros en francés), unas pocas maletas y finalmente sus cinco jaulas de canarios.
El Presidente les tenía gran cariño, incluso les tenía con nombres propios: Pepito, Carlitos, etc. Un día lo vi con las ventanas abiertas y los canarios volando encima de él, cantando y silbando, parándose en sus hombros, brazos, en la cabeza, era un espectáculo maravilloso.
Luego llamé al doctor Alberto Acosta Soberón, pariente del doctor Velasco, persona muy querida y respetada en la Presidencia. Le pregunté si podía llevar a la señora Corina a su casa, a lo que me contesto “claro que sí, incluso ya estamos preparándonos para recibirle”.
Siendo las 18H30 subí para pedirle a señora Corina que procedamos a salir, pero ella me dijo: “No Comandante, yo me quedo para decirle a esos militares que son unos traidores y unos mal agradecidos”, poniéndome en una situación incómoda.
Le repliqué: “Señora, los militares no le van a recibir. Ya es tarde y hace frío en el Palacio, se va a exponer a enfermarse. Le prometí a su esposo que velaría por usted, le pido que salgamos”. Aceptó pero me dijo: “Antes quiero despedirme del personal de Palacio”.
Este personal le tenía mucho cariño y agradecimiento pues ella estaba siempre pendiente para ayudarles; cuando se enteraba que alguien tenía alguna necesidad grave, acudía de inmediato.
A la salida nos esperaba el vehículo del doctor Acosta Soberón. A las 22H00 la señora Corina me dijo: “Acabo de hablar con el Presidente y me ha pedido que debo estar con él, mañana mismo, ayúdeme para poder hacer el viaje”.
Me dirigí a la Presidencia, encontrando que en el Salón Amarillo estaba el general Rodríguez Lara, el Alto Mando y varios oficiales de las tres ramas. Luego de cuadrarme, le reporté: “Mi general, la señora Corina se encuentra en casa del doctor Acosta Soberón, sana y salva”.
El general Rodríguez me dijo: “Muy bien, así es como se debe actuar, venga le doy un abrazo”. Tras el abrazo le pedí el transporte aéreo para la señora.
Volví a la casa del doctor Acosta para decirle a la señora que había un avión de la FAE listo para partir a Panamá a las 11H00 del día siguiente.
MIÉRCOLES DE CENIZA
A las 07H00 encontré que la señora Corina esperándome. Me dijo: “He hablado con mi esposo y me ha dicho que él ya no es Presidente del Ecuador y por lo tanto el país no puede darle, ni él puede recibir nada que pertenezca al Estado y que yo vea cómo viajar”.
Luego fui a la Tesorería de la Presidencia para averiguar sobre los sueldos del Presidente. Aquí otra sorpresa: me enteré que no había cobrado sus sueldos, ni bonificaciones. Él había dispuesto que sean entregados a una institución de beneficencia.
Tras el reencuentro, volaron juntos a Buenos Aires. En 1978 un autobús acabó con la vida de doña Corina del Parral. El expresidente decidió volver al Ecuador “para reflexionar y morir”.