Acaba de transcurrir la temporada de mangos, que es cuando estos árboles nos entregan su fruto de manera abundante, tal es así, que las calles de muchas zonas de Guayaquil donde los mismos se encuentran, se ven repentinamente invadidas por cientos de ellos, que llegan al suelo ya que no son consumidos por alguien. Es frecuente también observar cómo algunas personas quieren en cambio tomar la fruta en su punto de madurez, haciendo sencillos esfuerzos por alcanzarla y llevársela a sus bocas.
Si nos ponemos a pensar, estos árboles fueron plantados hace muchos años, décadas quizás. Desde entonces no han necesitado atención, es decir: abono y riego. Tal es así que solo reciben agua durante la época invernal, gracias a la naturaleza y no porque alguna persona se haya hecho cargo. ¿Cuántas empresas tienen una historia parecida? Es decir, salieron a mercado, ofrecieron un producto que tuvo éxito y han vivido a lo largo del tiempo recibiendo los beneficios de aquel pasado. Este tipo de organizaciones están aferradas a fórmulas que pertenecieron a otros contextos, que insisten en repetir sin darse cuenta de los cambios profundos que vive el mun- do de negocios actualmente.
Se han olvidado de innovar, invertir en tecnología, buscar sucesores en puestos claves, reformular su modelo de negocio y construir una propuesta de valor para los tiempos actuales. Han entrado en una inercia peligrosa, que consiste en seguir con la mecánica de siempre: producir, vender y recuperar la cartera. Aún generan ingresos y quizás sigan siendo rentables, pero al no tener visión están poniendo en riesgo el futuro de su negocio.
El mercado puede en ocasiones ser misteriosamente generoso con estas empresas, hasta que alguien irrumpe y causa una disrupción luego de la cual nada volverá a ser igual. Y ese es el principio del fin de muchas compañías que en el pasado lideraron cómodamente todos los rankings.
Así como el árbol de mangos no es eterno y eventualmente requerirá atención, las empresas obligatoriamente necesitan salir de sus zonas de confort y no dejar que su éxito se convierta en su principal amenaza.