La vergonzosa liberación de Jorge Glas, con dos sentencias inapelables y una tercera en primera instancia, ha generado la percepción de que el gobierno del presidente Guillermo Lasso ha llegado a acuerdos bajo la mesa con el correísmo. Dicha percepción se basa en varias premisas. La más antigua cuando antes de su posesión acordó con los socialcristianos y el correísmo para nominar las autoridades parlamentarias. La indignación de sus votantes hizo que dé marcha atrás y opte por una coalición, que no le ha sido funcional. Por ello, la primera sospecha de un arreglo fue la inexplicable ausencia del correísmo a la hora de votar por la ley tributaria lo que facilitó su vigencia por el Ministerio de la Ley.
Otra duda ocurrió cuando el voto de los asambleístas del BAN, aliados del gobierno fue dirimente para la amnistía de Paola Pabón y Virgilio Hernández. No obstante, la cereza fue la liberación de Glas, que ocurrió con la venia del SNAI, ente que controla las prisiones, adscrito al gobierno. En su defensa, el régimen ha negado que hay acuerdo. “Podemos pecar de ingenuos, pero no de corruptos” ha sostenido uno de sus más altos asesores. Ingenuidad o pacto, no hace la diferencia. La percepción es realidad para quien la tiene.
Desafortunadamente los acuerdos bajo la mesa han sido una de las perversiones de la política nacional. El ecuatoriano Andrés Mejía, catedrático del King’s College de Londres los ha estudiado a fondo y bautizado como Alianzas Fantasmas.
En una entrevista con Vistazo sostuvo: “No se discuten ni se aceptan públicamente. Nadie se alía con quien tiene que hacer un trabajo difícil. Quien hace la alianza fantasma no es responsable de lo que aprueba ni de sus costos. Cuando hay necesidad de reformas que políticamente son costosas no hay apoyo porque la oposición está ocupada siempre en las próximas elecciones”. Concluye que hacer alianzas fantasmas solo ocasiona que el país se hunda más.
Y es esa la sensación en el ambiente. Hay desesperanza. ¿Puede el presidente Lasso recuperar su credibilidad? Es una tarea difícil, pero necesita de hechos antes que palabras, comenzando con evitar que el señor Glas se fugue o pida asilo, caso contrario el gobierno será percibido como cómplice. Paralelamente, debe “ir al encuentro” de lo que constituyen las grandes necesidades ciudadanas, la mayoría de las cuales depende de las acciones del gobierno, no de la Asamblea. Entre esas muchas posibilidades está cambiar la sensación de que la gente está indefensa ante el crimen.
También podría demostrar la eficiencia del plan de vacunación en los nudos críticos en salud, en especial en el IESS y los hospitales públicos, cuyas deficiencias fueron evidentes en las visitas sorpresa del Vicepresidente, quien paradójicamente ha desaparecido del mapa.
Otro gran servicio sería que funcione el programa de medicamentos a través de las farmacias, asegurándose que no suceda lo mismo que con las derivaciones de pacientes a hospitales privados, que tienen una deuda gigante por cobrar.
El regreso a clases en la Costa y la nivelación estudiantil podrían ser impecable y la lucha contra la desnutrición infantil crónica evidenciar los primeros resultados. Y la lista puede seguir. Sin embargo, debería quedarle claro al Presidente que el apoyo en las urnas se basó en dos premisas: cero tolerancia a la corrupción y que el Estado funcione para los ciudadanos...