Que un país viva la gloria de tener medallistas olímpicos, especialmente en tiempos de pandemia y dolor, es conmovedor. Pero que dos de las tres medallas recibidas hasta hoy, más un diploma, hayan sido colgados en cuellos de mujeres, es -además de histórico- transformador.
¿Por qué los logros de Neisi, Tamara, Angie y de las demás 27 deportistas que conforman nuestro equipo olímpico (30 de 48 son mujeres) son transformadores? Para entenderlo, hablemos de la magia del caos y de la ciencia, de cómo todas nuestras acciones tienen un alcance infinito de efectos y de cómo estos mueven el tablero del futuro.
La historia de ellas se repite en miles de mujeres de la región. Es una historia de lucha, de dolor, de aplazamientos personales, de sencillez y de apego. Es una historia de mujeres amazonas en las que los sueños se forjaron a fuego. Pero también es una historia que evidencia la magnitud de algo en lo que muchos creemos: garantizar el desarrollo de todos es indispensable para alcanzar la gloria nacional, pero garantizar el desarrollo de niñas y mujeres es estratégico, conveniente y rentable. Lo que nos convierte en un elemento clave del futuro.
En un sistema no determinista, pequeños cambios pueden conducir a consecuencias totalmente divergentes, mientras que ningún cambio (el ‘estaticismo humano’, como me gusta llamarlo) nos deja en el punto inerte en el que estamos, donde la falta de oportunidades está engordando la factura del porvenir. Esos pequeños cambios a los que el sistema no determinista se refiere, significan que una pequeña perturbación inicial, mediante un proceso de amplificación, puede generar un efecto considerable a largo, mediano y corto plazo. Así, el desplazamiento del plancton en los mares, el retraso de los aviones, la sincronización de las neuronas; todos son sistemas caóticos o «dinámicos no lineales». La teoría del caos y el efecto mariposa explican que algo tan complejo como el universo (un sistema caótico flexible) es impredecible y comprenderlas es particularmente útil para abordar el estudio de los fenómenos sociales.
La idea germen del efecto mariposa es que la secuencia interminable de hechos, aparentemente desencadenados entre sí, acaban por tener consecuencias completamente impredecibles, incluso al otro lado del mundo. En otras palabras, los invito a imaginar un universo dividido en dos y en uno de ellos introduzcan una variable (por ejemplo, el sutil aleteo de una mariposa), cada una de las partes de ese universo reaccionará de forma distinta a los cambios y evolucionará de forma diferente. Si esto lo aplicamos a las historias de nuestras deportistas sería como imaginar que tenemos dos niñas, a una le damos educación y oportunidades y a la otra no. La niña con educación transformará su vida, criará a sus hijos sabiendo que la educación es fundamental, construirá una comunidad diferente y podrá, incluso, ganar una medalla olímpica en Tokyo y con su triunfo cambiar la realidad de miles de niñas que encontraran inspiración en ella. La niña sin educación, ese universo sin una variable introducida, permanecerá estática, condenada a una vida sin oportunidades.
Cuando las niñas y mujeres reciben educación, reconocimiento y alcanzan las más altas distinciones, especialmente en espacios tradicionalmente masculinos o históricamente vetados, hay un efecto mariposa sucediendo: el aleteo de las que ganan se siente en el corazón de miles de niñas que ven sus sueños posibles y que crecen convencidas de que con esfuerzo y capacidad no hay podium que no podamos ocupar.
El cuerpo humano es un sistema caótico, flexible e impredecible. Como el universo. El caos permite al corazón un abanico de comportamientos que lo dejan volver a su ritmo normal después de un cambio. El cuerpo responde y se adapta a los cambios, a pesar de que ningún átomo de los que hoy lo forman era el mismo hace 7 años. Así respondemos las niñas y mujeres a los desafíos que enfrentamos, porque estamos hechas de polvo de estrellas y hoy, con toda la evidencia del caso, podemos decir que el país de la linea imaginaria tiene a las mujeres más fuertes. Porque como dice Tamara, nosotras no somos un capítulo. Nosotras somos la historia.