Saber de dónde vienes y saber a dónde vas
Despedirme de Ecuador fue una transición de muchas mitades. Mitad miedo y gratitud. Valentía y curiosidad. Mitad duelo y sueño.
Hace un año y medio vendí todo lo que tenía y me despedí de todo lo que conocía. Empaqué 3 maletas y me mudé sola a Nueva York. Me esperaba un departamento que alquilé por internet, un colchón inflable y una nueva cafetera. Me llevé mi almohada, mis tazas de cerámica sagradas y la ropa que entró.
Es, sin duda, la cosa más difícil que he hecho. Dudé y dudé. ¿Será que lo puedo hacer sola? Qué delicia es hacer algo que pensaste que no podías. El futuro que tenía planificado y visualizado en Ecuador se evaporó cuando me gané la lotería del GreenCard. Dos meses más tarde estaba subida en un vuelo sin regreso pero un completo milagro. Fue como ver un GPS en cámara lenta recalcular la ruta, actualizar el destino, la duración del viaje y la vista.
La única manera de describir esa transición es con muchas mitades. Mitad miedo, mitad gratitud. Mitad valentía, mitad curiosidad. Mitad duelo, mitad sueño. Muchas despedidas y la misma cantidad de bienvenidas en otra ciudad.
La mudanza física solo tomó un par de días. Pero la mudanza emocional y psicológica fue a otro ritmo. Esa se mueve en barco, lento pero seguro. Entre muebles nuevos y cajas me topé con un vacío existencial. ¿Quién soy cuando no soy quien he sido? ¿Quién soy cuando no hay quien me recuerde quien fui?
La realidad es que no era nadie y podía ser todo. Quisiera que fuera más común hablar de los duelos que entran por la misma puerta que los sueños hechos realidad. La pérdida de todo lo que dejé no fue romántica, fue desgarradora. La bienvenida y la ganancia igual partes dulce. Una vida llena de vida es una vida llena de muertes.
Aprendí a presentarme de nuevo y en otro idioma. Ya me gustaba quien era en español, pero ahora tenía que descubrir quién era en inglés. Alguien me dijo que era un borrón y cuenta nueva. Me aseguró que no hay muchos de esos en la vida, que son un regalo. Pero decidí que no me interesaba. No quería el borrón y tampoco la cuenta nueva.
Borrón y cuenta nueva sugiere la idea de comenzar una vida como otra persona, como si lo anterior ya no tuviese relevancia o valor. Es como esas resoluciones de Año Nuevo que se olvidan antes que se acabe enero, o la dieta de jugos que tiras a la basura con un McDonalds en menos de 48 horas.
No quiero una mudanza ni un 1ero de enero ni un lunes para empezar desde cero. En un mundo que nos pide encajar en una sola caja o ser una sola cosa, ojalá nos elijamos complejas y vivas. En un mundo que nos pide que seamos perfectas, ojalá bailemos al ritmo de nuestra libertad. Con opiniones que cambian, que crecen y que se desarrollan. Con historias que construyen, no que huyen.
Todo lo que he aprendido ha costado, lo quiero conmigo. Despedirme de Ecuador por un momento se sintió como tener el corazón dividido en dos. Unos meses más tarde me di cuenta que fue lo contrario: fue dejar que crezca para que ahora quepan dos hogares.
Ecuador, qué lindo escribirte y pasarte a saludar. Sigo soñando, caminando y escribiendo en español. Este nuevo capítulo está escrito gracias a los anteriores. Sigo escribiendo con tinta ecuatoriana sobre papeles en blanco. Qué suerte tenemos de volver a presentarnos, pero saber que nunca es desde cero. Ecuador, te llevo ti y a todas mis personas que cuidas de llavero en el corazón. Qué suerte tengo de saber de dónde vengo y poder descubrir a dónde voy.