Jenny Añazco y José Pozo Mosquera comenzaron su colección de tazas en 1997 y ahora tienen más 350 por toda su sala. Provienen de lugares tan distintos como Cuba o Luxemburgo. La pareja cuida celosamente cada ejemplar. A simple vista parecerían objetos normales, pero detrás guardan increíbles historias.
En Sucúa, provincia de Morona Santiago, existe una colección de tazas poco usual, pues la mayoría son regaladas. Jenny Añazco recuerda que desde pequeña le gustaba tomar café en distintos recipientes. Siempre añoró tener tazas de varios tamaños y formas.
Los años pasaron y ese sueño quedó guardado en algún lugar de su corazón. Hasta que un día visitó a la prima de su esposo en Cuenca. “Tenía una casa muy bonita y frente al comedor donde nos invitó a tomar un café, puede observar una vitrina con tazas. Enseguida pensé: qué hermoso tener tantas y varias. Así empezó esta afición”.
Después compró las primeras 22 tazas para adornar su sala, pero se fueron sumando regalos de sus hermanas, tías y suegra. Esta última le dio un ejemplar de 50 años de antigüedad.
En aquellos tiempos, José Pozo estaba realizando un posgrado en Bélgica. Cuando regresó quedó sorprendido por el número de tazas que había en su hogar. “Así continuamos poco a poco comparándolas, pero lo interesante es que la gente que nos visitaba, veía nuestra vitrina y nos regalaba más tazas”.
En total son 370, de las cuales aproximadamente un 10% son adquiridas, el resto fueron obsequiadas. Todas están numeradas y tienen el nombre de la persona que las regaló.
Al inicio solo coleccionaban tazas miniatura, pero luego llegaron de todo tipo y procedencia. Cuba, Hungría, Alemania, Austria, República Checa, Luxemburgo, Colombia, España, Brasil y Japón; son algunos países en donde nacieron las tazas.
DÉCADAS DE HISTORIA
Lea las historias de siete tazas y la particular manera de cómo llegaron a las menos de esta familia. Deslice la siguiente presentación:
UNA TRADICIÓN
La colección de tazas para esta familia es un tesoro invaluable que cuidan sigilosamente. Jenny narra que pese al arduo trabajo que implica la limpieza de cada una, no permite que nadie más lo haga.
“Siempre las limpio porque no puedo permitir que las rompan. Una vez vino un señor a arreglar el internet de la casa y destruyó una taza. Me molesté mucho con él. Le dije que se fuera. En la tarde regresó y me pidió disculpas”, recuerda Jenny, quien recalca que ama su colección: “Es lo mejor que tengo”.
Las tazas están en todos lados. Tienen relojes con tazas y una lámpara hecha con la forma de este objeto, entre otras cosas. De la colección ninguna es utilizada para tomar café diariamente, para eso tienen unas específicas.
“No es solo el hecho de tener algo por acumularlo. Sino que una colección permite compartir con otras personas, contar historias, nos trae recuerdos”, dice con nostalgia José Pozo.
De hecho, todas las personas que visitan esta casa siempre llevan una taza. Es como una tradición, que pretenden extenderla a las nuevas generaciones.
“Nos ha pasado que mucha gente llega a la casa de su abuela o tía, piden que les regalen y si no lo hacen igual se vienen trayendo a escondidas”, dice José con una sonrisa en el rostro.
La familia quiere compartir cómo llegaron cada una de las tazas a su vida, es por ello que su hijo José prepara un blog en el que se expondrán los ejemplares y la historia de sus padres. También con el objetivo de intercambiar con otros coleccionistas.
Si quiere ser parte de este proyecto puede escribirles al siguiente correo: [email protected]