La maternidad ha dejado de ser una prioridad temprana para muchas mujeres. La búsqueda de independencia, estabilidad económica o desarrollo profesional ha llevado a que cada vez más mujeres consideren ser madres después de los 35 años. Aunque esta decisión responde a nuevas dinámicas sociales y personales, también conlleva retos médicos que no pueden pasarse por alto.
Los especialistas advierten que, a partir de los 35, la reserva ovárica comienza a disminuir significativamente, lo que puede dificultar la concepción. Después de los 40, el panorama se complica aún más. Sin embargo, esto no significa que sea imposible lograr un embarazo: con acompañamiento médico adecuado, muchas mujeres logran cumplir su deseo de ser madres.
La doctora Beatriz Zambrano, ginecóloga y obstetra de la Clínica Fertility Care, señala que existen diversos tratamientos personalizados como la inducción de ovulación, la inseminación artificial o la fertilización in vitro, siempre acompañados de un enfoque integral. “Los tratamientos deben ir de la mano de nutrición, suplementación y apoyo emocional con psicología”, explica.
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La postergación de la paternidad también afecta a los hombres. Según los especialistas, después de los 35 años, la calidad y cantidad del esperma disminuyen, reduciendo las probabilidades de concebir. Este fenómeno se ve reflejado en las tasas de natalidad en países europeos, donde muchas personas han decidido no tener hijos, incluso en pareja, prefiriendo destinar su adultez a actividades de ocio o bienestar personal.
Pese a ello, las sociedades de fertilidad sostienen que no hay una edad límite estricta para buscar un embarazo, siempre que se goce de buena salud. Hasta los 50 años, es posible intentarlo, dependiendo del estilo de vida, la salud física y el acompañamiento profesional.
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Finalmente, el impacto emocional también tiene un peso importante. La ansiedad y la depresión pueden interferir en los procesos de fertilidad. “Aproximadamente el 40% de las mujeres con infertilidad tienen un diagnóstico psiquiátrico”, menciona Zambrano, subrayando la necesidad de un abordaje emocional integral para acompañar este viaje tan complejo como esperanzador.