Aferrada a un peluche de felpa, lo más cercano a una figura materna, Sofía, una mona chorongo de seis meses, recorre con sus grandes ojos la jaula en la que se encuentra dentro de la Fundación Proyecto Sacha, en la provincia del Guayas. Biólogos y veterinarios trabajan a contrarreloj para posibilitar su reinserción en la selva amazónica ecuatoriana, de la cual, ahora, se halla a cientos de kilómetros.
Los monos chorongos son una especie que enfrenta un alto riesgo de extinción según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).
Con apenas semanas de nacida, Sofía fue extraída de su manada y separada de su madre, a la que probablemente sus captores mataron a disparos. Nunca aprendió de forma natural a relacionarse con sus pares, buscar alimento, moverse entre árboles o esconderse de depredadores. En pocas palabras, a vivir en libertad.
La cadena de tráfico ilegal de fauna silvestre llevó a Sofía al centro de Guayaquil. Vivía con una familia que la consideraba una “mascota”, quienes al no tener conocimiento sobre su correcta alimentación provocaron en la mona una grave desnutrición. La Unidad de Policía del Medioambiente, la rescató en febrero del 2024.
De inmediato la llevaron al centro médico de Proyecto Sacha, la única organización de conservación de fauna silvestre de la provincia costera del Guayas. Mediante una valoración médica se descubrió que tenía varias afectaciones usualmente observadas en casos de tráfico y mascotización de fauna silvestre, las que habían resquebrajado su salud y desarrollo.
Oriunda de la Amazonía, única región en que habita su especie en Ecuador, Sofía presentaba un elevado estrés debido al entorno urbano en el que la obligaron a vivir, afección que en primates puede desembocar en autolesiones. Además de su estado de desnutrición, estaba acostumbrada al contacto humano, algo que la perjudicaría mucho si regresaba a la selva.
Más allá de reponer su salud, enseñar a los monos que llegan al centro médico de Proyecto Sacha lo que debieron haber aprendido de su progenitora y congéneres se yergue como uno de los desafíos más grandes para los expertos que llevan estos casos. Hacerlo se reviste de aún más importancia por el riesgo de extinción que acecha a estas especies, no solo por su caza y captura, sino por la deforestación y el cambio climático.
Al igual que Sofía, cuatro monos capuchinos de cara blanca bajo el cuidado de la fundación se reclinan con frecuencia contra las rejas en un encierro que contiene elementos de su hábitat natural. En Guayaquil, donde existe una gran estatua que los conmemora, en la avenida Pedro Menéndez Gilbert, casi nunca son avistados en zonas boscosas. Actualmente están en peligro crítico de extinción, según el Libro Rojo de Mamíferos de Ecuador.
Todos son menores de un año y fueron recuperados a lo largo de los últimos meses de varias viviendas en la ciudad portuaria, en las que eran retenidos ilegalmente como mascotas. “Tenían baja condición corporal por desnutrición. También tenían estereotipias que son movimientos repetitivos que hacen por altos niveles de estrés”, explica Abel Gallo, uno de los biólogos de Proyecto Sacha que trabaja con dichos primates.
Gallo acota que para abordar los casos de primates rescatados se les suministra una dieta adecuada, que consiste principalmente en frutas y proteína de origen animal. Después se introducen componentes de su hábitat en su encierro y estructuras con las que, valiéndose de alimento, los impulsan a trepar para que mejoren su función motora.
Además, se reduce significativamente el contacto entre los monos y humanos. Tras ello, el comportamiento que exhiben se evalúa y, mientras se reponen, se determina si han desarrollado las habilidades requeridas para sobrevivir en libertad. En caso de que sí, inicia un arduo proceso -más burocrático que nada- de traslado a otro centro de rescate con infraestructura en su hábitat natural, escasos en el país, en el que son insertados de forma progresiva y bajo observación.
Pero el proceso suele extenderse por meses, y así como implica un gran esfuerzo por parte del animal, sobre el que ronda la posibilidad de que la reinserción no sea viable -esto ocurre en la mayoría de casos y lo condena a vivir en cautiverio- también trae consigo una inmensa carga de trabajo para los profesionales implicados, y sobretodo, de recursos.
“Sofía es una mona pequeña todavía y está desarrollando sus habilidades de manera positiva. Creemos que ella tiene una viabilidad bastante alta para poder realizar una reinserción en la Amazonía”, dice Gallo, agregando que en el caso de los monos capuchinos aún se analiza el próximo paso que se dará con cada uno, sin que sea posible dar predicciones esperanzadoras.
Gallo lamenta que el parentesco que los ciudadanos hallan en estos primates consigo mismos es lo que los impulse a tenerlos en viviendas, forzándolos a realizar actividades que un humano llevaría a cabo, lo cual tiene un efecto devastador en estos, tanto física, como mentalmente, y es castigado por la Ley ecuatoriana con al menos un año de prisión.
“En ocasiones los ponen en jaulas en una casa y los niñitos de la familia los molestan o intentan jugar”, agrega el biólogo. Tanto los monos chorongos como los capuchinos de cara blanca, son “bastante comercializados”, pese a las continuas advertencias de especialistas con respecto al acelerado declive de sus poblaciones.
Benjamín Navas es un joven biólogo que impulsa el proyecto Keep In Science, el cual consiste en el estudio de fauna en el país mediante cámaras escondidas con miras a su conservación. Alarmado, explica que en Cerro Blanco, uno de los últimos corredores de bosque seco tropical en Guayaquil, acorralado por el crecimiento de la ciudad y acechado por canteras, los monos son captados moviéndose en el suelo, no a través de árboles.
“No es normal. Muchas referencias bibliográficas ya te indican que si tu captas monos en el suelo es porque ya no tienen cómo pasar de un lado a otro”, advierte. Esto ocurre en el diverso y frágil ecosistema en el que habita el mono capuchino de cara blanca, que al igual que esa especie, se encuentra en “peligro crítico” de desaparecer de acuerdo a la UICN.
A mayor escala, la fragmentación de los corredores naturales que unen los remanentes de bosques de esta urbe, sumamente importantes para los procesos de migración de las especies, está interrumpiendo esta fase y creando “islas” de flora y fauna silvestre, que se reducen al son de actividades humanas.
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“Empiezas a ver a estos individuos ya con leucismo (particularidad genética que da un color blanco a la piel o pelaje), con anomalías. Al momento de que cierras un área esos individuos empiezan a aparearse entre ellos mismos. Es el problema de los monos que no tienen un área donde encontrar una tropa diferente”, explica. Esto reduce la capacidad de supervivencia de la especie. Por ejemplo, los vuelve más vulnerables a los rayos ultravioleta.
Si bien extraer una cría no destruye el bosque directamente, sí lo hace indirectamente, pues se corta un vínculo entre este y el animal, cuyo efecto impacta su equilibrio, dice Navas. A la largase condena al animal silvestre a la muerte. “Le estás quitando su derecho de vivir, su derecho a la libertad”.
“Quitarle estos animales a los bosques afecta un montón, es lo único que nos va a proteger contra el cambio climático a futuro”, advierte Felipe Alonso-Cortés, biólogo de Proyecto Washu, organización que desarrolla investigaciones científicas y apunta al fortalecimiento comunitario para preservar especies de primates en Ecuador.
El especialista reitera que “todos estamos interconectados”, por lo que la continuación del declive poblacional de especies como el mono chorongo en la selva amazónica, por ejemplo, tendría un efecto negativo de gran magnitud, puesto que tienen el rol esencial de dispersar semillas y son presas de depredadores como águilas o felinos más grandes.
Alonso-Cortés advierte que ya son perceptibles las afectaciones en la flora en áreas donde actividades humanas, como la caza, han llevado a que la fauna se reduzca en casi en su totalidad. La extracción de primates perjudica al bosque, a animales como aves, felinos, a plantas cuyas semillas no brotarán y, finalmente, a los humanos.
En un esfuerzo por reducir el mascotismo de primates, que tiene el tráfico de trasfondo y se impone como una de las problemáticas que mayor riesgo cierne sobre estos, Nathalia Fuentes, bióloga de Proyecto Washu, suele decir sin tapujos a las personas que detrás de cada cría de mono en cautiverio hay una madre que murió tratando de protegerla en la selva.
“Al igual que nosotros, los humanos, ellas no van a permitir que se les arrebate su cría. Entonces van a luchar y descender con su vida para protegerlas”, cuenta, destacando que, con frecuencia, la misma caída que sufre la madre al recibir un disparo es la que mata al pequeño mono, una oscura realidad que es ampliamente ignorada.
Una forma de asistir a Sofía y a otros animales es donando. “No solo dinero, sino también recursos. Todos los días nosotros publicamos cuáles son las necesidades”, explica Eliana Molineros, fundadora de Proyecto Sacha. Estas deben ser llevadas a la clínica veterinaria Mansión Mascota, ubicada en el sector Urdesa de Guayaquil, en la avenida Rodrigo Chávez 110A.
“Recibimos cientos de animales y cada uno tiene una condición por la que entra, un tratamiento especial, una nutrición especial. Recibimos mamíferos, primates, felinos, reptiles, aves de todo tipo, cada uno con sus necesidades”, agregó Gallo cuando Vistazo abordó la historia de la ocelote Meg, separada de su madre al quedar atrapada en una quema de canteros.
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Dentro de los productos que la Fundación recibe como donaciones se incluyen protectores de cama, baby dog milk, lentejas, pedialyte, DIP Suspensión, jeringuillas (de 3, 5, 10 y 20 mililitros), guantes de nitrilo, batas quirúrgicas, almendras, quinua, avena, soya, frijoles y harina de trigo.
Para contribuciones económicas, estos son los datos de la cuenta bancaria habilitada:
Banco Internacional: Fundación Proyecto Sacha
Cuenta corriente #1400625249
Ruc: 0993242721001