‘The Brutalist’ se puede definir como un film impecable. Destaca como una de las favoritas en la próxima ceremonia de los Premios de la Academia, con diez nominaciones.
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Ha logrado conquistar a diversas audiencias en los más importantes escenarios; por ejemplo, en el prestigioso Festival de Venecia, recibió una ovación de aproximadamente 12 minutos.
Con una duración de tres horas con treinta y cinco minutos, se proyecta dividida en dos partes, separadas por un intermedio de quince minutos.
Nos presenta un drama migratorio sobre el fraude del sueño americano que resalta por su ambiciosa y majestuosa puesta en escena, todo está perfectamente coordinado gracias a una dirección y actuaciones que resaltan por su precisión.
La historia muestra a László Tóth, interpretado por Adrien Brody, un arquitecto judío-húngaro que, tras sobrevivir al Holocausto, emigra a EE.UU. con su esposa, caracterizada por Felicity Jones.
La pobreza marca sus inicios, pero un misterioso cliente (Guy Pearce) le ofrece un contrato que cambia su destino.
Mientras construye su gran obra "Brutalista"; un fatídico accidente provoca que todo tome un giro inesperado.
En la primera escena observamos a nuestros personajes entrar a Estados Unidos en un barco lleno de migrantes. Puedes sentir la incertidumbre que da llegar a un lugar desconocido, el cual esperas que se convierta en tu hogar.
Gracias al excelente manejo de cámara en mano, junto con la fotografía de textura y colores fríos, del gran Lol Crowley, marca en el espectador la inquietante imagen de la Estatua de la Libertad, como una metáfora de la distorsionada y oscura visión del sueño americano.
Durante el primer acto, la película se encarga de presentar a los personajes, remarcar los escenarios y concentra sus recursos en que podamos empatizar con el protagonista, para acompañarlo durante décadas y, vivir junto a él, su ansiada travesía como arquitecto.
Brady Corbet, director de esta magna obra, logra que, sin importar la duración, no se pierda el dinamismo e interés por conocer lo que acontecerá en la vida de Tóth.
Corbet lo deja absolutamente claro: “Creo que es una tontería hablar de la duración, porque es como criticar un libro por tener 700 páginas en lugar de 100”, para él, se trata más de contar realmente la historia en el tiempo que sea necesario, ni más ni menos.
A veces es adecuado el ejercicio de apreciar una película sin tener una idea clara de la trama, para no dejarse llevar por la crítica, ya que, en este caso, las principales informaciones sobre el filme indicaban elogios y excelentes reseñas.
Sin embargo, dejando todas las ideas preconcebidas en la butaca, puedo decir que la experiencia de una película con un intermedio, me hizo recordar aquellas funciones clásicas cuando los cines programaban dos películas seguidas. Probablemente, el cine actual nos ha acostumbrado a un contenido rápido y digerible.
Sin embargo, considero que la duración no es un problema, el filme puede adolecer de cierta pérdida de ritmo; pero no decae gracias a su magnífica producción.
Luego del intermedio; se hace evidente el cambio. Las sensaciones que nos dejó la primera parte no desaparecen; pero si baja la intensidad; como si de una montaña rusa se tratase.
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La trama pasa a cierto enfoque melodramático con elementos asociados a la cotidianidad. No obstante, los momentos de impacto siguen presentes, y como ya se sembró empatía por los personajes, podemos tomar este medio tiempo como un pequeño momento para relajarnos y dejarnos llevar por el camino hacia el desenlace. Quizás el freno en la intensidad no es una caída, es un símil de la realidad.
Adrien Brody nos regala una de sus mejores actuaciones desde la magnífica ‘El Pianista’. En este viaje, a través de su lenguaje corporal, cambios de registro y, sobre todo, su infinita expresividad, mantiene concentrado al espectador.
Esta mezcla precisa de música, montaje, fotografía e interpretaciones hacen de ‘The Brutalist’ una experiencia única, con tintes de cine clásico.