Conocí a Rudy hace dos años. Me había citado en un taller automotriz al sur de Guayaquil donde dos mecánicos le prestan un espacio pequeño para que pueda dar riendas sueltas a su imaginación. Rudy es una artista fascinante.
Desde hace diez años crea obras de fantasía desde muñecos, hasta animales y divinidades pero con chatarra. Para ella las tuercas, los rulimanes, las bujías o las zapatas de disco pueden convertirse en la cabeza de un león, la aureola de una santa o el mango de una guitarra.
Todos los días la guayaquileña de 34 años cruza Guayaquil en bici para trabajar como una artesana que tuviera que hacer magia con sus creaciones. Sus piezas requieren de mucha dedicación y tiempo.
“El caballo de Troya y el león que realicé me tomaron más de tres meses cada uno, trabajando desde las 9 de la mañana hasta la noche”, acota la artista que recuerda que todo empezó intentando armar un rompecabezas.
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“Coloqué decenas de piezas automotrices en el piso e imaginé formas y movimientos”, asevera Rudy que no teme ensuciarse quitando grasa, martillando, soldando, poniendo barniz o pintando.
Rudy vive con su mamá y su hermana gemela en un pequeño departamento a cinco cuadras del Hospital Alcívar. Ella es el sustento de su familia y trabaja duro para que su arte sea reconocido. A veces no tiene para el taxi y le toca caminar cargando sus obras pesadas hasta su casa. Hace poco le robaron el celular pero no se queja, sigue luchando.
El 21 de enero cumplirá su sueño de poder exponer por primera vez, será en el Tenis Club del centro y luego en el anexo de Samborondón.
“Ojalá pueda vender mis 14 obras para pagar el viaje a España donde quiero estudiar diseño de modas. Pudiera conseguir becas, siempre fui buena alumna pero quiero hacer feliz a mi familia, darle más comodidad”, dice Rudy.