Es la primera mujer en alcanzar la máxima dirigencia del Pueblo Shuar Arutam (PSHA), pero quizá en el momento más complicado pues dice que las actividades extractivas afectan las fuentes de agua y la convivencia entre sus habitantes. Pero, asimismo, es un tiempo en el que las mujeres indígenas están tomando más protagonismo.
Josefina Tunki es la voz de 47 comunidades que ocupan un territorio de 230 mil hectáreas, en la provincia de Morona Santiago, al sur de la Amazonia ecuatoriana. Cuenta que no ha sido un camino fácil: es una de las pocas mujeres Shuar de su generación que pudo educarse, pese a la oposición de su familia, ya que en aquellos tiempos no era bien visto que las niñas vayan a la escuela.
“Machismo hay en el mundo hispano y en el mundo indígena, eso nadie lo puede negar”, dice la lideresa. Es parte de su lucha. Considera que la equidad de género no supone una revancha, sino una reciprocidad de actividades entre hombres y mujeres.
Su primera batalla fue haber terminado la escuela. Continuó la secundaria y se graduó a los 24 años, en el colegio salesiano de Sevilla Don Bosco, luego de superar adversidades económicas. Fue misionera de esta congregación religiosa y profesora de primaria en varias comunidades, pero siempre le interesó la dirigencia.
A los 16 años se integró a la Federación Interprovincial de Centros Shuar (FICSH). Más tarde se convirtió en secretaria y síndica. También fue dirigente de mujeres y del área de educación.
Sabe que el territorio shuar, como gran parte de la Amazonia, es codiciado por las empresas extractivas. Hace 10 años presidió una organización para velar por el uso correcto de la madera que se explotaba de la selva y, así, evitar crímenes forestales en la cordillera del Cóndor, que se considera uno de los lugares más biodiversos y sensibles del país.
Las comunidades shuar, pese a tener actividades como la agricultura, caza y pesca, logran mantener un equilibrio para no afectar la selva. Son sus habitantes milenarios y Josefina desea que esto siga así. Su cercanía con procesos organizativos le hizo notar que las empresas mineras tenían intención de entrar a territorio shuar y mantenían conversaciones con los líderes.
Efectivamente, una compañía inició procesos de exploración en el año 2000, pero en 2006 fue desalojada por la oposición de las comunidades.
Durante todo ese tiempo hubo relativa calma, a pesar de que las concesiones estaban habilitadas. Las asambleas del Pueblo Shuar Arutam (PSHA) coincidían en no dar paso a la minería. Mientras, por ejemplo, en la vecina provincia de Zamora Chinchipe se construyó la primera mina a cielo abierto en Ecuador. Se trata de Mirador, un proyecto operado por una empresa china que explotará cobre durante 30 años.
Todo el territorio entre las provincias de Morona y Zamora, atravesadas por la cordillera del Cóndor, es un cordón de minerales y Josefina sabe que, si las empresas continúan explorando, encontrarán un yacimiento que podría terminar en la construcción de otra mina a gran escala.
EN MEDIO DEL CONFLICTO
El conflicto se encendió nuevamente en las comunidades del PSHA, cuando en 2018 parte de la dirigencia firmó una carta de entendimiento con una empresa minera para que retome sus actividades de exploración. “El anterior presidente lo hizo pese a que en las asambleas se acordó no dejar pasar a las mineras”, dice Josefina.
En 2019, se eligió a la nueva dirigencia.
No había perfiles de mujeres para esos cargos. Siempre habían gobernado los hombres. Así que sus compañeras la mocionaron y ganó por votación directa y unánime. Por primera vez una mujer es presidenta del PSHA. Josefina, de 58 años, espera que el camino que ha recorrido sea un ejemplo para las niñas y jóvenes que vienen detrás. Dice que las mujeres tienen conciencia de mantener el territorio bien conservado para las futuras generaciones.
Su objetivo desde el primer día es que las empresas mineras se retiren, pues el Estado nunca hizo una consulta previa libre e informada para las comunidades indígenas, como manda la Constitución.
Sin embargo, hay dirigentes que apoyan a las empresas y les han ayudado a instalar los campamentos para la exploración de yacimientos. Ya se han registrado peleas internas, bloqueos de carreteras y amenazas.
Y eso es lo que no queremos porque el pueblo es una sola familia, dice Josefina. Añade que son visibles los impactos ambientales, pese a que las fases de exploración son las menos expansivas, aunque las empresas abogan una actividad responsable con el ambiente.
La Alianza de Organizaciones por los Derechos Humanos presentó, a mediados de este año, un informe sobre la situación de personas defensoras de derechos humanos, colectivos y de la naturaleza.
Josefina Tunki es una de 22 casos en todo el país. El informe registra las amenazas, incluso de muerte que ha recibido esta lideresa y varias campañas de desprestigio. Pero ella dice que, en lugar de amedrentarla, eso le da más fortaleza para seguir luchando.
No es la primera mujer en convertirse en el rostro de la resistencia. El año ante rior la lideresa waorani Nemonte Nenquimo fue considerada como una de las 100 personas más influyentes por la revista Time.
Nemonte lideró una lucha social y judicial para evitar la explotación petrolera en territorio wao, en la provincia de Pastaza, y así conservar la selva. Allí tampoco se hizo consulta previa. Caso similar es el de Sarayaku con Patricia Gualinga, quien lideró la salida de empresas que exploraban yacimientos petroleros.