Por María Eulalia Silva, presidenta ejecutiva de la Cámara de Minería del Ecuador
Hagamos un ejercicio. Por un momento miremos a nuestro alrededor. Pensemos qué de lo que nos rodea contiene minerales.
Habrá respuestas obvias: el dispositivo desde el cual está leyendo este artículo -por ejemplo- no existiría si no fuese por la minería. Si está con su computador, estará al frente de minerales como el aluminio, el cobre, el oro y la plata; y si de un teléfono móvil se trata, habrá alrededor de 60 metales.
Más allá, la estructura que nos alberga sea una casa u oficina, estará llena de hierro, acero y nuevamente... del cobre que permite la llegada de la luz eléctrica. Ni que decir del transporte. Los automóviles son depósitos móviles de hierro, acero, aluminio, magnesio, etc.
Pero más aún, toda la civilización humana actual se basa en una economía asentada en minerales. Las reservas monetarias de todos los países están respaldadas en oro. El internet que llega hasta nosotros, es posible gracias a un enorme cableado submarino de más de mil millones de metros de cables llenos de acero, aluminio y cobre.
Los metales empiezan a ser potentes aliados del combate a las enfermedades. El cobre tiene un reconocido poder antibacteriano, la plata es un potente cicatrizante y la nanotecnología utiliza el oro para combatir tumores malignos.
En otras palabras, nos informamos, transportamos, compramos, vendemos, nos curamos y vivimos a través de bienes o sistemas que dependen de los minerales. Países desarrollados con excelentes calificaciones en el cumplimiento de estándares de sostenibilidad, como Canadá y Australia, han desarrollado sus potentes economías en base a la industria minera.
En nuestra región, economías como la chilena o la peruana han basado su desarrollo en el sector minero. En Chile, el 13 por ciento del PIB depende directamente de los minerales; en Perú, es el 10 por ciento.
El Ecuador está lejos de alcanzar esos niveles, pero con tan solo dos minas industriales exportando -y el aporte de la pequeña minería- los metales son hoy el cuarto rubro de la balanza comercial. De enero a julio se han exportado más de 1.600 millones de dólares.
Eso no son solo números macro. Implica que muchas personas hoy en el Ecuador viven mejor de lo que vivían, gracias a la minería. Zamora Chinchipe era -hace apenas diez años- una de las provincias más pobres del Ecuador. Hoy se encuentra entre las provincias de renta media. ¿Cuál fue el factor que catapultó ese cambio? ¡La construcción y operación de dos minas industriales!
Si la minería es imprescindible, si ha demostrado ser una catapulta para el desarrollo, ¿por qué en el Ecuador todavía no se la apoya con toda la fuerza, aplicando una política minera que no solamente involucre al Ejecutivo sino también a otras funciones del Estado?
Menos del 8 por ciento del territorio nacional ha sido concesionado a la minería, pero aún así se han encontrado yacimientos de clase mundial. Tenemos una enorme riqueza que implica una enorme alternativa para desarrollarnos. Entonces ¿por qué no se apoya a la minería formal en todos los rincones del país?
Las respuestas son variadas. La minería industrial es nueva en el país. Apenas ha entrado en operaciones desde hace menos de tres años y solo tenemos dos minas industriales. Es decir, es una industria nueva que -además- tiene el peso de la mala reputación heredada de actividades mineras que no se le asemejan para nada.
La minería ilegal, aquella que hemos visto en Buenos Aires, Yutzupino o Zaruma no tiene ni la más remota similitud con lo que Fruta del Norte hace en Zamora Chinchipe.
Pero no solo el desconocimiento ha sido una traba para la plena aceptación de la industria minera. Quizás y más importante, han sido las agendas personales. Candidatos en territorio que hacen de la lucha anti minera su base proselitista, o militantes anti mineros que -en ocasiones- sirven a los intereses de la minería ilegal a quienes no conviene el desarrollo del sector industrial.
Los desafíos que tiene esta naciente y potente industria son muchos, pero las oportunidades son aún más. El Ecuador ha podido atraer a compañías de talla mundial que cotizan en bolsa. Al hacerlo, éstas se comprometen al cumplimiento de estrictos estándares ambientales, sociales, y de transparencia.
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La minería industrial significa para las comunidades alejadas donde se realizan las actividades mineras, una fuente -o quizás la única- de empleo formal, de mejorar su nivel educativo y de una alternativa para ir cerrando la brecha de pobreza.
Implica también, ser un aliado para la conservación en territorio. Las actividades mineras, sea en su fase de exploración o en su etapa de operación, trabajan con robustos equipos de ingenieros ambientales encargados de vigilar a rajatabla el cumplimiento de sus planes de manejo ambiental, base de su licencia ambiental.
Todo proyecto u operación minera tiene la obligación de devolver al ecosistema, el agua en iguales condiciones de la que se tomó. Esto se asegura a través de procesos de monitoreo, recirculación y tratamiento del recurso hídrico. En la práctica, se ha visto que en muchos casos el agua se devuelve -incluso- en mejores condiciones de las que se tomó.
La historia de la humanidad cambió cuando el hombre empezó a utilizar metales. Terminó la Edad de Piedra para dar paso a la Edad de Bronce. Eso sucedió hace miles de años. Hoy el Ecuador tiene la oportunidad de dar un gran paso en su evolución. ¡Tomemos la oportunidad!
Más información del sector minero en Revista Enfoque de octubre.