En Ecuador el cultivo de caña de azúcar es uno de los rubros más representativos en la economía del sector agrícola. Se estima que en el proceso productivo participan más de 15.000 personas, 11 por ciento corresponde a mano de obra familiar, 76 a trabajadores remunerados permanentes y 13 por ciento a ocasionales.
La Federación Nacional de Azucareros del Ecuador (Fenazúcar) estima que su cadena productiva genera alrededor de 40.000 empleos directos y 150.000 indirectos. Su titular, Laura Zurita, explica que la industria absorbe la producción de los cañicultores, a través de mecanismos formales y una relación colaborativa, por lo que alrededor de los ingenios se han desarrollado comunidades, poblaciones y ciudades que por décadas participan del quehacer azucarero.
“En los ingenios se desarrollan planes y programas que contribuyen al bienestar de las comunidades cercanas, mediante campañas de salud preventiva, educativas de cuidado ambiental y programas de desarrollo comunitario, actuando conjuntamente con las autoridades parroquiales, cantonales y provinciales”, manifiesta.
Asimismo, en lo social se fortalece las capacidades de la comunidad, mediante programas de educación dual (teórico- práctico) para la formación de jóvenes en mecánica industrial, mecánica automotriz y electricidad.
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Un ingenio que destina anualmente importantes rubros para fortalecer el bienestar de sus trabajadores, sus familias y las comunidades aledañas es San Carlos. El gerente de Talento Humano y Responsabilidad Social, Carlos Mayorga Jaramillo, cuenta que en su operación participan directamente más de 2.700 colaboradores y 500 más de forma indirecta.
“(Esto) genera una sensación de seguridad, no solo para el trabajador sino para sus familias, pues adicional de la parte remunerativa -que está por encima de la media del mercado- también reciben servicios hospitalarios, capacitación permanente, educación de primer nivel para sus hijos y un sinnúmero de ayudas de tipo social que están plasmados en los acuerdos contractuales que tenemos con nuestros trabajadores”, resalta.
Por concepto de educación el año pasado destinó 696.000 dólares para su jardín de infantes, la escuela de educación básica, el colegio de bachillerato y el Centro de Capacitación para Aprendices, sitios en los que se forman 1.151 alumnos.
Asimismo, a través del Hospital San Carlos sus colaboradores y familias reciben atención médica en diferentes especializaciones: cardiología, pediatría, medicina interna, cirugía, odontología, medicina general y emergencia. La casa de salud recibe también a las comunidades a bajo costo, a diario atiende en consulta entre 110 y 120 pacientes y en emergencias de 450 y 500 atenciones al mes. Para su operación en el 2023 el ingenio destinó 750.000 dólares.
En lo que respecta a capacitación, el personal recibe entrenamiento técnico y humanístico, tanto en beneficio de su desarrollo individual, como en el mejoramiento de su productividad.
“San Carlos tiene además otros programas sociales como el de viviendas que ha permitido a más de 1.150 familias tener una vivienda digna y propia, y un crecimiento ordenado y urbanístico del cantón Marcelino Maridueña”, comenta Mayorga.
En el sur del país, en cambio, la operación de Monterrey Azucarera Lojana también ha sido clave para dinamizar la economía de los cantones y poblaciones de Catamayo, Calvas, Malacatos, Quinara y Gonzabal. Su producción de azúcar y melaza de caña genera alrededor 600 empleos directos.
Pero a más de plazas de trabajo, la compañía se ha comprometido en generar desarrollo aportando a la comunidad de diversas formas, tales como donación de cisternas para las poblaciones que no cuentan con acceso a agua potable, el mantenimiento de áreas recreativas en distintas parroquias aledañas al ingenio, así como la donación de cachaza al Consejo Provincial de Loja para la elaboración de abonos que se usan en los proyectos de desarrollo comunitario.
Su gerente comercial, Luis Alberto Ochoa, resalta que se apoya a la niñez y adolescencia en el fomento de actividades deportivas con la dotación de equipos e instalaciones en el ingenio para el funcionamiento de una escuela de fútbol en la comunidad de Catamayo.
“La empresa aporta también con el cuidado de las riveras de dos ríos aledaños protegiendo los cauces naturales, construimos y mantenemos canales de riego, sistemas de riego por goteo, apoyo técnico a cañicultores, introducción de nuevas variedades de caña para elevar su productividad por hectárea y apuntalar una producción más rentable, eficiente y sostenible”, revela.
Monterrey Azucarera Lojana contribuyó además en la creación de la Fundación Alberto Hidalgo, entidad que vela por la salud de los sectores más vulnerables y con menor acceso a la red pública de salud en Catamayo. Actualmente, la organización se mantiene con autogestión de fondos.
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