Su vida cambió completamente el 15 de abril de 2018. Ese día sufrió un accidente en el Parque Metropolitano, mientras practicaba downhill o ciclismo de montaña de descenso.
“Me explotó una vértebra y desde ahí quedé en silla de ruedas. Soy parapléjico, no puedo moverme del pecho para abajo”, cuenta el médico quiteño Jaime Benítez Kellendonk, de 33 años.
Desde ese momento tuvo que rehacer su vida. “La familia se rompe, se resquebraja, se quiebra, se destruye todo”, recuerda. Regresó a la casa de sus padres para realizar su rehabilitación física. “Es duro levantarse y andar arrastrándose por la vida, únicamente con los brazos”.
Inicialmente pensó en quitarse la vida, pero recordó que era papá. Así, su hijo de ocho años se convirtió en su luz.
“Es mi vida”, enfatiza. “Ser su papá no solo implica dar consejos y ya. El papá tiene que dar de comer, el estudio, la vestimenta, jugar...”.
Ese fue el motor que le ayudó a retomar su vida. Volvió a su departamento y realiza todas sus tareas por sí solo. “Me he adaptado”, afirma Benítez, quien está divorciado. Ahora con su hijo juega hasta fútbol.
“Con un palito le arrastro la pelota, me pongo de arquero. Me hace andar a toda velocidad en la silla de ruedas, mientras él está en la bicicleta. Todo es cuestión de tratar de pensar qué es lo que se puede hacer para divertirnos”.
AL TRABAJO
Su otro reto fue retomar sus actividades laborales en el Hospital de Solca, en donde trabaja desde hace ocho años. Para aquello contó con el apoyo de los directivos de la casa de salud, ubicada en el norte de Quito, al adecuar su consultorio para que realice los chequeos.
Pero también tuvo que demostrar que podía continuar como cirujano oncológico, especialidad que fue interrumpida por el accidente y que terminó en la Universidad Central del Ecuador luego de retomar sus actividades.
“Me tocó aferrarme a lo que me gusta, que es operar y ayudar”. Es así que con ayuda de sus compañeros del hospital realizó con éxito de nuevo las cirugías. “Al principio, por el nerviosismo me caí de la silla varias veces por tratar de acomodarme para ver al paciente en el quirófano. Gracias a Dios tuve la paciencia de todo el personal, desde quien limpia el piso hasta los cirujanos más antiguos”.
Actualmente realiza operaciones de cáncer de mama, de cérvix y de ovario. La mayoría de intervenciones quirúrgicas las realiza sentado. En otras ocasiones utiliza una silla adaptada que le permite estar de forma vertical. Benítez siguió con la tradición familiar. Su papá Jaime Benítez es cardiólogo y su mamá Ana María Kellendonk es dermatóloga. Ambos colaboraron con la labor social del padre José Carollo, en el sur de Quito.
Asegura que el accidente le ayudó a ver de otra forma su trabajo. “Yo era un
fanfarrón, tenía mucho conocimiento, pero poco corazón. Esa parte me devolvió y me entregó un corazón para ser un buen médico”, afirma.
AL AIRE LIBRE
A Jaime Benítez siempre le gustaron los deportes extremos. Inició con una patineta y bicicleta. Cuando terminó el colegio se dedicó al downhill o ciclismo de montaña de descenso. Logró varios campeonatos provinciales y nacionales.
Años después ya no lo practicaba con fines competitivos, sino con el fin de obtener adrenalina y desestresarse. Luego del accidente pidió a Carlos Tacuri que le ayude con un prototipo para continuar practicando el downhill. Su bici tiene suspensiones y un pequeño motor. Por lo menos sale el sábado con sus amigos a ejercitarse al aire libre. Mientras que el domingo lo dedica al tenis adaptado.
AL QUE MADRUGA
A las cinco de la mañana ya está despierto. Desde esa hora se empieza a alistar para llegar a tiempo al hospital a las 7h30. “No soy vanidoso, no es que me paso arreglando mucho, esas son las horas que me toman arreglarme”.
Llega a la casa de salud conduciendo su vehículo de transmisión manual que lo adaptó. “El que quiera subirse a manejar con los pies lo puede hacer. Yo lo hago con las manos”. Realiza consulta externa tres días a la semana y dos días se concentra en las cirugías. Luego atiende en su consultorio privado. También tiene tiempo para dar clases a médicos que planean especializarse en el exterior.
Al inicio de la pandemia estuvo en casa al ser considerado como parte del grupo vulnerable. Después de que se empezaron a reanudar las actividades, regresó al hospital y al poco tiempo se enfermó de COVID-19, aunque de forma leve.
Más allá de eso, Jaime Benítez sonríe cuando habla de su hijo. “Él, gracias a Dios, no me ve como un padre discapacitado”. De esa forma, él ha superado las pruebas que le ha puesto la vida.