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Nacional

¿Cómo Manabí se convirtió en una puerta para el narcotráfico?

Al final del correísmo se inauguró un sistema de radares que miraba a todos lados, menos a Manabí donde son frecuentes las aeronaves clandestinas. Parte de la población circundante reclama por el daño ambiental que provocará un radar en la cima del cerro Montecristi, pero al parecer, no evalúan igual a las canteras que carcomen su cerro ancestral.

viernes, 17 septiembre 2021 - 16:35
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“Hemos encontrado cualquier cantidad de canteras que están destruyendo el ecosistema. Hay aproximadamente 80 hectáreas de canteras. Me gustaría que vean cómo se ha destruido el cerro de Montecristi.... Son canteras de un sistema espiral que van profundizando por lo menos unos 100 metros de diámetro por unos 60 metros de profundidad. Eso no tiene remediación, eso es destrucción del medio ambiente... Es lo que hemos encontrado como parte negativa de esta operación que hacemos para la instalación del radar”, alertó el ministro de Defensa Fernando Donoso Morán.

Con la ayuda de la Fuerza Aérea Ecuatoriana (FAE), Vistazo realizó un sobrevuelo por el cerro de Montecristi y comprobó la existencia de una decena de espectaculares canteras en la parte posterior del cerro de Montecristi. Cada una de ellas es del tamaño de un meteorito si la comparamos con el reducido espacio donde se instalará un radar para mejorar la seguridad nacional.

Ya en 2015 existió una alerta pública donde se detectaron 17 canteras de las cuales, según el Municipio del cantón Montecristi, solo cuatro eran ilegales.

La instalación de un radar que será operado por la FAE permitirá controlar el ingreso ilegal de aeronaves vinculadas al narcotráfico. Mientras en el país, las incautaciones de droga se han duplicado entre el primer semestre del año pasado y el mismo período de 2021, en Manabí se multiplicaron por seis.

"NOS HICIERON CHINOS"

Tras el ataque aéreo sorpresivo de la aviación colombiana a un destacamento de guerrilleros asentado en territorio ecuatoriano, en 2008, el gobierno de Rafael Correa alertó de la inexistencia de un control aéreo adecuado. Desde allí se habló de la necesidad de instalar modernos sistemas de radares que cumplan la misión de alerta temprana ante la presencia de tráfico aéreo irregular en cualquier punto de nuestra geografía.

La necesidad aumentó cuando se multiplicó el descubrimiento de avionetas que ingresaban al país para abastecerse de cargamentos de droga y llevarlos por vía aérea hacia el norte del continente. Estas incursiones no eran nuevas pero sí más frecuentes. Habían empezado en 2003.

El gobierno anunció entonces la contratación de un sistema de radar de origen chino por un valor cercano a los 60 millones de dólares. Se llegó a decir que, por la urgencia del problema, el contrato contemplaba la instalación de dos radares provisionales que luego serían reemplazados por los definitivos.

Pasaron los años y las demoras fueron atribuidas a problemas tecnológicos. Se dijo que efectuadas las pruebas, los sistemas a bordo de nuestros aviones caza brasileños Super Tucano, no se entendían a plenitud con la señal enviada por los radares chinos.

Finalmente, nunca se entendieron y se decidió dar por terminado ese contrato y buscar con otro proveedor. El nuevo oferente fue de origen español con amplia experiencia en la materia y proveedor de los radares que usa la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). La empresa Indra.

$!Cuatro radares españoles, similares a este, fueron instalados en 2017 para cuidar las esquinas de nuestro suelo patrio. Las costas de Manabí y Santa Elena, quedaron desprotegidas.

Eso se materializó, por fin en abril de 2017, un mes antes de que Correa dejara el poder. Es decir que durante toda la década que gobernó, el país estuvo ciego ante este tipo de amenazas. Durante la ceremonia de inauguración de los nuevos radares, efectuada en Guayaquil, el entonces presidente Correa dijo que la ubicación de los radares no podía revelar por constituir un tema de seguridad nacional.

En verdad así lo considera la Fuerza Aérea, pero una no compleja investigación en Google, permite descubrir sus nombres claves -Halcón, Mirlo, Papagayo y Cóndor- y que están básicamente dirigidos a cuidar las cuatro esquinas del país.

Cada uno de ellos está resguardado por un escuadrón militar destinado a su vigilancia y control. Y si analizamos el mapa del Ecuador, es fácil colegir que las provincias costeras extremas de Esmeraldas y El Oro estarían cubiertas, pero que las centrales de Manabí y Santa Elena están desprotegidas.

Por eso la importancia de los dos nuevos radares, uno en Montecristi que “vería” hasta Santa Elena y otro cerca de Jama para proteger la zona norte de Manabí.

CERRO ESTRATÉGICO

Con 443 metros de altura, el cerro de Montecristi es la elevación más alta de la zona y visible desde los cantones vecinos como Manta y Jipijapa. En sus faldas se asienta la población del mismo nombre, famosa por sus artesanías de paja toquilla y por haber sido la cuna del expresidente Eloy Alfaro. A pesar de que desde 1996 se declaró a la zona como “Bosque Protector Sancán y Cerro Montecristi”, la actividad extractiva de material pétreo no ha parado.

El Plan de Ordenamiento Territorial de Montecristi califica de “Riesgo biofísico elevado” a la “explotación de canteras, sin normativa y control de programas municipales”. En esos registros existen 12 de estas concesiones.

$!En la cara oculta del cerro de Montecristi, la actividad minera es incesante. Enormes cráteres de unos 100 metros de diámetro descubrimos durante un sobrevuelo junto a la FAE.

El plan añade que “La explotación de canteras es una creciente actividad” y que “esto se debe a que son sectores que requieren mano de obra no calificada”.

La explotación se ha visto impulsada por el auge de edificaciones que ha existido en Manta en los últimos años. No existe un estudio claro que indique la cantidad exacta de hectáreas afectadas por las canteras, ni el grado de daño ecológico que están provocando.

Hasta ahora las referencias se tenían solo a partir de mapas satelitales poco definidos. El sobrevuelo que hizo Vistazo con la colaboración de la comandancia de la Fuerza Aérea Ecuatoriana permitió visualizar mejor esta preocupación ecológica. Lo que se sabe es que el nuevo radar que se está instalando, incluida la vía de acceso, ocupará un 0,17 por ciento del cerro, una tercera parte de lo devastado cuando se construyó Ciudad Alfaro, unos metros más abajo, 100 veces menos que las canteras y mil veces menos que lo arrebatado al Bosque Protector Pacocha para construir el terraplén más caro del mundo donde algunos veían una refinería.

De todos modos, la FAE ha prometido tomar las medidas para reparar el daño ambiental que esta operación está causando. De continuar la programación, en un par de meses debería funcionar el primer radar y a inicios de 2022 el segundo. Solo esto cerraría las puertas a las avionetas invasoras.

$!Centro de control y vigilancia del sistema de alerta temprana, ubicado en Guayaquil.
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