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Caso Las Malvinas: 'No tiene perdón de Dios lo que hicieron con nuestros hijos'

La patrulla militar que trasladó a los menores estaba comandada por un subteniente, quien argumentó que no conoce Guayaquil, pero en su cédula aparece que nació en esa ciudad.

lunes, 13 enero 2025 - 12:29
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El padre de dos de los menores asesinados denuncia que se tejen mentiras sobre el caso. "Es falso que el Presidente nos ha ayudado, que nos dio el pésame o disculpas". Esta alianza reconstruye las fallas de la operación, dirigida por un oficial de 28 años, que tiene un juicio de alimentos y que afirma no conocer la ciudad de Guayaquil. Según su versión, calculó que el mayor de los detenidos tenía entre 18 o 20 años, porque era de su estatura.

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Hace 37 días los vio, sin saber que sería la última vez. Sin presagiar que Ismael y Josué, dos de sus hijos, serían cruelmente asesinados e incinerados, junto a otros dos menores. Los cuatro fueron detenidos el ocho de diciembre por una patrulla militar, en el sur de Guayaquil. Los militares afirman haberlos dejado a salvo en la entrada de Taura. Los restos calcinados fueron hallados días después. ‘Los responsables del crimen tendrán que pagar con la justicia divina’. Así dice Luis Arroyo, su padre. La suya es una familia que se sostiene en la fe cristiana. Él tuvo cinco hijos, tres en el hogar del que salieron Ismael y Josué, para no volver con vida.

Luis se encuentra en vacaciones forzadas mientras su familia enfrenta esta doble pérdida; el asesinato de sus hijos no ha sido esclarecido. Desde hace dos años trabaja en un almacén de distribución de electrodomésticos. A diario salía después de las cinco de la tarde de su trabajo, para recoger a Ismael, de 15 años, quien se encontraba en décimo y estudiaba en la jornada vespertina.

Carismático y alegre, Ismael jugaba de delantero y quería ser futbolista profesional. Entrenaba de cinco y media hasta siete y media de la noche. “Yo mismo lo iba a recoger de los entrenamientos”, dice Arroyo, desconsolado. Ahora siente el vacío, no tiene a quién llevar a la cancha.

Su hijo Josué, que en octubre cumplió 14 años, destacaba en los estudios, cursaba noveno, en la jornada matutina. Él se quedaba acompañando a su madre, mientras su hermano entrenaba.

Luis Arroyo relata que el futbolista Michael Arroyo es su hermano por parte de padre. “Él apoyó a mis hijos siempre. En la Asoguayas jugaron entre primos hermanos. El hijo de Michael está en un equipo internacional de Durán”.

Sus hijos querían seguir esos pasos. “Se ponían aquí a conversar con la mamá, que el uno era más bueno que el otro, que el uno le iba a comprar la casa a la mamá primero. Tenían tantas aspiraciones, que uno quería jugar en Brasil y el otro en Francia”. En diciembre esos sueños quedaron truncos. Su familia, destrozada.

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$!Luis Arroyo, padre de Ismael y Josué, quienes fueron cruelmente asesinados e incinerados, junto a otros dos menores.

POR QUÉ TANTAS MENTIRAS

En entrevista con esta alianza, Arroyo denuncia que sobre el caso se tejen mentiras, como “que el Presidente nos ha ayudado. Ni siquiera nos ha dado el pésame o unas disculpas. Ellos deben limpiar la honra de nuestros hijos”.

Que no es fácil lo que viven ahora, porque al dolor de la pérdida se suman los rumores, las mentiras. “La gente los tacha como delincuentes, terroristas. Cómo van a creer esto de las criaturas. Me sacrifiqué toda la vida y ellos no son unos delincuentes. Hay gente mediocre (que habla), Dios los perdone y tenga misericordia de ellos”.

Se refiere a sus hijos en tiempo presente. Aún le cuesta aceptar que ya no están a su lado. Que el reloj de su vida se detuvo ese ocho de diciembre, cuando un hombre desconocido le llamó para decir que estaba con ellos, golpeados, desnudos y hambrientos, en el poblado de Taura.

- “Amigo, yo les ayudé a sus hijos, les di agua, boxer, panes pero no podía aser (textual) más. Xq ellos estaban desnudos y los ayudé asta que más pude (textual)”. Así le escribió ese hombre por mensaje de WhatsApp. Le había pedido recogerlos y le había enviado una dirección. Allí no estaban los chicos, pues aparentemente los sacaron del sitio en motos.

Luis, angustiado, le insistía por más información, a través del mismo sistema de mensajería.

- “Estamos desesperados, mis hijos no son nada, son sanos, solo les gusta el fútbol y el estudio, barón. No pertenecen a ninguna banda ni nada, por amor a Cristo, barón”.

Luego, le preguntó qué mafia tenía a sus hijos, para hablar con ellos. Todo fue en vano.

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$!Taura, la parroquia del cantón Naranjal, donde se encontró los cuerpos de los menores de Las Malvinas.

¿HUBO INTENTO DE EXTORSIÓN?

La denuncia por secuestro la interpuso con los padres de los otros dos niños desparecidos, al amanecer del nueve de diciembre.

A las seis y media de la tarde de ese nueve de diciembre, recibieron otro mensaje falso. Desde un número con el prefijo 57 (de Colombia) un hombre les indicó que necesitaba recibir dos mil dólares “para no atentar contra su vida y devolverlos sanos y salvos”, según el parte de la unidad especializada de la policía antisecuestros, UNASE.

Según este documento, tanto Arroyo como el padre de otro menor habrían acudido, siguiendo las instrucciones de los falsos captores, hacia el centro comercial Riocentro sur, para entregar 300 dólares. Esto, a pesar de que no recibieron prueba de vida alguna de los chicos.

“Una vez suscitado dicho evento, que se trataría de una estafa realizada por el accionar de las publicaciones en medios digitales, se vuelve a reunir a las familias para indicarles que todo fue una mentira, ya que estos sujetos no tenían a sus familiares”, escribió el agente investigador de Unase en su parte, por esos días.

Esta alianza pidió su versión al padre de los dos menores. “Eso es falso. Lo que dicen las redes no es verdad”.

De su parte, Billy Navarrete, representante de la entidad de derechos humanos que apoya a las familias, afirmó desconocer sobre el presunto pedido del pago de un rescate.

El 16 de diciembre, pasadas las siete de la noche, otro de los padres recibió un mensaje, también por WhatsApp. En él, una persona que decía ser recolector de cangrejo le contaba que halló los restos de un menor en el estero Juan Chavelo. Al día siguiente la policía realizó la búsqueda por aire, en helicóptero, y por tierra, sin resultados. Horas más tarde, los familiares recibieron nuevos indicios, que tampoco arrojaron resultados.

- “Los policías y militares ... no entraron a la casa que están los chicos en Taura (...) se escuchan los gritos de los chicos que piden ayuda...”.

Una nueva incursión se realizó, sin éxito, según el parte de los uniformados.

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$!Marcha por justicia para los cuatro menores de Las Malvinas.

LAS FALLAS DE LA OPERACIÓN

Tres soldados, cinco uniformados con rango de cabo segundo; cuatro en el grado de cabo primero, dos sargentos y un suboficial segundo estaban al mando de un subteniente, de 28 años. Él dirigió las operaciones ese domingo ocho de diciembre, cuando los chicos fueron capturados. La patrulla terminaba la misión de resguardar a un camión que transportaba mercadería decomisada, hacia la Aduana.

Los 16 uniformados pertenecen a la Fuerza Aérea. Iban en dos camionetas, de color blanco y plomo. Según las versiones de los militares, mientras regresaban de ese operativo, escucharon gritos de auxilio de la población, ante el supuesto robo en la vía pública. Detuvieron los carros, persiguieron a quienes huían y capturaron a tres personas, una cuarta les fue entregada por los pobladores.

La mayoría de los uniformados coincide en mencionar que el procedimiento indicado consistía en entregar a los detenidos a la unidad policial comunitaria (UPC) más cercana, en este caso, la de Virgen de Fátima. Sin embargo, en el camino el oficial a cargo dispuso realizar un control de armas y explosivos en un carro sospechoso. Además, recibieron la alerta de desmanes en un club de diversión nocturno en la vía a Taura, por lo que tomaron una vía secundaria. Un obstáculo les impedía avanzar, por lo que los militares habrían bajado a retirarlo, con ayuda de los cuatro detenidos. Varios de los uniformados coinciden en que luego de quitar el árbol, el mayor de los aprehendidos habría pedido que los dejaran libres. De este modo los habrían liberado en la vía a Taura. Todos coinciden en que los dejaron vivos.

Solo dos de los uniformados declararon que no tuvieron dudas de que se trataba de mayores de edad, por su estatura y contextura. El resto informó que no se pudo cumplir el procedimiento de verificar la edad, porque los detenidos no tenían documentos.

El más antiguo de la patrulla, el subteniente de 28 años, afirmó que accedió a liberarlos, en retribución a la colaboración que ellos prestaron para retirar el árbol. Estimó que el mayor de los detenidos tenía 18 a 20 años por su estatura, ya que calculó que era más alto que él. Cuando fue interrogado sobre las unidades policiales más cercanas al sitio, afirmó que no conoce la ciudad de Guayaquil. En su documento de identidad se afirma que nació en Carbo, Guayaquil. Para la fecha de estos hechos, él acababa de enfrentar una demanda por alimentos, según documentación revisada por esta alianza.

Los militares insisten en que los dejaron vivos, sanos y vestidos en la vía a Taura, por pedido expreso de uno de los menores.

Luis Arroyo clama al cielo por justicia. Sabe que otros niños tienen temor. “Ya no salen, vieron la aberración de llegar a la cizaña de matar a nuestros hijos, llegar hasta quemarlos. No tienen perdón de Dios. (Los responsables) van a tener que pagar con la justicia divina”.


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