En sus inicios como banda su música era ‘apocalíptica’ como el concepto de su primer álbum, Ciudad de calor (2015). Los 12 temas giran en torno a Guayaquil después de un apocalipsis y en canciones como “Kerosene” y destacan los sonidos agresivos y rápidos, una fusión de rock, punk y dance.
El baterista de la banda Ney Suárez, asegura que la música en la que trabajan ahora es más suave y ‘agradable’. “El nuevo álbum cambió un poco la figura de Ludovico, suena más maduro”, afirma. La idea sobre modificar estructuras, recuerdos e imágenes también se traslada al nombre de la banda. Nace del ‘método o técnica de Ludovico’, una terapia de aversión ficticia que aparece en la película La naranja mecánica (1971). Donde el protagonista, Alex, es atado a una silla y obligado a mirar una serie de vídeos e imágenes violentas, para luego transformar su perspectiva sobre ellas. Su evolución musical es también producto de varias colaboraciones y un nuevo equipo junto al productor BC Funk y Mandala estudio. “Amé trabajar con él, es también bajista, él nos direccionó y encontró la pieza perdida del rompecabezas”, afirma ‘Johnkie’.
Además, dentro de su equipo de músicos se encuentran Matías Brito (percusionista), Javier Vera (tecladista), Kevin Rivadeneira (Violín), Harry Game (Saxofón) y un grupo de coristas.
El siguiente sencillo que lanzarán este mes de diciembre junto con un lyric video</em> se llamará “Ciempiés de aerosol” y aseguran que tendrá un sonido dinámico, con varios nuevos instrumentos y mezclas diferentes que sorprenderán a sus ‘Ludofans’.
Casi una década de vivir como artistas no ha sido un proceso sencillo. “Desde pequeño te dicen que la música no va a dar dinero o de cómo vivir, un concepto errado, estamos tratando de ser un ejemplo de que si se puede, como la selección”, afirma Paredes.
Ludovico, antes apocalíptico, ahora experimental y liberador, busca que sus canciones reflejen su pasión por el arte, su amor por la música y sobre todo el rock and roll.