Lisala Folau, un carpintero con discapacidad motriz de 57 años, logró conservar su vida tras ser arrastrado de manera violenta por el tsunami de Tonga el pasado sábado, 15 de enero. Tuvo que resistir durante 27 horas antes de ser encontrado por un vehículo.
Folau, uno de los 60 habitantes de la isla de Atata, fue impactado por las olas del tsunami a las 7 de la tarde, poco después de recibir la alerta de las autoridades, según él mismo contó en una entrevista de radio difundida este jueves por el canal de Tonga Broadcom Broadcasting.
Folau se encontraba pintando su casa cuando recibió la alerta de que un tsunami impactaría la costa donde residía. Al principio, Folau, su sobrina y su hermano se movilizaron por la casa para refugiarse de las gigantescas olas que se acercaban a ellos, pero tras observar una de casi 6 metros en la lejanía, que tenía dirección hacía donde estaban, salieron de su hogar y se treparon a un árbol en el patio del carpintero.
Aunque el árbol representaba un lugar alto donde podía soportar el azote repetido de las olas, bajó junto a su sobrina demasiado pronto creyendo que el peligro había pasado y una de ellas los arrastró de manera imprevista.
"Tenga en cuenta que estoy discapacitado. No puedo andar bien y cuando lo hago creo que hasta un bebé puede ir más rápido que yo", declaró, según la traducción publicada en Facebook por un redactor de Broadcom Broadcasting.
De repente los pies de Folau dejaron de tocar el suelo, y empezó a ser arrastrado con una fuerza descomunal por la corriente del agua, que lo estaba alejando con gran velocidad de lo que alguna vez fue su casa, ahora reducida a escombros que flotaban junto a él y su sobrina, a quién ya no podía escuchar.
Lo que si podía escuchar eran los gritos de su hijo, que desesperadamente gritaba su nombre para localizarlo entre las corrientes de agua.
El carpintero jubilado afirmó que en ese momento decidió no contestar a los gritos de su hijo, pues temía que éste pusiera su propia vida en peligro al tirarse al agua para rescatarlo, y decidió dejarse llevar por la corriente marina para tratar de sobrevivir.
"Simplemente floté, mientras me golpeaban las grandes olas que llegaban", dijo el superviviente, que llegó a la isla de Tongatapu, a 7,5 kilómetros de Atata, sobre las 22.00 del domingo, 27 horas después de que el mar lo arrastrara.
Ante todo pronóstico, Folau había logrado mantener su boca y nariz fuera del agua durante pequeños transcursos de tiempo, que al ser arrastrado innumerables veces de manera violenta, le proporcionaron suficiente oxígeno para que se mantenga con vida.
Después del tsunami, Folau logró poner sus pies sobre tierra firme de vuelta, cuando la corriente del agua dejo de ser lo suficientemente fuerte como para hacerle perder el control de su cuerpo.
Extremadamente exhausto y con su familia en mente, camino por horas hasta que su cuerpo se desplomó del cansancio, justo en ese momento, un vehículo recogió al carpintero y le otorgó auxilio médico.
Atata ha sido una de las pequeñas islas completamente destruidas por el tsunami, provocado por la atronadora erupción del volcán submarino Hunga Tonga Hunga Ha'apa, la más violenta registrada en el planeta en las tres últimas décadas.
La historia de Folau es uno de los primeros testimonios directos de la tragedia que llega a los medios después de que el país haya pasado cinco días prácticamente incomunicado por la rotura de un cable submarino esencial para la línea telefónica y las conexiones de internet.
De momento se ha registrado la muerte de un total de tres personas en Tonga por el desastre aunque los daños no han sido cuantificados aún debido a la incomunicación de buena parte de sus 169 islas y a la dificultad de los equipos de rescate para acceder a los lugares más afectados.
Folau, quién ya se encuentra seguro, solo espera que su sobrina esté bien, ya que al igual que él, también fue arrastrada por la misma ola. El carpintero desea con todo su corazón que haya tenido la misma suerte que él.