El certificado sanitario, criticado en la calle pero convalidado en lo esencial por el Consejo Constitucional, entró en vigor este lunes en la vida diaria de los franceses, para luchar contra al epidemia de covid-19 que sigue sin dar tregua.
Para entrar en bares, restaurantes, cines, teatros, hospitales, trenes de largo recorrido o incluso para tomarse un café en una terraza, habrá que mostrar la patita blanca.
No obstante, habrá una semana de tolerancia con el fin de que las personas encargadas de efectuar los controles a la entrada de los establecimientos se vayan acostumbrando a esta nueva herramienta, que tiene la forma de un código QR, anunció el ejecutivo.
Y es que se trata de una "restricción más", reconoce el portavoz del gobierno Gabriel Attal, indispensable en un momento en que la situación sanitaria sigue deteriorándose.
Según datos oficiales, el sábado había en cuidados intensivos 1.510 pacientes frente a los 1.099 hace una semana. El número de hospitalizaciones pasó de los 8.368 del viernes a 8.425 un día después.
"El certificado y el avance de la vacunación deberían evitarnos otros toques de queda y confinamientos", subraya el ministro de Salud Olivier Véran.
Varios decretos y órdenes, publicados el domingo en el Diario Oficial, ofrecen precisiones prácticas sobre el certificado.
Para ser válido, el certificado, que ya está en vigor en varios países europeos, debe hacer constar la pauta de vacunación completa, o mostrar un certificado de test positivo de al menos once días y menos de seis meses en el caso de que se haya pasado el covid-19. Un test negativo de "menos de 72 horas" también vale.
- "Magma de antivacunas" -
No se exigirá el certificado si se va al médico de cabecera. En cambio, se exigirá en los hospitales, "pero en ningún caso debería constituir un freno para acceder a cuidados útiles y urgentes", recuerda el ministro.
Cuando los cafés abrieron sus puertas el lunes por la mañana, se observaron los primeros signos de frustración entre los dueños de establecimientos que han tenido que sobrevivir a largos meses de cierre.
"No tienen el certificado sanitario y no hay nada que pueda hacer", dice Mirela Mihalca, señalando a dos clientes que se sentaron en una mesa en un café del centro de París, pero a los que se negó a servir.
"Algunos lo entienden rápidamente, otros no. Va a ser difícil, ¡no somos la policía!".
Estas nuevas disposiciones entran en vigor pese a que la movilización contra el certificado y la vacunación obligatoria para el personal sanitario siguió en aumento el sábado, por cuarto fin de semana consecutivo.
Unas 237.000 personas, de ellas 17.000 en París, salieron a las calles para protestar, según datos del ministerio del Interior.
Buena parte de los manifestantes estaban en contra de la obligatoriedad del certificado, que lo consideran como una "obligatoriedad de vacunarse disfrazada". Consideran la coacción desproporcionada y están preocupados de que un empleador pueda suspender el contrato de trabajo de un empleado que no lo tenga.
El gobierno, prefiere hablar de los vacunados.
"El rostro de una Francia que lucha, es el de los millones de franceses que han respetado los gestos barrera, se han preocupado por sus allegados, se han vacunado. De ellos se habla, desgraciadamente, mucho menos, que del magma antivacunas, anticiencia, antiEstado (...) Entiendo el miedo, hay que hacer todo para tranquilizar. Pero llega un momento en que basta", dice Véran.
En una cafetería del centro de Burdeos, el gerente David Fourton describe la nueva normativa como un "lío" que requerirá la contratación de una persona más para realizar los controles.
"Y si rechazamos a los clientes, ¿cuál va a ser la reacción? Seguro que ralentizará las cosas y corre el riesgo de ser un auténtico caos en los momentos de mayor actividad".
El sábado, 44,6 millones de personas habían recibido al menos una dosis (el 66,2% de la población total) y 37 millones han recibido las dos (el 55,1% de la población).
El ejecutivo espera llegar a los 50 millones de vacunados con una dosis para finales de agosto. Desde la alocución del presidente, Emmanuel Macron, el 12 de julio, más de 6,8 millones de personas han pedido cita para recibir la primera inyección, asegura su entorno.
Esta semana, el jefe del Estado publicó doce vídeos en las redes sociales, que han sido vistos más de 60 millones de veces, para responder a los interrogantes de los franceses e instarlos a que se vacunen.