Tras dar a luz por medio de una cesárea dentro de un hospital de Texas, en octubre del 2022, la psicóloga Krystina Pacheco comenzó a sentir un profundo malestar en casa.
Su segunda hija, Amelia, había nacido con buena salud. No obstante, una fiebre que la acometía una y otra vez no le daba ningún respiro, y cada día la sumía en un alarmante dolor que no debía estar sintiendo.
A pesar de haber seguido las indicaciones de tomar ibuprofeno, dictadas por una enfermera, la mujer de 29 años decidió volver al hospital para descubrir qué es lo que estaba sucediendo.
"Recuerdo que no podía respirar y que ya era capaz de observar nada. Poco a poco me desvanecía y sólo escuchaba a mi marido diciéndome que no me vaya, que él y mis bebés me necesitaban", contó Pacheco a Good Morning America, quien fue trasladada de emergencia a un centro de salud de San Antonio tras decidirse a buscar ayuda médica.
La madre tuvo que ser conectada a una máquina de diálisis y otra de oxigenación, mientras que su familia buscaba desesperadamente una explicación por parte de los médicos del lugar.
Finalmente, expertos de salud determinaron que la mujer había sufrido un choque séptico, afección que según el Centro de Control y Prevención de Enfermedades de EE.UU. es la segunda causa más común de decesos relacionados al parto.
"No nos querían decir qué tan cerca estaba de morir, pero podías entenderlo al ver sus rostros (de los doctores) cuando preguntabas", señaló el esposo de Pacheco al medio referido.
Transcurrieron semanas en las que la mujer batallaba por su vida en áreas de cuidados intensivos, mientras que la comunidad de la ciudad en la que vivía, Pleasanton, se organizaba para vender todo tipo de cosas y recaudar dinero que se dirigía a su tratamiento.
Tras recobrar la conciencia plenamente, a mediados de noviembre, Pacheco tuvo que enfrentar una dura noticia. Sus manos y pies debían ser amputados por el daño que sufrieron dado a la afectación en su flujo de sangre causado por la condición.
La mujer se sometió a las cirugías restantes, despertando y durmiéndose con el pensamiento fijo de que debía ser fuerte para regresar a casa lo más pronto posible con sus hijos.
A inicios de febrero, después de casi tres meses tras ser hospitalizada y derivada a centros de rehabilitación, la madre volvió a casa y pudo abrazar a sus hijos en sus propias habitaciones, con vendas sujetas a los puntos de su cuerpo en donde solían estar sus manos y pies.
"Ya estoy en casa y nos adaptaremos todos para seguir siendo una pequeña familia feliz", contó Pacheco, quien no pierde la oportunidad para jugar con sus pequeños y alegrarse por cada instante que la vida le concede junto a ellos.