Úrsula Francisco, de 50 años, asegura que su marido fue un buen hombre, apasionado por la música, que jugaba con su hijo después de llegar del cuartel de la Policía Militar en en Nova Iguaçu (Río de Janeiro), donde trabajaba.
Los primeros 10 años de matrimonio transcurrieron en relativa paz, pese a los celos de Ronaldo. Pero cuando Úrsula se quedó embarazada, ese hombre bueno se transformó en uno más agresivo. Un simple vaso fuera de su sitio era motivo de discusión. Y entonces empezaron los gritos y las palizas, una rutina de violencia que se prolongó durante más de una década hasta que, para no formar parte de las estadísticas del feminicidio, Úrsula se defendió y mató a su marido de un tiro.
En Brasil, cada cuatro minutos una mujer sufre algún tipo de agresión o violencia doméstica y cada dos horas, una mujer es asesinada.
Las cifras del Atlas de Violencia de 2020 y del Anuario Brasileño de Seguridad Pública de 2019 demuestran el alcance de la epidemia de la violencia machista en Brasil.
Sin embargo, no hay datos oficiales de las víctimas que, al igual que Úrsula, actuaron en legítima defensa para librarse de sus verdugos. Su historia y la de otras cinco mujeres se narra en el libro Elas em legítima defesa (Ellas en legítima defensa, Darkside Books), de la periodista Sara Stopazzolli, que también rodó un documental sobre el mismo tema en 2017. Durante cuatro años, la reportera siguió de cerca 50 casos sucedidos en Río de Janeiro y São Paulo, recopilando relatos de dolor, violencia, angustia y culpa.
Ronaldo, sargento de la Policía Militar, tenía dos armas de fuego en casa. Una vez las usó para amenazar a Úrsula, llegando incluso a meter el cañón de una de ellas en su boca. Cuando entró en vigor la ley Maria da Penha contra la violencia de género, Ronaldo le dijo a su mujer: “¿Sabes que esa ley no sirve para mí, verdad? Si me apetece, te pego un tiro, te ato dentro en una bolsa y te lanzo a un río”.
Según una publicación de
El País, el “día del suceso”, como Úrsula llama a lo ocurrido, la discusión empezó porque la pareja estaba al piano y ella cambió la armonía de una canción. De inmediato, Ronaldo dijo que iba a matar a su hijo y que después se suicidaría. Ese día, Úrsula no dudó de que la amenaza era real. “Sabía que algún ataúd saldría de esa casa, la pregunta era cuál”. Era Martes de Carnaval. Ella solo recuerda haberle dado algo de dinero a su hijo —que por entonces tenía nueve años— para que fuese a un ciber, y de correr para intentar esconderse en algún cuarto de la casa. Su marido la persiguió hasta el dormitorio, donde guardaba una de las armas, pero Úrsula la alcanzó antes. “No quería matar a mi marido. Era él o yo”, dice con firmeza, pero con lágrimas en los ojos.
Tras lo sucedido, huyó junto a su hijo y en un año, se mudaron siete veces de casa, con miedo de que otros policías los persiguieran buscando venganza. “Un comisario de Nova Iguaçu me recomendó que siguiera escondida donde estaba. ‘Tu marido era policía, ya sabes, ¿no? Te pueden hacer algo malo’, me dijo”, cuenta Úrsula, que ya no tiene miedo. Al cabo de seis años del “suceso”, fue absuelta.
Tras su absolución, Úrsula se graduó en Servicio Social y acaba de matricularse en Derecho. Su meta en la vida es ayudar a las mujeres que pasaron por lo mismo que ella y no pueden pagarse un abogado para defenderse. “Yo no me desperté y decidí simplemente matar a mi marido, ¿sabes? No quería que muriese. Al contrario, me gustaría que estuviera aquí, hoy, viendo a su hijo como el hombre que es, conociendo a mi nieto”, dice.
Nota relacionada: