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Historias de los padres que se convirtieron en héroes para mantener activos los puertos durante la pandemia

domingo, 20 junio 2021 - 09:38
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El confinamiento paró muchas cosas, pero el comercio siguió moviéndose por barcos. Fue ahí donde los padres se convirtieron en héroes para salvar parte de la economía de un país azotado. Esta es la recopilación de varias historias de padres de familia, que con su labor en uno de los principales puertos en Guayaquil, mantuvieron a flote el comercio exterior, a su vez que continuaban con sus labores en casa.

Uno de ellos recién acabó su turno de trabajo, en altas horas de la madrugada. Debería vérselo cansado, pero no se nota. Se llama Darwin Menéndez y sus ojos se iluminan cuando habla de sus hijos. No por nada le llaman el “papá mundial”. Hace nueve años trabaja en el Terminal Portuario de Guayaquil y opera una “maquinota”, como dicen también sus hijos “aún siendo chiquito”. Es orgullo y fuente de tantas conversaciones en reuniones familiares precisamente por lo que hace, es un operador de una grúa reachstacker.

“Nadie nace aprendiendo. Aquí nos capacitan y ahora yo también soy instructor de las nuevas personas que llegan a la empresa”, cuenta. Darwin dice que le gusta lo que hace y que cuida la maquinaria como si fuera suya. Su principal motivación es su familia: su esposa odontóloga, su hija mayor que le hizo abuelo, su hijo el ingeniero, y así hasta llegar a Asley Maité una niña especial, que por supuesto tenía que tener un padre especial. “Tiene su genio, no le gusta estudiar. Pero bailar, ir a la playa y el mar, ¡ay el mar, como le gusta!”. Nos muestra una fotografía de ella en su celular. Dice que al principio no entendían cómo debían educar a una niña con síndrome de down, hoy sabe que lo único que se requiere es mucho amor. “A mis hijos no les ha faltado nada, a todos les hemos dado sus estudios. Mi esposa y yo trabajamos para que se preparen para su futuro”, afirma.

$!Darwin Menéndez es operador de una de las grúas del Terminal Portuario de Guayaquil. Tiene tres hijos y la menor es una fanática de ir a la playa.

Desde su grúa en la que moviliza la carga de otros padres trabajadores, nos dice que su mejor regalo es simplemente poder ver a sus hijos juntos. Así también encontramos a Javier Chila, un joven de 35 años y padre de 3 niñas. Observamos que tiene dificultad para caminar. Nos cuenta que tuvo un accidente de tránsito siendo muy joven. Una mala cirugía y una mala recuperación le ocasionaron un daño irreparable al tobillo, que hoy hace que prácticamente no tenga movilidad. Confiesa que fue difícil, incluso requirió de terapia psicológica.

Es auxiliar de mantenimiento en gerencia general. Su historia es sin duda una de esas historias que muchas veces no comprendemos, que pareciera hasta injusta. Nos confiesa que a veces piensa lo mismo. No fue sólo su accidente de tránsito, sino el diagnóstico que recibió hace dos años en el que le comunicaban que sus riñones no estaban trabajando al 100% y que habría que ayudarlos. Es un paciente con insuficiencia renal que requiere de dos diálisis a la semana. “Pensé de nuevo en matarme y acabar con el sufrimiento, pero tenía una niña recién nacida que sacar adelante”, recuerda. Y es que mientras él batallaba con sus riñones, su bebé lo hacía por una bacteria que adquirió en la unidad de cuidados Intensivos. Entre lágrimas nos pide hacer una pausa. El recuerdo de lo sucedido está intacto. Nos cuenta que ambos lograron recuperarse. Y que hoy él sabe que debe ser fuerte para toda su familia.

Dice ser uno de los mejores empleados, nunca falta, ni se hace retar. Cumple a cabalidad con las tareas que le han asignado. Y su lucha hoy también es porque se tenga empatía con las personas con discapacidad. Está construyendo su casita, ya puso los pilares, su sueño más próximo es seguir trabajando para comprar los materiales que le permitan seguir edificando ese hogar. “Ser padre es lo más hermoso en la vida. A veces uno no piensa en tener hijos, pero cambia la vida totalmente, adquiere una responsabilidad”, reflexiona.

De la misma responsabilidad que nos habla Alex Ponguillo, de 30 años y padre de mellizas. Se acuerda que recién estallada la pandemia, y con la ciudadanía en confinamiento, recibió la noticia de que su esposa estaba siendo trasladada al hospital con un parto prematuro. Era el 25 de marzo del 2020. Recibió apoyo económico de su empresa para poder ingresar a su esposa de emergencia ya que no había sitio en ningún lugar, además del alto costo de medicinas y otros implementos que escaseaban. Recuerda cómo cargó a una de sus hijas en brazos “era chiquitita y estaba conectada a un montón de aparatos”. Así pasaron dos semanas hasta que las pasaron a sala y finalmente el 10 de abril (día de su cumpleaños) las dieron de alta sin ninguna afectación permanente, a pesar de haber nacido sólo de 7 meses. Las llamó Mercedes, por su abuela, y Narcisa, por la santa de Nobol. Después del susto hoy, junto con su hermano mayor, son “la alegría del hogar” y la mayor fuente de inspiración.

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