El pleno de la Asamblea Nacional aprobó este miércoles 7 de febrero, con 76 votos a favor, el Tratado de Libre Comercio (TLC) entre Ecuador y la República Popular China, principal socio comercial y la segunda economía del mundo.
Según el texto elaborado por la Comisión de Relaciones Internacionales y Movilidad Humana, el tratado como objetivos estratégicos para el Ecuador aumentar y mejorar el acceso para la oferta exportable; la protección a sectores sensibles con exclusiones y plazos largos de desgravación; crecimiento económico, generación de empleo y promoción de inversiones.
El debate en el Pleno inició el pasado 11 de enero 2024, y en su informe se concluye que el TLC representa un paso significativo a la expansión del acceso al mercado entre los dos países.
La actual ministra de Comercio Exterior, Sonsoles García, ha argumentado que se trata de un instrumento que fue negociado técnicamente y que proyecta un incremento del 32 % en las exportaciones no petroleras a este destino.
El mismo criterio compartieron los exministros del ramo: Francisco Rivadeneira, Daniel Legarda y Julio José Prado, quienes en un conversatorio con los medios de comunicación, previo a la aprobación, señalaron que se beneficia al país por cuanto diversifica las exportaciones no petroleras; mejora la competitividad; y, protege a sectores productivos ecuatorianos considerados sensibles.
Por su parte, Henry Kronfle, presidente del Parlamento, subrayó que se suspendió la sesión 887 del Pleno por casi un mes, para dialogar con las distintas bancadas y desmitificar los posibles perjuicios que podría generar el TLC con China. “Este no es un tema político, no es un tema partidista, es un tema eminentemente técnico”, dijo.
De acuerdo con García, este tratado significa una gran oportunidad para los distintos sectores productivos, particularmente de las micro, pequeñas y medianas empresas, así como de la economía popular y solidaria, por cuanto se abre un mercado de 1.400 millones de personas, con lo cual se incrementarán al menos 8.000 millones los ingresos por concepto de exportaciones.
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La titular de Producción destacó que el 71 % de las empresas ecuatorianas que exportan a China pertenecen a los segmentos mipymes, Economía Popular y Solidaria, y artesanos. Asimismo, aseguró que la negociación precauteló la producción local y los sectores sensibles al excluir de la reducción arancelaria a 820 productos provenientes de China como textiles y confecciones, calzado escolar, metalmecánica, arroz, azúcar, leche, entre otros.
Asimismo, según el Gobierno, a lo largo de los 20 años de vigencia, se permitirá el acceso a 50 mil nuevas plazas de empleo para los ecuatorianos en los próximos 5 años.
De su lado, el exsecretario de Estado de la Producción, Francisco Rivadeneira, subrayó que Ecuador tiene que aprovechar la oportunidad de diversificar las exportaciones, sobre todo de productos no tradicionales como la pitahaya y los arándanos, considerando que China es una economía que consume alimentos frescos y procesados.
En los días previos, los grupos indígenas, ambientalistas y ecologistas mostraron sus temores a que abra la puerta al ingreso de residuos tóxicos y a las flotas pesqueras de China a aguas ecuatorianas.
Al respecto, la ministra García enfatizó que el tratado establece disposiciones, conforme preceptos constitucionales y normativa legal vigente, para evitar la importación de cualquier mercancía que pueda causar impactos negativos en el medio ambiente.
Al ser un país que prácticamente no genera valor agregado y que sus exportaciones se basan principalmente en materias primas, la firma del TLC podría acarrear para Ecuador algunas desventajas, según un estudio de Santiago Jaramillo y Luiis Tonon, de la Universidad del Azuay titulado “Ventajas y desventajas de la firma de tratados de libre comercio”.
El sector agrícola, por ejemplo, corre muchos riesgos. Ecuador tendría que competir con sectores que cuentan con apoyo por parte del gobierno chino y con una alta eficiencia y productividad.
Esto produciría una competencia desigual en la que China tendría una ventaja absoluta que se vería reflejada en ganancias superiores a las del país. No es un caso aislado. Lo mismo ha ocurrido con muchas naciones latinoamericanas que han abierto sus puertas al comercio exterior con potencias mundiales, cuyas economías se basan en la exportación de materias primas y dejan a un lado la priorización del desarrollo tecnológico.