Dicen que mientras hay más, los resultados serán mejores. No siempre ocurre esto en la política. En América Latina, las elecciones presidenciales suelen convocar a muchos candidatos. El récord lo tiene Costa Rica, con 25 en la primera vuelta de 2022 y Honduras con 22 en ese mismo año. Costa Rica está entre los países con menor corrupción y mayor apego a las instituciones democráticas. Honduras, en cambio, tiene un récord deplorable, que incluye al expresidente anterior Juan Orlando Hernández condenado por narcotráfico a 45 años de cárcel en Estados Unidos.
Ecuador tuvo 16 candidatos en la primera vuelta de 2021. A diferencia de los “ticos”, que siguen optimistas con su presidente Rodrigo Chaves, los ecuatorianos han comenzado a fijarse más en los desaciertos del presidente Daniel Noboa, que en muchas de sus acciones positivas. Su deseo de ser candidato en 2025, lo hace blanco de todos. Además de la virulencia política, otra vez tendremos en las elecciones demasiados candidatos. Hay intenciones de serlo de por lo menos 20 personas, la mayoría con el único mérito de haber gozado de 15 minutos de fama.
En la decisión de muchos de los aspirantes existe una dosis de narcisismo, que los hace valorarse con benevolencia. También está el interés de los dueños de partidos de alquiler, que aspiran a sobrevivir en el negocio gracias a la entrega de los recursos estatales para las campañas, aprovechándose de esos narcisistas.
No es bueno para el país tener como candidatos que, por gozar de exposición mediática, piensan que están preparados para enfrentar las complejidades y desafíos del más alto cargo en un Estado democrático. Urgen reformas para eliminar la entrega de recursos estatales para las campañas, pues de allí arranca la creación de partidos de alquiler y la presencia de candidatos a millar.