<img src="https://certify.alexametrics.com/atrk.gif?account=fxUuj1aEsk00aa" style="display:none" height="1" width="1" alt="">
Karla Morales

La ridícula idea del amor

martes, 2 marzo 2021 - 03:42
Facebook
Twitter
Whatsapp
Email

    Históricamente las composiciones artísticas, costumbres y tradiciones, en su mayoría, nos han inculcado un concepto trágico del amor, posicionando que sólo las relaciones cargadas de drama y sufrimiento son las que contienen sentimientos profundos y verdaderos. Así, desde Romeo y Julieta, pasando por Disney, hasta la vida de la vecina (cuyo marido después de un cambio religioso dejó de pegarle), nos parecen manifestaciones románticas dignas de imitar y continuar. Tal vez esta idea del amor resulte un detalle mínimo en el desarrollo de las relaciones pero es una nimiedad simbólica, y –como bien dice Trinidad Noguera- de símbolos y señales se construye la concepción de la realidad, y estos símbolos, que nos convencen de un amor aguantador, sentencian a la mujer –como “responsable” de la armonía familiar, por condición- a soportar, en busca de un amor romántico y de una historia de novela, permanentes situaciones de violencia. Y es que si la protagonista de “Cara Sucia” sufrió tanto para ser feliz, así debe ser ¿no?

    Ahora, la cosa se complica cuando ese amor aguantador está camuflado en ordenamientos jurídicos que también podrían calificarse de románticos. Violentamente románticos. Si bien los abusos están penalizados, la mayoría sabemos que aquello que no está prohibido, está permitido. Y no es que diga que matar a una mujer “por amor” este tolerado, sino más bien que su falta de tipificación (muchos países aún no reconocen ni tipifican el feminicidio) guarda un grado de complicidad con el agresor. ¿Cómo se puede implementar políticas públicas respecto de una situación invisible? ¿Cómo se sostienen campañas que repudian la violencia intrafamiliar si no se tienen estadísticas oficiales? Una realidad que no se ve, es una realidad que políticamente no existe.

    El Feminicidio en América evidencia la grave situación de los derechos de las mujeres en la región, poniendo sobre la mesa una realidad alarmante: hay mujeres que son asesinadas por el hecho de ser mujeres y la violencia de género no disminuye, se incrementa. Las medidas correctivas y de prevención empleadas no son suficientes. Siendo la principal falencia, la falta de implementación de políticas pro mujer por parte de los estados y sus instituciones, encontrando asidero en sociedades indiferentes. Pese a que el incremento de muertes de mujeres es directamente proporcional al incremento de grupos que rechazan la violencia de género, la concepción generalizada sobre el desangramiento femenino sigue siendo cavernaria: se justifica al agresor y se responsabiliza a la víctima. Lo más alarmante es que en muchos casos, es la víctima misma la que se asume culpable. Se responsabiliza de su dolor por aquella ridícula idea del amor.

    América Latina es el continente que tiene las mayores tasas de feminicidio en el mundo. De acuerdo con la Secretaría General de las Naciones Unidas 2,645 mujeres fueron víctimas de feminicidio solo durante el 2011 y según un informe de la Comisión Interamericana de Mujeres (CIM) publicado en el 2012, las estadísticas de feminicidio son consideradas como  "niveles cercanos a los de pandemia".

    Lo inexplicable pasa cuando algunas novelas brasileras (donde se suele mostrar a una mujer empoderada y que resurge) rompen los ratings o las historias de mujeres independientes (emocionalmente independientes y autónomas) en el cine rompen la taquilla. Es la más clara demostración de que en la mujer americana promedio, conviven dos mujeres. Es como si tuviéramos una parte tóxica dentro de nosotras que muchas veces logra bloquear el sentido común y no sólo nos vuelve violentamente permisivas sino que nos transforma en verdugos de nuestro género. Así, usualmente son las mujeres las que justifican los abusos sobre otra y hasta dicen comprender las reacciones dañinas perpetradas en contra de ellas. Incluso las nuevas generaciones, que deberían arrastrar un lastre menos pesado de costumbres y tradiciones “románticas” siguen continuando la violencia de género. Condenan a otras mujeres con apelativos despectivos, que buscan denigrar su femineidad y su libertad para vivirla como le de la gana; y, toleran situaciones de abuso ellas mismas. Resulta absurdo que en el siglo en el que la mujer ha alcanzado mayor desarrollo, sea el siglo en el que se registren altísimos casos de violencia a la mujer desde el noviazgo.

    La ridícula idea del amor sólo consigue con éxito que las mujeres ni sean libres ni sean iguales. Por ende, una sociedad mayoritariamente tóxica y en permanente desangramiento es lo que hay.

     

    Más leídas
     
    Lo más reciente