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Gabriel Rovayo

Venezuela, desnuda y con las manos en los bolsillos

jueves, 23 noviembre 2017 - 04:03
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    La crisis económica venezolana empezó siendo  una bola de nieve y está convirtiéndose  en una bomba de tiempo. Y como dice The  Economist: “La mera mención de Venezuela debería  hacer temblar a la mayoría de los inversionistas”.  Pero, en mi opinión, los inversionistas son los menos  perjudicados en toda esta debacle.
     
    Lo grave y, al parecer inevitable, es que además  de que la producción económica del país se ha reducido  en más de un tercio desde 2014, y está sufriendo  una grave escasez de alimentos y medicinas, el  país de Chávez y Maduro está sobre endeudado y  a punto de entrar a una etapa de default que, a mi  criterio, podría desatar una catástrofe humanitaria  de proporciones.
     
    El default financiero no es más que el es tado  de impago de la deuda o suspensión de pagos que  surge cuando una persona u organización no puede  afrontar el pago de los intereses o del principal de  una deuda cuando llega el vencimiento.
     
    Y esto es exactamente lo que está pasando en  Venezuela. La deuda total venezolana a sus múltiples  acreedores rebasa los 100 mil millones de  dólares, que difícilmente podrá solventar y que  traerá como consecuencia (y me asombra que esto  haya demorado tanto) que estos bloqueen activos  como refinerías, tanqueros y cuentas de la estatal  petrolera PDVSA.
     
    Lo que pasa en Venezuela es de locos. Y si hasta  ahora el desastre no se ha desarrollado en su total  dimensión ha sido porque en los últimos 10 años,  China le ha prestado a Venezuela más de 50 mil  millones de dólares a cambio de pagos en petróleo.  Otro “benefactor” ha sido Rusia, quien también ha  realizado una serie de préstamos de emergencia  a PDVSA, que le ha salvado de las sanciones, en  el momento justo. Cuando los pagos de los bonos  soberanos estaban a nada de vencerse.
     
    En abril, Rosneft, una compañía petrolera cuyo  propietario mayoritario es el gobierno ruso, prestó  a PDVSA 1 billón de dólares. A cambio, según una  investigación publicada por Reuters, se le ha ofrecido  la propiedad parcial de hasta nueve proyectos  petroleros venezolanos. Como diría alguien por  ahí: Venezuela se está quedando desnuda y con las  manos en los bolsillos.
     
    El manejo de la economía por parte de Nicolás  Maduro no puede ni siquiera definirse como doméstico.  Porque en la economía doméstica suele primar  el sentido común por encima de otras consideraciones.  El Presidente venezolano desconoce del tema y  si se ha dejado asesorar parece que se ha rodeado de  enemigos en lugar de rodearse de asesores.
     
    Maduro confió en que la recuperación del precio  del petróleo, que ahora supera los 50 dólares por  barril, podría retrasar el estallido de la bomba. Pero  la situación es tan complicada y la deuda tan grande  que ya no será posible buscar la comprensión de los  acreedores. Su mayor bien: PDVSA está prácticamente  convertido en una prenda y alrededor de esta  se prevén batallas legales enormes y difíciles para  establecer qué activos pertenecen a qué entidades.  Una bola de nieve que se volvió explosiva.

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