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Carlos Rojas Araujo

Lasso para 2022

lunes, 20 diciembre 2021 - 09:36
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    A decir de sus últimos anuncios, el Presidente de la República busca que la discusión de la política y de lo público se dé por fuera de la Asamblea. Así se empezará a construir, en primera instancia, la reforma laboral, al tiempo que la política anticorrupción llevará la impronta de una consulta ciudadana.

    El planteamiento de Guillermo Lasso motiva tres lecturas. La primera se orienta hacia la duda, pues dado el ritmo con el que se ha conducido el Ejecutivo, de sobresalto en sobresalto, no se sabe cómo se articulará esta nueva forma de gobernar, de cara a la gente y sin mediadores que canalicen las aspiraciones de millones de ecuatorianos hacia la agenda del poder.

    Es claro que el Mandatario perdió las esperanzas de encontrar en la Legislatura un lugar civilizado para discutir los problemas nacionales, por lo que su contacto con ella constituirá el último eslabón: solo para aprobar leyes y comparecer para rendir cuentas. La reforma tributaria y el asedio por el informe de los Pandora Papers, agotaron a Lasso con la evidencia de que no habrá acuerdos ni agendas programáticas por las que valga la pena entusiasmarse. Todo lo contrario, el Legislativo es un espacio tóxico donde sus actores piensan en destruirse, algo tan patético y poco talentoso como el Juego del Calamar.

    El tercer problema es que Lasso tampoco podrá suplir ese pasivo político con la idea de un parlamento popular donde se discute de todo, pero muy poco se concreta. Los experimentos de Lucio Gutiérrez, Alfredo Palacio y la agenda de diálogo de Otto Sonnenholzner demostraron que en el momento de administrar conflictos, estas instancias se diluyen por falta de organicidad y pura conveniencia.

    Es posible que la política anticorrupción tenga éxito operativo y eso se valorará a su debido momento. Pero la reforma laboral tiene pronósticos reservados y mucho más la gestión diaria de la política.

    Recordemos que Gutiérrez ni siquiera pudo, desde las mesas de diálogo, ordenar su alianza gubernamental con los movimientos sociales y con Palacio, toda la materia gris que se echó en la propuesta de reforma política se desvaneció cuando descartó la consulta popular. Fue Correa quien sí se valió de ese espíritu refundacional para plasmarlo en una Constituyente que marcó su autoritarismo.

    Por eso, más allá de los cómos, el Gobierno debiera definir los temas a priorizar en el debate nacional. Hace pocos días habló de reforma laboral, antes de narcoterrorismo, en octubre de muerte cruzada y un par de semanas atrás de una consulta popular para una reforma política.

    No son temas mayores y, por lo tanto, deben analizarse desde una perspectiva mejor integrada, para que no terminen como meros globos de ensayo. Lasso también debe pensar en una reforma electoral y en los ajustes constitucionales para superar los vicios de un sistema perverso que, como el río Coca, amenaza con erosionar su capacidad de gestión.

    Y aunque nos plantea, insistentemente, en la recuperación económica, esta solo será posible si de una vez por todas explica cómo solucionar la catástrofe financiera del IESS. Ecuador tiene demasiadas urgencias sobre las que Lasso debe despachar este 2022, una vez que sepa cómo hacer de su débil posición legislativa un tema menos destructivo.

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