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Ana María Raad

Economías creadoras y creativas

viernes, 21 septiembre 2018 - 03:31
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    El desarrollo tecnológico, devela cada vez más  lo crucial que es la creatividad para las sociedades  del futuro. Ante la duda de cómo avanzamos  en nuevos modelos de desarrollo, aparece con  fuerza la denominada “economía naranja” que basa  su motor en las industrias creativas, es decir, en sectores  en los que el valor de sus bienes y servicios se  asocian a la arquitectura, artes visuales y escénicas,  artesanías, cine, diseño, editorial, investigación y  desarrollo, juegos y juguetes, moda, música, publicidad,  software, TV y radio, y videojuegos.
     
    Si queremos ponerle número a la economía creativa  (o naranja), esta representa el 6,1 por ciento de  la economía mundial. Específicamente en Latinoamérica  es una economía que contribuye con 175 mil  millones de dólares anuales, aproximadamente 10  millones de trabajadores y en términos de exportaciones  representa 18 mil millones de dólares. Es decir,  son ámbitos en los cuales su valor simbólico y cultural  no es lo único que reditúa en la sociedad, sino que tienen  una directa relación con el desarrollo económico.
     
    La dificultad que enfrentamos para que la economía  creativa se potencie, se debe a factores multidimensionales.  Por un lado está la invisibilización  y poca valoración de sus aportes. Existe poco reconocimiento  de estas actividades como un trabajo  legítimo y muchos carecen de una remuneración  adecuada (nada menos rentable que un artista o  un músico en nuestra tradicional forma de ver la  economía). A eso se junta el hecho de que la relación  entre cultura y economía no es evidente y a que las  lógicas del mercado y de producciones artísticas/  creativas son distintas (pero no contradictorias).  Existe mucha más claridad sobre el rol de la cultura  en el bienestar y capital intangible de las sociedades,  que su contribución al desarrollo económico en sí.  Adicionalmente, existe un déficit en la preparación  de profesionales y eso se traduce en situaciones  como que una misma persona termina asumiendo  roles comerciales, de difusión, además de los creativos  como tales.
     
    Según el BID entre los pilares que la política pública  debe robustecer está el apoyo financiero tanto  a quienes ofertan como los que demandan estos  bienes y servicios; la formación de capital humano  con programas que incentiven la conexión de disciplinas  conocidas por sus siglas STEAM (ciencia,  tecnología, ingeniería, arte y matemáticas); lograr una regulación que fortalezca los derechos de autor y  finalmente mecanismos para mejorar la circulación  de información, así como la tecnología y el desarrollo  de un mercado más avanzado. La inclusión de la  creatividad y la cultura en las políticas de desarrollo  económico (no solo cultural) han demostrado resultados  muy positivos en países con mayor conciencia  de ello, tanto en la calidad de vida, como en la diversidad  de sus economías, así como en la inclusión digital  y una mayor interconectividad y sinergia entre  ámbitos tradicionalmente distantes. La cultura y la  creatividad son una compuerta clara para el desarrollo,  y el punto central es cómo darles la prioridad y  valor que requieren.

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