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Alberto Acosta-Burneo

Lógica del desperdicio

viernes, 22 julio 2022 - 19:40
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    Nuevamente un levantamiento violento nos impulsa a desperdiciar más recursos públicos escasos en subsidiar a los más ricos. Uno de los “logros” de la Conaie fue una disminución generalizada de 15 centavos en el precio de los combustibles. Estos 15 centavitos nos costarán 345 millones de dólares adicionales por año. Con este aumento, el subsidio a los combustibles alcanzará la astronómica cifra de 3.345 millones de dólares anuales, mucho más que el presupuesto de salud (2.600 millones). ¿Quién gana? ¿Quién pierde?

    La mitad de ese subsidio generalizado va al 20 por ciento de la población más rica. Con esos 345 millones de dólares, en vez de incrementar un subsidio regresivo, se pudo cada año: construir 1.725 escuelas rurales o comprar 15.682 tractores o mejorar 1.700 km de caminos vecinales o cuatriplicar el presupuesto del desayuno escolar para combatir la desnutrición infantil... o contratar de manera permanente 15.000 profesores. Queda claro que la Conaie pelea por los objetivos equivocados, que no les benefician en absoluto.

    Sin embargo, hay quienes defienden este subsidio ineficiente asegurando que de cualquier manera el gobierno no iba a destinar ese dinero en lo prioritario (salud, educación y seguridad) y, por eso, es mejor que nos farreemos esa plata en subsidios que no llegan a los más necesitados. Pensar así equivale a rendirse antes de empezar la batalla.

    La solución es focalizar. Si a la Conaie no le interesa más inversión en los más pobres y prefiere “alimentar vehículos”, al gobierno sí debería interesarle. Hay que crear un subsidio al transporte masivo de personas (bus, metro, tranvía) que al mismo tiempo permita liberar recursos para invertir en otras áreas prioritarias.

    El diablo está en los detalles. La solución perfecta es tecnológicamente posible, pero políticamente inviable porque toma mucho tiempo. Empecemos con una “focalización 1.0”: transferir el subsidio a los transportistas mensualmente vía una tarjeta de débito para consumo exclusivo en gasolineras. Se negocia un consumo promedio por unidad y un precio base. El monto del subsidio se calculará mensualmente comparando el precio de mercado del combustible en relación con el precio base, y se lo multiplicará por el consumo promedio negociado. Es un sistema imperfecto, pero es un punto de partida importante que puede ser mejorado con el tiempo. Es hora de priorizar los recursos públicos en los más vulnerables. ¡No más desperdicio!

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