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Te amo, por eso te digo “no”

El estilo de crianza y los límites claros inciden directamente sobre la calidad de vida de nuestros hijos. Que seamos padres constantes y confiables, con flexibilidad y disciplina. Ellos lo necesitan, más que nunca.

27 agosto 2024 - Opinión

Qué importante es practicar un estilo de crianza democrático, en el cual prime la disciplina, los acuerdos, el amor. La sobreprotección es muy dañina en la autonomía y seguridad de los hijos, por tanto, es importante dejarlos crecer con su propia personalidad, aciertos y errores.

La vida exige ciudadanos perseverantes y disciplinados, por eso, como padres, es importante poner los límites y saber decir “no”. No queremos verlos sufrir, hemos cargado incluso la culpa de tantos sucesos confusos y fuertes, como la pandemia y las crisis nacionales, pero hay que saber diferenciar la crianza permisiva y complaciente de la crianza democrática que pone en balanza las reglas, normas y orden en la vida de nuestros hijos.

Alguna vez el pediatra de mis hijos me dijo “la disciplina es muestra de amor” y ahora, viendo en retrospectiva: es así. Como dijo Babe Ruth, gran beisbolista: “Nadie vence a alguien perseverante”, porque el éxito es el cúmulo de actos consecutivos y del sudor de la frente.

En una época en la cual prima el inmediatismo, lo desechable y el fácil acceso, el impacto inmediato y la impaciencia, debemos volver a lo básico, a la fórmula que no falla: la constancia es siembra importante para una gran cosecha. Nos cuesta ver niños o niñas aburridos y también es esencial que tengan espacios de pausa, de no estar sobreestimulados. Esto genera reflexión e ideas, lo cual lleva a la creatividad. Sin aburrimiento, la mente no puede incubar e idear, lo cual es preoupante tomando en cuenta que estamos criando hijos con demasiados estímulos, poco orden, poca perseverancia y falta de aburrimiento.

Si nos ponemos a reflexionar, los problemas se dan por falta de límites, y en una época en la cual todo está permitido, saber decir “no” es clave. Los últimos años nos han dejado secuelas y estragos, desorden e incertidumbre. Es momento de ajustar las riendas y poner límites claros. Nuestros hijos nos agradecerán siempre. Son cosas que uno no olvida y agradece a los padres.

Como educadora, me puedo percatar, con cierta preocupación, que los padres mermamos la autonomía de los hijos, queremos protegerles de cualquier problema o sufrimiento, los cuales son inevitables en la vida. Lo sustancial es generar en ellos la asertiva resolución de conflictos, tolerancia ante las crisis y la manera adecuada es brindarles las herramientas para que confíen en sí mismos y sepan cómo actuar. Si estamos permanentemente complaciendo y accediendo, les haremos el gran daño de pensar que la vida será eternamente benévola, lo cual es irreal.

Responsabilidades sencillas como alimentar a su mascota, tender su cama, ordenar su dormitorio y tener una función específica en el hogar, van forjando personas con hábitos saludables. Por el contrario, la falta de rutina y orden, repercutirán negativamente en su adolescencia y adultez. El respeto a la autoridad es elemental y depende de nosotros, como padres, ganarnos ese respeto desde la constancia y la claridad.

Que seamos ejemplo de orden en nuestra vida, cajones, dormitorio, hábitos, pensamiento y proceder. Séneca dijo que “estar en ocio muy prolongado, no es reposo, sino pereza”. Ciertamente, el descanso es básico para un cuerpo y mente sana, pero con límites adecuados. Volver a la acción y al cumplimiento de objetivos personales y sociales nos impulsa a sentirnos más motivados y esperanzados.

Recordemos siempre que la disciplina es muestra de amor, que los límites son importantes y que el saber decir “no” es imprescindible para formar hombres y mujeres de bien.

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