Paternidad en crisis
Hablamos de la crisis de la humanidad...sin embargo, es importante reflexionar sobre nuestra paternidad y cómo estamos aportando a solventar esta crisis.
Me encuentro hablando de lo complicada que está la situación de crianza, la permisividad y laxitud de los valores en distintos grupos sociales y laborales, de hogares disueltos y disfuncionales o unidos y disfuncionales. Disfuncional. ¿Y quién no es disfuncional después de una pandemia, de la inseguridad diaria, de sucesos traumáticos en la vida? Pues, todos somos algo disfuncionales, así sea en una ínfima parte de nuestro ser. Ahora bien, todo depende de cómo lidiamos con nuestra disfuncionalidad.
He lidiado con temas complejos, pérdidas fuertes, pero procuro mantener una estabilidad mental no solo por mí, sino porque desde que decidí ser madre, soy referente para mis tres hijos. El papel de educadora no lo aplico en casa, la dinámica es muy íntima y perfectamente imperfecta. Si algo he aprendido sobre la paternidad, ha sido al ser madre, lo he completado al ser educadora. En este doctorado de ya 23 años, con la llegada de mis mellizos, he visto una transición de la paternidad que me abruma. Después de la pandemia nos hemos quedado frágiles, no queremos que nuestros hijos sufran más y hemos dado el brazo a torcer en medio de un agotamiento emocional, físico y que supera nuestros alcances.
Los valores trastocados evidenciados en las redes sociales y con letras en canciones e imágenes masivas que fomentan la hipersexualidad, son rivales muy fuertes y poderosos contra la crianza exitosa.
Además, tendemos a comparar cómo fuimos criados con cómo debemos criar ahora a nuestros hijos y no se encuentra la fórmula exacta, pues los chicos ahora vienen con un chip distinto. Este fenómeno nos convierte en padres que se asemejan a “gallinas sin cabeza”.
Lo veo a diario en mi profesión y en el tratamiento del comportamiento humano: hogares destruidos, adolescentes autolesionados, tendencias suicidas, finalización absurdamente temprana de la niñez con padres que quieren ser panas de los hijos y que no saben decir “no”.
¿Qué buscan los hijos? BUSCAN LÍMITES. Buscan atención, tiempo, sentirse importantes. Quieren complacer nuestras expectativas como padres y aquí entra el efecto pigmalión: nuestros hijos serán lo que esperamos que sean. Si creemos que nuestro hijo es vago, seguirá complaciendo esa expectativa, si subestimamos su capacidad de resolver conflictos autónomamente, seguirá esa ruta. Por otro lado, si le damos el mensaje de que es capaz de alcanzar todas sus metas, irá en esa dirección. El lenguaje que utilizamos es trascendental. Tomando en cuenta que las ocupaciones son eternas, el tráfico es monstruoso y la adicción a la tecnología es tóxica, el tiempo de calidad es el único antídoto ante la realidad en la crianza.
La paternidad no acepta paros, ni huelgas, ni depresiones, ni pausas: no acepta recreos. Es una labor constante de disciplina, valores, abrazos y hábitos. Eso, mis queridos amigos, viene desde casa. Desde los padres, no desde los abuelos, tíos o cuidadores: desde los padres. Que nos ubiquemos como los padres que debemos ser, la niñez y la adolescencia no están en crisis, están en transición, buscando respuestas, camino, guía, un norte.
La real crisis, pienso, está en adultos inconformes, hastiados, tristes y confundidos que no saben que de ellos depende no solo su vida, sino la de estos seres que han decidido traer al mundo. No hay fecha de caducidad en tu paternidad. O haces bien la tarea o las consecuencias pueden ser nefastas.
Que te enfoques en tu misión más importante: la paternidad. Que estés centrado, organizado y claro en lo que esperas de ti y de tus hijos Que sepas decir “no“ con claridad, “si“ con seguridad, que sepas hablar de sexo, drogas, amistades y profundizar en temas de relevancia, en fortalecer el discernimiento en tus hijos y que tu voz sea más fuerte que la del TikTok.
Es necesario. Es urgente.